Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira.

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El mundo de la literatura está lleno de misterios que no siempre tienen fácil explicación. Algunas obras maestras pasan inadvertidas para el público en general cuando tienen cualidades suficientes como para haber transcendido de una forma más rotunda. Tal es el caso de una novela argentina cuya enorme calidad es innegable: Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1910). Su autor, Roberto J. Payró (1867-1928) no ha tenido la trascendencia internacional de otros compatriotas suyos, y sin embargo, en su estilo, en su manera amena y encantadora de narrar, se comprende que detrás hay un escritor genuino, un escritor que sabía muy bien tocar los resortes necesarios para que una novela fuera algo más que un simple divertimento.

No exagero si digo que es una de las más demoledoras crónicas sobre la política que jamás he leído. Podría pensarse que tratándose de una novela que se desarrolla a principios del siglo XX y en un país como Argentina, su actualidad pudiera estar en entredicho, pero precisamente en esa actualidad reside su principal atractivo. Es como si Payró nos dijera desde hace un siglo que la política es siempre la misma escalada de ambición y cinismo que podemos ver en nuestros días, que hay un común denominador en el obrar de los políticos, sean de la condición que sean y vivan en la época que vivan.

 

 

En verdad el título es engañoso, y ya el propio Payró, en un exquisito prólogo, pone en entredicho la veracidad de estas memorias noveladas de un personaje que solo se ha valido de la mentira y la traición para escalar en la vida hasta la posición política y social que ha querido. Realmente, Mauricio Gómez Herrera, el protagonista absoluto de la novela, posiblemente nunca fue nieto de Juan Moreira, un viejo terrateniente de provincias, pero hasta puede permitirse el lujo de inventar un pasado glorioso para salir bien parado ante la Historia. Porque Mauricio, desde el principio de su vida, nació de pie. Quizás esto sea lo más divertido de la novela y donde se encuentra el verdadero meollo de la cuestión y la brillantez imaginativa de Payró: no hay acontecimiento en la vida de Mauricio que, por un motivo u otro, no le ayude en su carrera política, en su ascenso social. Y lo más terrible es que esta serie de acontecimientos resultan totalmente verosímiles, pues sospechamos que los grandes políticos no siempre han añadido talento a sus carreras, sino que la suerte ha sido un factor decisivo en su ascenso.

A modo de memorias, contadas desde Europa, seguimos la trayectoria de Mauricio desde su nacimiento en un pueblo de provincias. Aunque su padre no es rico, sí es el más influyente personaje del pueblo. De ahí Mauricio aprende una lección importante para desenvolverse en la vida: lo importante es tener poder, estar en el momento justo en el lugar adecuado, rodearse de los mejores o los más influyentes y no ceder nunca cuando las condiciones se tornan óptimas. La novela entera es una serie de peripecias que Mauricio va viviendo, o más bien buscando, con la sola idea de hacerse notar dentro de su medio social. Desde su pequeño pueblo, sin tener estudios ni un especial talento para nada, va viendo cómo sus compatriotas van apoyándolo y encumbrándolo en su camino hacia el poder sin que parezca en ningún momento que el mérito tenga ninguna importancia. Eso es algo que resalta en la novela y la hace tan sugestiva: Payró nunca cae en la debilidad de dotar a su personaje de una personalidad encantadora o un especial don de gentes: es un simple oportunista, un cínico, un ambicioso sin límites, un pelotillero que no tiene escrúpulos en hacer la cama a nadie por tal de conseguir sus objetivos.

Y en esa serie de peripecias no hay un segundo de descanso. La pericia narrativa de Payró es deslumbrante, como si la novela le hubiera salido de un tirón, sin que exista en ningún momento tiempos muertos, sin que haya contradicciones en una trama que realmente es bastante complicada y todo ello dirigido hacia un objetivo que es mostrar al lector de qué es capaz un hombre por abrazar el poder. Cuando uno termina la novela se queda con una extraña sensación de vacío, como si comprendiera de repente que detrás de la política no hay nada, que todo es un fraude, que la vida de las naciones está en manos de unos hombres egoístas y sin escrúpulos que solo actúan para llenar sus egos. Pero ese vacío se suple con la jugosa narración de Payró, con su ritmo endiablado y con una perspectiva sobre la trama que hace simpático y atractivo un personaje en verdad repugnante.

Hay una gran maestría en esta novela, que consigue que se pueda leer de dos maneras diferentes: como una narración divertida, endiabladamente dinámica, o como una reflexión sobre los usos y costumbres de la sociedad en lo que respecta a sus dirigentes. La mejor manera de leer esta novela, desde luego, es agrupar estas dos lecturas y deleitarse con lo que el autor llama aventuras en el título y que no son más que dardos envenenados contra la corrupta clase política. Es una delicia encontrar y sorprenderse con obras maestras de esta envergadura que han pasado de puntillas por la historia de la literatura. Quizá sea porque en la literatura hay un poco de ese fraude, de esa corrupción que tan bien denuncia Payró en esta novela. En cualquier caso, esta es una novela para disfrutar a lo grande y nadie saldrá indiferente de su lectura.

© José Luis Alvarado. Noviembre 2023. Todos los derechos reservados. (Cicutadry)

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