A finales del siglo XIX, el sionista Max Nordau defendió que los degenerados no son siempre los criminales, los anarquistas y los lunáticos más notorios, sino que a menudo son los artistas y los escritores. Si hay algún punto de verdad en esta paranoica tesis, lo encontramos en la figura del escritor portugués Mário de Sá-Carneiro (1890-1916). Poco conocido fuera de su país, Sá-Carneiro destaca por ser un escritor excesivo, exacerbado, insólito, iluminado y genial. No se parece a ningún otro escritor aunque sus temas decadentes y obsesivos remiten al Poe más oscuro. En su muy corta vida, fue autor de un puñado de excelentes poemas, una novela simbolista y un libro de cuentos y novelas cortas, El cielo en llamas (1915), que le valió un puesto destacado en la historia de la literatura portuguesa. Mereció la cercana amistad de Fernando Pessoa.
Su tema favorito fue él mismo: sus ilusiones, fracasos, frustraciones, megalomanías y angustias. Vivió la locura como un sacramento que le hacía sentir un poco de Dios en el alma. Su atención se dirigió a los locos, a los que habían dado el gran salto y se habían hundido en el abismo, a los que eran capaces de una evasión, una revuelta, un ansia, en cuanto no se dejaban domar, en cuanto se estrellaban… Y a su vez sentía un desprecio infinito por los que él consideraba castrados, por los que nunca tenían un gesto de cólera o no se atrevían a ofender a nadie, por los justos, los honrados, los sinceros, los coherentes en todos sus actos. Adoraba las pasiones más enfermizas: en una de sus mejores novelas cortas, Incesto, un viudo pierde a su única hija víctima de la tuberculosis, e inmediatamente se casa con una amiga de ésta, cuyo parecido físico es asombroso, con la única idea de acostarse con ella, de poseerla todos los días, notando en la carne femenina el ardor que su hija le transmite desde la muerte.
La escritura de Sá-Carneiro está llena de fogonazos geniales y sorprendentes paradojas, en un estilo sincopado, de párrafos cortos y frases lapidarias. En este libro del que hablamos, se recogen relatos de muy distinta concepción, desde la trama de suspense al lirismo arrebatador, del diario dolorosamente personal a la novela romántica de pacotilla. Escritos entre 1912 y 1914, hay una extraña unidad en ellos, como si en cada uno hubiera puesto toda su personalidad ciclotímica y arrolladora al servicio de unas historias que, en el fondo, siempre hablan de él.
La gran sombra es una búsqueda nostálgica de la fantasía en ciertas partes de su vida, como si aquellos hechos hubieran tenido una parte de feliz y perdida irrealidad que en el momento de la escritura se le escapa. Rememora instantes de su niñez, su gusto por los desvanes y las casas abandonadas, su pasión posterior por las ideas estrambóticas y complicadas, las únicas –a su parecer- capaces de expresar por sugestión las particularidades más íntimas de su mundo psíquico. Asqueado de la realidad, relata la historia de un amigo que le avisa una y otra vez que se va a suicidar, mientras que con sus actos alegres y despreocupados, parece señalar lo contrario. Cuando al fin se comete el suicidio, el protagonista descubre que esa íntima revelación la había hecho el amigo a otras personas, y a cada una le había contado una historia diferente, un motivo distinto.
En este mismo relato también se cuenta otro truculento suceso cuyos protagonistas –un hombre y una mujer- se conocen en una fiesta de disfraces y terminan yaciendo en la alcoba de la dama, los dos sin despojarse de la máscara. Un puñal que guarda la joven entre sus senos será la señal que él necesita para hundirlo en el corazón femenino en el momento del espasmo, encontrando en ello el placer de lo diferente, de lo misterioso, que para Sá-Carneiro siempre tiene un fuerte componente sexual.
No es raro que uno de los mejores cuentos se llame Misterio. En este caso, el misterio se haya en la imposibilidad del protagonista por encontrar alguna explicación que le desmienta que su vida es algo que podía no existir. Solo un argumento le salva de pegarse un tiro en el corazón: que ni siquiera con este acto revelará el misterio que busca, puesto que aunque no se suicide, va a morir en algún momento… En el curso de uno de esos impulsos bipolares tan característicos de su obra, el escritor concede un poco de paz y felicidad al alma del protagonista a través de una mujer sobre la que siente que son dos almas gemelas. Naturalmente en un autor tan cercano a Poe, tendrá reservado un macabro final para la pareja.
Pero no todo es infelicidad en este libro. En Alas nos muestra a un inquietante poeta ruso amante de las atmósferas, de los colores, de las formas, que busca el poema perfecto que no sea necesario siquiera entender, sino vivirlo, vibrar con él, olerlo, notar cómo se moldea el aire bajo el sonido de las palabras, cómo se intensifica el color a nuestro alrededor. En esa búsqueda de la perfección, el poeta acaba interno en un hospital psiquiátrico, pero lo genial del relato es que Sá-Carneiro nos muestra esos poemas geniales que recogen en su seno todo el universo. Cada cual puede sacar sus conclusiones de su lectura….
Los protagonistas de otros relatos son gente tan exagerada y extrema como el citado poeta, como el propio escritor: un hombre que asegura ser completamente feliz porque ha conseguido manejar sus sueños de manera que amolda la realidad a sus deseos; un científico que descubre que en la vida confluyen tantos planos de existencia como vidas anteriores se han vivido, en una curiosa variante de la reencarnación que lo llevará a morir aplastado por un aparato que existe en otro tiempo, pero que aparece en éste exclusivamente para aniquilar al profesor; el hombre que, antes de suicidarse, descubre que puede detener los mejores momentos de su vida, revivirlos cada vez que quiere, de modo que siempre puede volver en la realidad al pasado; y finalmente el artista que sobrevive a una ridícula historia amorosa gracias al fulgor y la belleza de su propia Obra, que se impone con su grandeza a la pequeñez de las demás cosas de la vida, en una creencia que intuimos propia del escritor.
Insistimos en que la lectura de este autor es distinta a cualquier otra que conozcamos en el siglo XX. Hay una pasión, una angustia, una vehemencia temperamental insólita en cada uno de los párrafos, escritos como un cuidadoso orfebre que se para detalle a detalle para que su obra sea lo más perfecta posible. Sá-Carneiro parece un escritor sacado de otra época mucho más sentimental que el acerado siglo XX, en la que la vida y la escritura no puedan distinguirse, como si la soledad y el orgullo del artista frente al acto de creación se pudiera trasmitir a través de la página escrita.
Parece obvio señalar que Sá-Carneiro se suicidó con 25 años, tomando cinco frascos de veneno delante de un amigo.
© José Luis Alvarado. Todos los derechos reservados. (Cicutadry)