Entrevista a José Luis Muñoz «El final feliz»

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José Luis Muñoz (Salamanca, 1951) ha publicado más de cincuenta novelas y libros de relatos. Ha abordado casi todos los géneros –el fantástico, histórico, erótico, negro criminal…–, como en el El rastro del lobo (sobre el Carnicero de Mauthausen), Brother-Libertad (el primero de una trilogía épica sobre las sombras de Estados Unidos), La bahía humeante (un thriller ambientado en Islandia), La colina del telégrafo (sobre un asesino en serie), Malditos amores (relatos sobre el amor), La soledad de Hans Teodore Mankel (sobre la escritura y el mundo editorial), por mencionar solo algunas de las obras publicadas en los últimos años. Ha sido traducido al italiano y francés, entre otras lenguas, y ha ganado más de veinte premios, como el Azorín, La Sonrisa Vertical, el Café Gijón, el Camilo José Cela, el Ignacio Aldecoa o el Carmen Martín Gaite…

Acaba de publicar El final feliz (en Cosecha Negra Ediciones, noviembre, 2023) que obtuvo el XI Premio de Novela Ciudad de Alcorcón y que forma parte de su pentalogía sobre el País Vasco y ETA. Hoy lo entrevistamos.

La caraqueña del Maní; Tu corazón, Idoa; Cazadores en la nieve (XVI premio de Novela Diputación de Córdoba); El bosque sin límite y ahora El final feliz. Cinco novelas sobre el País Vasco y ETA. ¿Qué te ha llevado tantas veces a explorar esta cuestión?

Pues eso mismo me pregunto yo, a pesar de que las cinco novelas son muy distintas, pero el tema del terrorismo es nuclear en todas ellas. Imagino que es por mi pasado en la lucha antifranquista clandestina. En mi juventud, durante el último período de la dictadura de Franco, milité en un grupo anarquista vinculado a la CNT-FAI que en un momento determinado se planteó la lucha armada. Otro grupo anarquista, el MIL, la llevó a cabo, y uno de sus militantes, Salvador Puig Antich, fue condenado a muerte y asesinado por la dictadura. De esa época de la clandestinidad, de conocer cómo operaban esos grupúsculos de extrema izquierda, imagino que me viene esa fijación por el entorno de ETA. Además, en aquellos tiempos, la izquierda española sufría una especie de síndrome de Estocolmo con respecto a la banda armada, muchos considerábamos que era un grupo guerrillero que plantaba cara al fascismo. Luego nos dimos cuenta de lo equivocado que estábamos, o de que había varias “ETAs”. Afrontar literariamente ese período es complicado, porque aún siguen abiertas las cicatrices y los atentados y la lucha antiterrorista provocó mucho dolor. Hay que tener en cuenta que cuando surgió ETA la represión en el País Vasco era especialmente dura, que las detenciones arbitrarias y las torturas eran habituales y que los excesos policiales provocaron asesinatos como los de Lasa y Zabala. No se puede caer en el maniqueísmo, del que siempre huyo literariamente hablando.

El protagonista, Iñaki, vive en el Bilbao de los años de plomo –bombas, tiros en la nuca y kale borroka–. En esa violencia diaria ha normalizado la muerte y sabe que no tiene futuro. ¿En qué se diferencia El final feliz de tus otras novelas vascas?

El final feliz es más intimista. Parte de un desengaño de ese personaje principal, sobre el que gira toda la trama, que no encuentra su lugar en el mundo, que se distancia de los demás miembros de su cuadrilla que han normalizado la violencia de ETA. Además, en lo sentimental, las cosas no le van bien, su relación con Bego, la que cree que va a ser la mujer de su vida, se resquebraja. Sus padres son muy mayores, tendrá que cuidarlos, no encuentra buenos trabajos. Es una novela existencial, aunque en el fondo el tema del terrorismo y la violencia tengan muchísimo peso en la historia. Los años de plomo fueron los más letales de ETA. Durante ese periodo la banda impuso en el País Vasco un reinado de terror. Comprar determinado diario era ponerte una diana en la frente. La banda dio un paso más en su locura al socializar el terror, es decir, extenderlo a todas las capas de la sociedad, no solo asesinaba policías, guardias civiles o militares, empezó a matar a políticos, cocineros, narcotraficantes, empresarios… Iñaki decide que ese no es su mundo, no ve la luz al final de su túnel y obra en consecuencia.

Define tu estilo en pocas palabras. ¿Qué va a encontrar el lector en tus novelas? ¿Cuáles son tus referentes literarios?

Cada novela tiene sus peculiaridades, la literatura está muy relacionada con la música. Cada novela mía es muy diferente, no solo temáticamente sino también en su estilo. Iñaki cuenta su historia desde dentro, obliga al lector a sentir su angustia, lo traslada a un Bilbao que ya es historia, sucio, polucionado, violento, infernal que yo conocí precisamente gracias a que viajé a esa ciudad por haber sido seleccionada una de mis novelas como finalista del Premio Café Iruña. Hay violencia en la trama, en la descripción de los asesinatos, también hay sexo; Iñaki es joven, los miembros de su cuadrilla lo son, y sentimientos y emociones. No es una novela que juegue con la carta de la sorpresa porque empieza precisamente por el final, que no es precisamente feliz, y lo hice respetando el suceso del que fui testigo involuntario cuando vi a un joven que se lanzó a la ría de Bilbao y desapareció inmediatamente en el lodazal. ¿Qué había impulsado a ese muchacho a tomar una decisión tan drástica? Esa es la pregunta que desencadenó la novela que está narrada deliberadamente de atrás hacia delante con lo que el final es feliz, está lleno de esperanzas, y el principio es dramático. Mi literatura es muy sensorial. Quiero que el lector sienta calor en La frontera sur, horror en El mal absoluto, viva en primera persona la aventura de la conquista de México en El centro del mundo.

