REPOSICIÓN
Safo, asociada a la homosexualidad y al lesbianismo, es la poeta más conocida e imitada de la literatura. Pronto se convirtió en personaje literario, en modelo para las escritoras que necesitaban apoyarse en un canon femenino, y en icono de la pintura como prototipo de heroína fatal. Vivió entre la segunda mitad del siglo VII y las primeras décadas del VI a. C., coetánea por tanto de Pítaco el tirano y el poeta Alceo.
Las fuentes para la biografía de Safo son la Enciclopedia bizantina, Suda, y los comentarios de distintos autores como Estrabón, Plutarco, Ovidio, Apuleyo, Cicerón, Séneca, Horacio, Aristóteles, y otros escritores que dejaron testimonio de ella.
La fecha de nacimiento de Safo oscila según los biógrafos entre el 612 y 590 a. C, y la de su exilio en Siracusa, Sicilia, entre el 603-604 y 595-599 a. C. Parece que nació en Mitilene o en Éreso, de familia aristocrática aunque venida a menos, hija de Cleis y Escamandrónimo. Tuvo tres hermanos: Caraxo, Lárico y Erigüío. Caraxo marchó a Egipto para importar vino de Lesbos y allí se enamoró de una cortesana tracia llamada Dórica o Radopis, a quien liberó de la esclavitud arruinándose. Lárico fue copero del pritaneo de Mitilene. El menor, Erigüío, vivía con Safo.
Parece que estuvo casada con Cércilas, un comerciante de la isla de Andros; quizá el matrimonio fue efímero y desde luego no dejó riquezas, pues en sus poemas Safo se quejaba de su pobreza. En cualquier caso la poeta no dependía económicamente de un hombre. Tuvo una hija llamada Cleis.
Se dice que en plena madurez Safo rechazó la propuesta de matrimonio de un joven, y que llegó a una edad avanzada. Su imagen se acuñó en las monedas de Mitilene y Éreso, y se erigieron varias estatuas en su honor.
Si algo ha sido objeto de fascinación en el personaje de Safo es su vida privada. En la misma Antigüedad los poetas cómicos la unen con Arquíloco de Paros e Hyponacte de Éfeso. También se la relaciona con Alceo o Anacreonte. Menandro inventa la historia de su suicidio por amor no correspondio a Faón desde la roca de Léucade. Igual hace Ovidio en las Heroidas. A principios del siglo XIX, Wilamowitz hace hincapié en la castidad de Safo para contrarrestar la imagen homosexual, popular tras la publicación en 1895 de Las canciones de Bilitis de Pierre Louys.
“Lesbiana” en el siglo VI a. C., tenía la connotación de ‘felatriz’ y no de ‘homosexual’; la referencia a Lesbos en la Antigüedad indicaba promiscuidad sexual. A finales del siglo I a. C. encontramos el primer texto donde el gentilicio “lesbia” es usado en el sentido de ‘homosexual’, aunque la asociación entre homosexualidad, Safo y Lesbos es usual en la tradición literaria europea moderna y contemporánea.
Actualmente queda claro el papel de la bisexualidad en la antigua Grecia, pero desde siempre el tabú ha rodeado a Safo; hoy no se discute que las destinatarias de sus poemas y de su amor eran las jóvenes del thiasos, ya fueran sus amigas, compañeras o alumnas. Poco sabemos sobre estas comunidades femeninas, si eran agrupaciones cultuales, coros líricos o “colegios”, si recibían una formación preparatoria para el matrimonio, o si entablaban relaciones sexuales de tipo iniciático. Pero no hay duda de la existencia de prácticas eróticas en el círculo sáfico que no contradicen el estatus de casada y madre de la poeta.
En la Grecia arcaica se admitía la homosexualidad en la relación educativa de hombres y mujeres, y sus huellas se atestiguan en Esparta y en Lesbos. Es posible que existieran instituciones femeninas de este tipo también en Élide, Ténedos y en las colonias minorasiáticas. Donde no parece que ocurriera es en Atenas.
La Antigüedad consideraba a Safo maestra (didaskalos) y a las jóvenes, sus discípulas (mathetriai). La crítica posterior ha considerado al grupo sáfico de distintas formas, para algunos era un thíasos: una cofradía cultual, un grupo de mujeres que tributaban culto a un dios, en su caso Afrodita o las Musas. Para otros, Safo era la directora de un “internado” o “academia” que preparaba a las jóvenes de la alta sociedad para el matrimonio, una paideia sáfica. O bien sería una escuela lírica, pues la propia Safo se refiere a su vivienda como «casa de las cultivadoras, o servidoras, de las Musas». Incluso se pensó que los círculos de Safo y sus rivales, Gorgo y Andrómeda, serían burdeles elegantes.
