Me estaba probando unos zapatos que compré en rebajas en una tienda de Serrano. Eran maravillosos y me quedaban genial. Tocaron a la puerta y pensé que sería alguien del hotel. Me puse el abrigo negro y mis zapatos de tacón, estaba desnuda. Abrí y me llevé una sorpresa.
—Hola! Qué ¿pensabas que no averiguaría en que hotel estabas?
—Eres un atrevido. ¿Has estado siguiéndome?
—Si. Anoche mandé que te siguieran hasta aquí, el resto se arregla con dinero y palique. ¿No me invitas a pasar?
Estaba algo desconcertada y cabreada a la vez. ¡Quién se había creído que era!
—¿En qué estás trabajando? Y ¿por qué llevas aquí dentro puesto el abrigo?
—Estoy trabajando en un artículo sobre Asianismo y voy con abrigo porque estoy desnuda.
Las carcajadas recorrieron la habitación.
—¿Y donde lo tienes metido? En el baño o el armario? Espero no haber interrumpido mucho.
—Has interrumpido mi pase de modelos con zapatos nuevos como mi madre me trajo al mundo.
Me apoye en la mesa escritorio, de pie y con las piernas cruzadas, desabroché el abrigo sin dejar de mirarle y dejé mi cuerpo a la vista.
—Ahora, lárgate! Tengo trabajo y tú no estás invitado.
—Te han dicho alguna vez que eres tremendamente malvada.
—Si, todos los días a todas horas. ¡Hasta luego!
Me encantan estos zapatos «el Asianismo era el verdadero continuador de la elocuencia del siglo IV a.C. Tiende a la expresión ampulosa, de ritmos muy marcados y de sintaxis compleja. Esta prosa, artificialmente amanerada, estuvo de moda en la oratoria griega del Asia Menor que se desarrolló en el período posterior a Demóstenes (muerto en 322 a.C.)»…
©Kika Sureda. Noviembre 2023. Todos los derechos reservados.