Has tratado en tus obras a lo largo de estos años la guerra y el crimen. Has hablado de nazis, de narcos, de terroristas, de asesinos en serie, entre otros. ¿Qué dilemas éticos o morales te atrapan? ¿Estamos libres de pecado los españoles?

El eje que une todas mis novelas es el mal, el mal que llevamos todos dentro y que aflora en momentos determinados. Somos seres binarios que en un momento determinado podemos cometer un crimen. Eso sucede en Lluvia de níquel, que acaba de reeditarse. El mal del nazismo fue para mí El mal absoluto, una psicopatía de masas en la que cayó buena parte del pueblo alemán con respecto a los judíos. Lo estamos viendo ahora mismo en la masacre que comete Israel en la franja de Gaza, asesinando civiles palestinos sencillamente porque sus vidas, para ellos, no tienen ningún valor, como las vidas de los judíos no tenían valor para los nazis. El ser humano es muy cainita. El fenómeno de la violencia me horroriza. Pero la violencia está en nuestra sociedad. Todo se solucionaría con la empatía, con ponernos en el papel de la víctima. Eso se consigue con la literatura. También ponerte en el papel del verdugo. ¿Qué lleva al ser humano a cometer atrocidades? Esa es mi preocupación y por ello la novela negra para mí es un instrumento muy válido de denuncia social. En cuanto a España deberían cuidar los políticos de no crispar la situación, de dar ejemplo a los ciudadanos de buenas maneras, y eso no se consiguió ni cuando la pandemia hizo estragos. Lamentable.

Siempre me ha asombrado tu capacidad de trabajo. No solo has publicado medio centenar de libros, eres articulista de opinión, reportero de viajes, crítico literario-cinematográfico y tienes un blog muy visitado, La soledad del corredor de fondo. ¿Qué estás escribiendo ahora? ¿Tendremos pronto una nueva novela?

No me concibo sin escribir. Es una especie de adicción. De la misma forma que no puedo vivir sin respirar, tampoco puedo sin escribir. La literatura me ha dado muchísimas satisfacciones y tener un sinfín de amigos, colegas con los que mantengo una relación de amistad duradera. Sin la literatura no me habría cruzado con Jorge Semprún, Manuel Vázquez Montalbán, Andreu Martín, Juan Madrid, Mariano Sánchez Soler o José Carlos Somoza. Escribo a diario. Publiqué hace muchos años en un montón de medios de comunicación artículos, reportajes de viajes, entrevistas, relatos. Y me gusta contar historias. Siempre tengo bailando en mi cabeza varias ideas, algunas cristalizan en novelas y otras no. Además de la reedición de Lluvia de níquel, que acaba de salir, en marzo se publicará una novela negra ambientada en Alaska durante una pandemia, Yakutak, escrita en segunda persona, y un libro de relatos titulado Los infiernos, y eso sin contar con la presencia de relatos en las antologías Noir Tropical Miami, compartiendo páginas con Vladimir Hernández, Rodolfo Pérez Valero, Pedro Medina León, Gastón Virkel, Juan Carlos Castillón, Carlos Gámez Pérez, entre otros, que se ha publicado en esa ciudad de Estados Unidos y llegará en breve a España, o TIP, Tormo, investigador privado,  que verá la luz a principios de año y conjuga el humor con el género criminal y estoy muy bien acompañado por Luis Aleixandre Jiménez, Salva Alemany, Paco Gómez Escribano, Carlos Augusto Casas y Mari Carmen Sinti.

Diriges dos colecciones de género negro, La Orilla Negra y Sed de Mal , presides la asociación Lee o Muere para difundir la novela negra, eres fundador del festival Black Mountain Bossòst del Valle de Arán, entre otras cosas. Seguro que ya estás preparando algún reto cultural para 2024. ¿Puedes desvelarnos algo?

Además estoy metido en otro festival que tiene lugar en Sant Cugat, una población muy próxima a Barcelona, Qgat Negre, que gira en torno al género negro y tiene la duración de un curso escolar, va de septiembre a junio. Con Lluna Vicens estoy montando la octava edición del festival Black Mountain Bossòst que espero supere a la anterior, aunque será difícil, pero tenemos unos cuantos ases en la manga. Y este año que empieza, si nada se tuerce, se ponen en marcha dos proyectos cinematográficos, uno sobre mi novela La pérdida del paraíso que llevará a cabo la productora Secuoya Films para Televisión Española con el título de Los 39, y será en formato serie de ocho capítulos, y otro una película inspirada en mi novela Cazadores en la nieve de la que soy guionista.

© Ana Morilla. Enero 2024. 

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