La crítica contemporánea piensa que Safo era el centro de un grupo de doncellas (parthenoi y kórai), a quienes la poetisa consideraba compañeras (hetaîrai) y amigas (phílai). Un coro lírico, más o menos profesionalizado, que protagonizaba representaciones públicas de canto y danza bajo la dirección de Safo, su corego; los círculos de Gorgo y Andrómeda, mencionados por Safo en su poesía, serían coros rivales. Si la cultura griega arcaica se basaba en el canto, vehículo histórico, religioso y social, precisamente los coros más abundantes atestiguados eran los de chicas adolescentes. El círculo de Safo sería similar al del poeta Alceo, un grupo con intereses parecidos, unidos por lazos de amistad y lealtad, pertenecientes a la misma clase social, con edades e intereses semejantes, que se reúnen en eventos como festivales, certámenes, ceremonias religiosas y banquetes.
Se ha calculado el número de alumnas o amigas de Safo en veinticinco, de las que tenemos pocos datos y nombres: Dica, Girino, Góngula, Irana, Anactoria, Atis, etc. Posiblemente pertenecieron a familias ilustres o acomodadas, y en general no eran lesbias, sino procedentes de lugares más o menos remotos.
Los poemas de Safo son llamados “cantos”, pues fueron concebidos para ser acompañados de música de cítara, flauta o lira (de ahí la palabra lírica). La poesía de Safo está escrita en dialecto eolio-lesbio, y se la incluye en el canon de poetas líricos (Arquíloco de Paros, Alcmán de Esparta, Solón, Estesícoro de Hímera, Anacreonte, Simónides de Ceos, Ibico de Regio, Píndaro y Alceo de Lesbos), que manifiestan sus sentimientos y opiniones; y ponen por escrito sus composiciones.
La obra de Safo constaba, en su edición alejandrina, de nueve o diez libros organizados por la métrica; uno era una colección de epitalamios o cantos de boda con motivos populares que parece que compuso por encargo, lo cual supone un cierto nivel de profesionalización. En total quizá unos diez mil o doce mil versos entre yambos, odas, elegías, epigramas y epitalamios, de los cuales han sobrevivido doscientos fragmentos. Se han conservado dos odas, la llamada “Himno a Afrodita”, o fragmento 2, y la “Oda a una amada”, o fragmento 31, donde muestra los síntomas del amor y los celos.
Los numerosos comentarios dela obra de Safo en la Antigüedad implican que fue muy estudiada. Sus editores fueron los filólogos alejandrinos Aristarco, Aristófanes de Bizancio, y Cameleonte, pero la primera edición moderna fue la de Henri Estienne, en 1566. Desde entonces hasta nuestros días han ido aparecido fragmentos como los que descubrieron en 1897 Grenfell y Hunt en Oxirrinco, El Fayum.
Safo se inserta en la tradición homérica, pero también tiene influjos de la lírica popular. Los temas de su poesía son la familia, la fiesta, el erotismo, el amor y la invocación a los dioses (Afrodita, Hera, Eros, las Musas, las Gracias, etc.). La poeta sólo habla en su obra de su madre, de sus hermanos, de su hija y de sus amigas-amantes, y no alude a su matrimonio ni a amores masculinos. Los poemas carecen de títulos o epígrafes que fueron añadidos por los antólogos. Actualmente las ediciones modernas, basadas en las de F. Lobel y De. Page de Oxford en 1955, y la de A.M. Voigt de Amsterdam, en 1971, numeran los fragmentos.
