LOS CABALLOS DE AQUILES LLORABAN.
Los Caballos de Aquiles lloraban
al ver el cuerpo postrado de Patroclo[1]
sobre la turbia arena .
Despojados sus hombros de la divina coraza
que otrora había pertenecido al Pélida[2],
su amado y fiel compañero de infancia,
labrada por el dios del fuego, Hefestos.
a quien había sustraído a hurtadillas[3],
en la noche,
para acudir inminente a la batalla,
pues su edad aún lozana, se lo impedía.
Los caballos al ver el cuerpo postrado del joven,
se quedaron petrificados, clavadas sus pezuñas
Sobre la áspera y dura tierra.
El dolor les impedía avanzar,´
ni hacía un lado, ni hacía otro,
por más que Automedonte, el fiel auriga,
los incitaba a moverse,
ya fuera con el flexible látigo,
ora, con tiernas palabras, otrora,
con amenazantes.
Pero los solípedos caballos
[1] Como bien sabéis Patroclo era el amado de Aquiles, de quien había aprendido las artes del Amor y de la Guerra, desde la más tierna infancia, se habían criado juntos, Patroclo era más joven que Aquiles.
[2] Aquiles es el Pélida, que no quiere acudir a la batalla, pues está irritado contra Agamenón, el rey de los aqueos, porque Agamenón le ha arrebatado a su botín, Briseida, de quien el Pélida se ha encaprichado.
[3] Patroclo roba la armadura a Aquiles para hacerse pasar por él y acudir a la batalla, pues su edad aún lozana se lo impedía. Héctor (príncipe troyano) al ver a Patroclo con el carro y la armadura de Aquiles, cree que es el mismo Aquiles y lucha contra él, derrotándolo. Lo que causará la venganza de Aquiles que ahora sí acudirá a la batalla para luchar contra Héctor.
© Antoñeta Bernardino. Noviembre 2023