A pesar de ser considerada una novela histórica, sin más, La caída del rey (1902) contiene algunas de las reflexiones sobre el ser humano más sabias que recuerdo. Es cierto que Johannes V. Jensen desarrolló el relato a principios del siglo XVI, que sigue el auge y la caída del rey Christian II, último monarca que gobernó los tres reinos nórdicos, Dinamarca, Suecia y Noruega. Pero afortunadamente, quien quiera saber algo sobre ese reinado tendrá que acudir a los libros de historia, porque en esta novela no se habla de los grandes acontecimientos sino de las pequeñas venturas y desventuras de un personaje, Mikkel Thogersen, que por determinadas circunstancias, lleva una vida paralela, e incluso compartida, con el rey.
Grandes y pequeños personajes
Posiblemente, Johannes V. Jensen concibió La caída del rey con el propósito de retratar, con idéntica sutileza, la azarosa e insustituible vida de los hombres que no dejan rastro de su paso por la tierra, en contraposición con los grandes personajes que, quizá con iguales o peores cualidades, pasan a la memoria de la humanidad.
Mikkel Thogersen, en su época de estudiante, conocerá al rey en una de las muchas francachelas que los soldados organizaban en las tabernas antes de entrar en batalla. En ese momento no es Christian II, sino un joven bien vestido, de ademanes elegantes, pero borracho como los demás, que ni siquiera se fija en el rostro de Mikkel.
A partir de ese momento, la vida de Mikkel muestra su lado más incierto, que lo lleva a la amistad de hombres cuyas cualidades no son precisamente elogiosas, al abandono de los estudios. Y también al vagabundeo por ciudades siempre bulliciosas de soldados, a la vuelta al hogar para encontrarse con la mujer de su vida, que sin embargo lo rechaza, y finalmente a ser correo de mensajes dirigidos a altos cargos.
Un encuentro inaudito
Uno de esos mensajes será para un obispo de gran influencia en el Estado, y quiere Johannes V. Jensen que Mikkel de nuevo se encuentre con el rey en una sauna. Los muestra desnudos, entre el vapor de agua y el calor, iguales en ese momento inaudito, como una especie de preludio de Kafka pero a la inversa, es decir, el personaje siempre termina llegando a lo que precisamente no le interesa.
Deslumbrado ante la (ridícula) presencia del monarca, Mikkel decide hacerse soldado de la guardia real. Poco sabremos del desempeño de esa tarea, porque la trama vira ligeramente hacia otras historias de soldados amigos del protagonista, en la que tampoco los vemos en plena lucha defendiendo unos ideales. Al contrario de cómo imaginamos una vida soldadesca, Mikkel se dedica a la persecución de cuerpos femeninos, uno tras otro, casándose con mujeres o simplemente viviendo con ellas, en una vida de completa disipación. Son estas historias el contrapunto perfecto para la vida ordenada de Mikkel, el cual sí tiene un objetivo claro en la vida, como es la de servir a su señor.
Pero este señor termina convirtiéndose en uno de los reyes más sanguinarios de la historia nórdica. En el llamado Baño de Sangre de Estocolmo -uno de los episodios más fascinantes de La caída del rey-, el autor vuelve a omitir los grandes sucesos. En su lugar, retrata el miedo de miles de suecos atenazados dentro de sus casas, oliendo el humo de los incendios, escuchando el trotar de los caballos daneses que invaden la ciudad.
El rey sanguinario
En este sentido, Johannes V. Jensen se erige como un maestro de la descripción, mostrando las aristas más delicadas de la realidad, la cara silenciosa de la verdad, los sentimientos que no pueden expresarse. En La caída del rey se describe magistralmente el miedo, la congoja, la servidumbre, la falta de confianza, el sangriento devenir de la historia sobre las vidas de los hombres. Johannes V. Jensen es capaz de describir lo indescriptible, aunando la exactitud con el lirismo, posando su mirada en lo inimaginable, en el detalle perdido, en la sensación silenciosa y oculta.
La caída del rey, de la que habla el título de la novela, no se hace esperar, y tras una serie de sonrojantes acontecimientos protagonizados por éste con la intención de volver al trono, es confinado a un castillo para ser recluido de por vida. Como no podía ser de otra forma, Mikkel se ofrece para acompañarlo en su cautiverio a cambio de un mísero sueldo. Señor y lacayo se encuentran finalmente en un mismo lugar y una misma circunstancia que, sin embargo, no los iguala a los ojos del lector avezado.
¿Y cuál es el resultado de una vida vulgar, austera y honrada como la de Mikkel? Sin duda, la soledad. Y el que solo vive, se condena. Tal es la pesimista conclusión del escritor danés: a medida que transcurren los días sin coherencia, el pensamiento se opaca y las evidencias más simples se alejan y te abandonan. Las grandes ilusiones se convierten en incertidumbres, la bondad se torna en odio, y una sed de permanencia en algún lugar nunca se sofoca. Las noches son largas y carentes de paz para los solitarios, para los desprotegidos. Dicha conclusión vale para todos los personajes de esta apasionante y sorprendente novel.
© José Luis Alvarado. Junio 2023. Todos los derechos reservados. (Cicutadry)