A lo largo de mi vida he leído unas cuantas historias de fantasmas sin fantasmas. Hay escritores que prefieren insinuar el encanto de lo sobrenatural y hay quienes se desenvuelven en el misterio de lo inexplicable. Henry James optó por la perversa ambigüedad. En Una casa respetable (2013), Jaime Molina imagina una mansión con un fantasma en pleno centro de Granada, una casa como cualquier otra casa donde no hay señales de fantasmas pero donde se respira algo raro en el aire, en la mente de sus habitantes, perseguidos por su propio pasado, por el devenir desconcertante de sus días, por aquellas frases que nunca se pronunciaron o que por el contrario se dijeron momentos antes del arrepentimiento o de lo irreparable. Sí, hay muchas casas con fantasmas así.
De esta manera, la historia de Celestino Navoa, su ascenso en la sociedad cubana, su avidez, sus amoríos y su adinerado destino, es contada por varias personas interpuestas, como si se tratara de cajas chinas: el propio Celestino, que posiblemente embellece u oculta determinados pasajes poco claros de su vida; el periodista que es pagado para dejar constancia de la verdad ajena y que la filtra a través de su desautorizada imaginación; y el propio periódico que publica un texto en el que no pocas veces pone en duda su veracidad y que inventa para hacerlo coherente y atractivo a sus lectores. No son raros los episodios en los que hay más de una versión sobre el mismo hecho.
Si la trama de Una casa respetable es apasionante, resulta a su vez memorable para aquellos que disfruten con una novela estratégicamente bien contada, donde la voz narrativa es tan importante como la propia narración. Jaime Molina ha conseguido contar la historia de tres generaciones de una familia que, por sus peculiares circunstancias, se encuentra envuelta en la penumbra de la degradación y lo abyecto, y ha logrado hacerlo escogiendo con especial cuidado y acierto el punto de vista del narrador, de manera que lo oscuro, cuando salga a la luz, sea más oscuro todavía; que la vergüenza oculta sea aún más vergüenza cuando se hace pública.
Si la intrigante vida del indiano Celestino Navoa ya es motivo suficiente para que el lector se complazca sobradamente con el placer de la lectura, Jaime Molina le deparará una nueva sorpresa a mitad de la novela, en su segunda parte, donde conoceremos el devenir de los Navoa en Granada mediante las figuras de los descendientes del patriarca, su hijo Horacio, y Aquilino, su único nieto.
Ya no hay un texto de memorias sobre el que basarse para reconstruir la historia de la familia, sino que será la memoria colectiva de una ciudad y sus habitantes quienes esclarezcan la verdad sobre lo que ocurrió en la Casa de las Torres hasta el mismo momento de su demolición.
Así, sirviendo de nuevo de vehículo de difusión el Diario del siglo XXI y su sección de Cartas al director, conoceremos el destino de la familia desde todos los puntos de vista posibles: la nieta de una de las sirvientas de la casa, un compañero de instituto de Horacio, el mayordomo de los Navoa, un médico, una persona que fue testigo de la ambigua relación entre Horacio y Federico García Lorca, un viejo periodista de la sección de sociedad, un ingeniero agrónomo,…. y así hasta 44 narradores, cada uno con sus puntos de vista diferentes, cada uno con su conocimiento más o menos cercano a la familia, cada uno con sus prejuicios, sus animadversiones o su amistad hacia los protagonistas, constituyéndose finalmente en una narración plagada de situaciones inesperadas cuya trama, por obra y gracia del escritor, resulta tan coherente como si hubiera sido escrita en tercera persona.
Lo imprevisible y fascinante de esta novela es que cada carta va desvelando, a veces de forma contradictoria, un nuevo aspecto desconcertante de la vida de Horacio Navoa, una vida casi precipitada en el filo del abismo y cuya participación en la historia de la ciudad y del propio país, justamente desde los salones de su respetable casa, resulta absorbente. Y a su vez, la incontrolada existencia de su hijo Aquilino, marcada por la corrupción y el sexo, explicará el destino final de la casa, envuelta en todo momento por la presencia obsesiva del pasado, por esos fantasmas que habitan en los peores sueños de quienes no pueden reprimir el maltrato de sus conciencias.
Una casa respetable es una novela sobre el tiempo: la memoria que nos brindan los años nos la quita el olvido con los años, en esa progresiva disolución en la nada que llamamos vida.
Autor: JAIME MOLINA
© José Luis Alvarado. Septiembre 2023. Todos los derechos reservados. (Cicutadry)