Murillo

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MURILLO


Kika Sureda —

Da vueltas por las mesas de la terraza pidiendo comida. Se acerca a mi ventanilla de trabajo y muy educadamente me enseña una rebanada de pan de molde en un estado lamentable:

—Perdone que la moleste. ¿ No tendrá algo para echar al pan?

—No tengo nada, losiento. Igual en algunos de estos bares de por aquí le pueden dar algo.

—Me echan a patadas, tengo que esperar a que saque la basura. Soy yonki, pero los yonkis también comemos, ¿sabe usted? Además, llevo el apellido del ilustre pintor: Murillo. Soy de Sevilla.

Tecleo en el ordenador el nombre del garito que veo desde mi ventana y marco el número que aparece. Me contesta la voz de una muchacha. Le pregunto por el encargado.

—Sí ¿quién me busca?

—Hola, ¿ no tendréis algo de comer para una persona necesitada?

—Esto es un restaurante no un comedor social.

—Ya, lo sé. Igual que sé que hace dos noches te llevaste mi cubo de basura. Seguro que te hará su buen servicio para las botellas de cristal y para recoger toda la mierda de la terraza.

—¿¡Quién cojones eres!? ¡No estoy para bromitas!

—Si tienes mi cubo contenedor sabes quien soy. Te agradecería lo devolvieras. Voy a mandar a alguien a por algo de comer, que seguro tienes. Tiras mucho. Y de paso le das mi contenedor. Está marcado, ya lo sabes.

—¡¡¡Yo no tengo nada!!!

—¿Seguro? Ibas muy ligero hace dos noches tirando de él…

—¡¡Ven a por tu puto contenedor!!

—Nooo. Dale de comer a la persona que yo te mande y él me lo trae. Ojo, ¡ponle bien de comer!

—Murillo, tira esa mierda y vete al bar de la esquina. Dile que puede quedarse el contenedor otro fin de semana, pero que se acuerde del recado.

—¿Y cuál es ese recado?

—No importa, ¡tú come todo lo que puedas!

Murillo sonríe enseñando la boca desdentada con 32 años. Hoy dormirá en la plaza otra vez, lleva durmiendo allí cinco noches. Los vecinos se quedan de que está toda la noche hablando en voz alta. Serán los delirios que produce la subida al “caballo”.

Quiere bajarse, pero ya no puede.

Dice que es una pena ser un desecho siendo familia de un ilustre.

—Eres humano, ¡no digas gilipolleces!

Murillo va a paso acelerado hacia la puerta del bar. Me quedo vigilando desde mi portal.

Ha salido el encargado ynos hemos mirado como dos fieras midiendo nuestro terreno.

¡Que se joda! ¡El contenedor tiene un precio de alquiler!

 

© Kika Sureda. Julio 2023. Todos los derechos reservados.

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