En los museos de historial natural de EE.UU. han tenido la obsesión de «importar» especímenes humanos, olvidándose que sería más instructivo conservar los restos de alguna de las 578 tribus indigenas exterminadas.
Recuerdo el día que el Museo Darder devolvió el famoso Negro de Banyoles en el 2000. Creo que entonces España fue el primer país en restituir los restos de un ser humano expuestos en un museo. Yo era amigo de los Darder y lloramos su perdida, aunque secretamente les diré, que se sacaron nunca mejor dicho, el muerto de encima.
Así eran los museos de historia natural de entonces, porque así fueron creados hace más de 150 años, en un momento de euforia científica que se emborrachaba con el poderío colonial. El hombre blanco demostraba su infinito interés por el saber, llegando a límites que hoy serían aberrantes. Pero de nuevo, pongámonos en el contexto histórico.
Teorías como el suprematismo blanco, creacionismo versus evolucionismo o la eugenesia junto a obsesiones como la egiptología hicieron posible trasladar restos humanos a los museos de los países occidentales como si de plantas se tratara. Cuanto más potente era la potencia colonial, mas huesos tenía el museo, obviamente para mayor gloria de la yaya Victoria, mon oncle Napoleón III, el primo Willy y por supuesto Leopoldo II, que llevó a tribus enteras de negritos a la Feria de Bruselas en enero para mostrarlos en cueros y tirarles cacahuetes.
Los museos de historia natural son los menos visitados por los turistas, a menos que haya un mamut, una ballena o un dinosaurio. A estos museos se lleva a los niños para que vean sádicamente esqueletos de otros niños y dioramas con seres humanos muertos inmóviles matando osos o haciendo fuego, etc. A mi siempre y desde pequeño, me dieron repelús estos… SEGUIR LEYENDO en Pecados del Arte
© Pecados del Arte. Noviembre 2023