Relato ganador del certamen convocado por la revista «Lo desconocido»
Julia observaba aquel pasillo oscuro desde el gran salón.
Una amiga sensitiva, le explicó una vez que los pasillos oscuros eran puertas abiertas a entes malignos. Siempre se debía tener una vela blanca encendida, pues las velas limpiaban de malas energías.
Pero esa noche la vela se apagó y no se atrevió a encenderla ya que creyó ver una sombra inmóvil que parecía observarla fijamente. Una figura oscura flotando, sin piernas.
Abrió y cerró los ojos varias veces. Dejó de verla.
Llamó a su hermana invadida por la inquietud.
—Rosa, me inquieta mi pasillo. Me inquieta de verdad. Cuando lo recorro se me erizan los vellos de la piel —dijo Julia por teléfono—. Ya sabes que llevo un tiempo sintiendo estas malas vibraciones. ¿Puedes acercarte hoy con esa tabla de la Ouija? Sí. Quiero saber si hay algo en esta casa. Necesito saberlo. Gracias Rosa. ¿Esta misma noche? Vale. Te espero.
Julia cortó la comunicación observando con temor aquel pasillo oscuro. Aquella casa cuando atardecía se quedaba ya en penumbra. Súbitamente percibió otra vez la larga figura oscura inmóvil al final del pasillo. Sintió con pavor, que aquello la observaba fijamente. Y ya no dejaba de hacerlo.
Rosa despojó del plástico arrugado, aquella tabla de la Ouija, y se quedó pensativa mirándolo. Lo adquirió días atrás en una tienda de segunda mano. Recordaba las palabras del tendero como el momento en que lo compró.
—Me lo vendió una señora que practicaba a diario el espiritismo. Me comentó que su tabla olía siempre a cereza excepto cuando en sus sesiones conectaba con algún ente oscuro. Entonces olía a un azufre intenso y tenía que cerrar de golpe la sesión.
Rosa acercó la tabla a su nariz ante el tendero. Olía delicioso, a dulce cereza. Era de madera oscura y las letras se hallaban grabadas en un rojo intenso.
—Le pasó algo muy gordo. No quiso darme detalles. Por eso se desprendió de esta tabla. Pero me dejó un teléfono por si alguien la adquiría. —Dijo el señor.
La joven no dudó en hacerse con aquella joya y anotó en un papel el número de la antigua propietaria
Abandonó el establecimiento bajo la mirada curiosa del tendero.
Rosa regresó de sus pensamientos y decidió buscar aquel número de teléfono que le facilitó el tendero. Llamaría a aquella mujer antes de visitar a su hermana. Percibió a Julia muy asustada con ese pasillo. La dejó preocupada. Y aquella señora podría ayudarlas si era Médium. O al menos aconsejarlas.
—Hola. Buenas noches. Siento molestarla. Me llamo Rosa. Usted vendió una tabla de la Ouija en una tienda de antigüedades hace unos días. Una tabla que desprende olor a cereza. Yo la adquirí, pero necesito que me informe de algo.
—Dígame Señorita. Veré si puedo ayudarla.
—Me dijeron que usted hacía sesiones de espiritismo pero que le sucedió algo grave y que decidió vender la Ouija.
—Sí. —respondió cortante.
—Mire. No sé cómo decirle esto. Mi hermana lleva un tiempo que siente terror por el pasillo de su casa. Percibe que hay algo malo. Como una sombra. Se le erizan los vellos de la piel al recorrerlo.
—El pasillo está a oscuras o siempre hay luz en él —preguntó la médium.
—Desde un tiempo para aquí tiene siempre una vela blanca encendida, desde que una amiga sensitiva se lo aconsejó.
—Pero antes, entiendo que pasaba mucho tiempo a oscuras su pasillo ¿verdad?
Hubo un silencio que rompió la médium
—En ese tiempo un ente maligno pudo acceder a nuestro plano. Existen pasillos que son puertas abiertas señorita, puertas abiertas a entes oscuros y deben estar siempre protegidos con velas blancas. Las velas blancas ayudan a expulsar las sombras.
Otro silencio
—Si su hermana percibe algo malo en su pasillo, es porque existe algo malo en su pasillo. Así de simple. Las personas debieran fiarse más de sus percepciones. Entiendo que también me llama porque desea hacer una sesión de Ouija con una médium profesional, pero le informo con pesar que ya no ejerzo.
—Lo entiendo.
—Pero le diré algo. Tenga bien presente mis palabras. Mientras la tabla huela a cereza no habrá ningún problema, pero ¡Oh! Cómo abandone ese olor dulce ¡Temed entonces! Porque vendrá el olor a azufre y si huele a azufre significa que habréis hecho contacto con un demonio. ¡Mucho cuidado!
Anocheció y Rosa se dirigió a casa de Julia. Portaba en su mano derecha la tabla dentro de una bolsa blanca.
<<¡Mucho cuidado!>>
Solo tuvo que recorrer tres calles y poco después estaba ya timbrando. Julia le abrió al instante. Subió a la séptima planta por el viejo ascensor. Al salir del elevador comprobó que la puerta de Julia se hallaba ya entreabierta.
Llamó a su hermana, pero no recibió respuesta, recorriendo todas las habitaciones. Confirmó con inquietud que no había nadie. Llamó a su teléfono y le dejó un mensaje en el buzón de voz. Luego depositó la tabla de la Ouija en la mesa de cristal del salón y guardó asiento en el gran sillón marrón.
La inquietud y la preocupación comenzaron a apoderarse de la joven Rosa. Encendió las luces y se acercó a la cocina, atravesando aquel pasillo, para servirse un vaso de agua, pero al regresar al salón, fijó su vista en la mesa de cristal. Con estupor observó la tabla de la Ouija boca abajo.
—¡Muy graciosa Julia! ¿Dónde estás escondida? —exclamó Rosa en alto, un tanto inquieta, pero la casa se hallaba en el más completo silencio.
Dirigió la mirada al pasillo que seguía iluminado por la luz artificial y creyó ver de repente una figura alta y oscura que lo recorría flotando. Temerosa se levantó del sillón para acercarse, y repentinamente un olor repugnante inundó el salón. Provenía de la tabla de la Ouija.
—¡Olor a azufre! —Exclamó Rosa recordando las palabras de la médium. <<Contacto con un demonio..>>
Se dirigió al pasillo contemplándolo con temor. Temblaba violentamente. Escuchó unos sollozos de angustia seguidos de unos gemidos aterradores. Sus vellos se erizaron de repente
Rosa se sentía aterrada.
¡Súbitamente todas las luces de la casa se apagaron!
La pobre Rosa, se quedó envuelta bajo las tinieblas más oscuras, en mitad de aquel maldito pasillo. El olor nauseabundo a azufre golpeaba su nariz. Soltó un grito de terror.
Una gélida garra se clavó en el pecho de Rosa desgarrando su carne. ¡Se hundió hasta llegar a su corazón, arrancándolo con extrema violencia! Las claras paredes se tiñeron de sangre y el suelo de aquel pasillo era un mar rojo. El silencio sepulcral gobernó aquella casa hasta que..
Súbitamente surgió un ruido extraño.
Algo absorbía con ansias, los charcos de sangre del suelo. Algo que desprendía un intenso olor a azufre.
© Verónica Vázquez