Safo ha sido sólo objeto de controversia filológica pero también se conviertió en personaje literario casi desde el momento de su muerte: Amipsias, Anfis, Efipo, Antífanes, Dífilo y Timocles escribieron sendas obras tituladas Safo. Con la leyenda de Faón estaban relacionadas una comedia de Cratino, el Faón de Platón (que no menciona a Safo), el de Antífanes, así como las obras tituladas Leucadia de Menenadro, Antífanes, Anfis, Alexis y Dífilo. Horacio cita a Safo en sus Odas. Ovidio generaliza la idea del suicidio en la Heroida XV. Desde el Renacimiento los escritores reinterpretan a Safo: Boccaccio en De claris mulieribus y Petrarca, en Triunfo d’amore. Después los clasicistas Ronsard, Lyly, la Scudéry, Boileau, Racine, la Dacier, Wieland, Verri, Chénier, Hölderlin y Foscolo. Los románticos Herder, Schlegel, Mme. De Staël, la Avellaneda, la Coronado, Wordsworth, Kleist, Byron, Lamartine, Grillparzer, Platen, Balaguer, Leopardi, Mörike, Tennyson y Arnold. También Rossetti, Swinburne, Pascoli, D’Annunzio, Rilke, Baudelaire, Mme. de Noailles, Banville, Verlaine y Louys. En el XIX se publican artículos sobre Safo en prensa y revistas, los poetas se esmeran en traducirla e imitarla, con lo cual llega al gran público.
Las románticas idolatran a la Safo literaria (se conocía poco la real), que une la rebeldía contra las normas convencionales y el suicidio como final. Identificarse con Safo permite a las escritoras remontarse a la tradición lírica de la Antigüedad, esto les da autoridad poética y libertad para hablar de amor, placer y pasión.
Safo en la plástica
La imagen erótica femenina con la excusa mitológica o histórica es consustancial a la historia del arte. Y aunque el mito de la homosexualidad se encarna en Safo de Lesbos, su representación por lo general se ha basado en el episodio espúreo de su suicidio por amor. La imagen de Safo ha sido frecuente en la plástica, pero el siglo XIX, el más sensible al mito, representa a una Safo morena, unida a su lira, en espacios oscuros y agrestes como acantilados, rocas y grutas, junto a flores cortadas, símbolo de fugacidad de la vida. Otro de los elementos que suelen acompañarla son las aves, el mar, Pegaso y la Esfinge. Safo se convierte en una imagen femenina fúnebre, es la moda que reclama un papel erótico activo para las heroínas dentro de una iconografía melancólica.
La inclusión de la leyenda de Faón en la biografía de Safo, popularizada por Ovidio y que presenta a la poeta despeñándose por la roca de Léucade ante la insensibilidad de su amante, es un conglomerado de leyendas. Faón era un personaje legendario que pertenecía al ciclo mítico de Afrodita, como Adonis; un símbolo del florecer y marchitarse de las plantas. El mito dice que era un barquero de Lesbos a quien Afrodita le concedió juventud y poder de seducción. Las mujeres de Lesbos se enamoraron de él e incluso la propia Afrodita. Parece que Safo trató esta leyenda según Paléfato, Comes Natalis y Plinio.
Otra cuestión era el salto desde la leukás pétra, la peña blanca, que otorgaba el olvido de los males. Tirarse de la roca no era suicidarse, sino liberarse de preocupaciones y obsesiones, era una solución que traía el olvido y la paz interior. La λευκας πετρα existiría en muchas partes (Calcis, Magnesia y Bósforo), pero la que adquirió más celebridad fue la de Léucade.
La vinculación novelesca entre Faón y Safo se produce en la comedia ática. Ovidio sancionará la leyenda del suicidio pasional en una de sus Heroidas, la colección de epístolas apócrifas dirigidas por heroínas míticas a sus amantes.
Testimonios de Safo
Eusebio en Crónica dice que en la Olimpiada 45.I (años 600-599 a. C.) ya se la consideraba ilustre. Estrabón, en Geografía, dice que es digna de admiración porque no ha surgido en la literatura otra poeta como ella. Aristóteles, en Retórica, dice que los habitantes de Mitilene honran a Safo aunque fuera una mujer. Horacio, en Epístolas, la llama “mascula Sappho”, esto es ‘Safo viril’, aunque Porfirio aclara que era por ser poeta en un mundo de varones, y Dionisio Latino indica que no era ni corrompida ni impúdica. Máximo de Tiro la comparó con Sócrates, pues cada uno se consagró a sus afectos, ella con las mujeres y él con los hombres, amaban a muchos y se dejaban dominar por los hermosos. Taciano, en Discurso contra los griegos, dice que Safo es una mujerzuela ninfómana y prostituida que cantaba su propia lujuria. Cicerón, en Discurso contra Verres, dice que existió una estatua de Safo ejecutada por Silanión que fue sustraída del pritaneo por Verres. Plutarco, en Sobre la música, dijo que de ella aprendieron los trágicos. Apuleyo, en Apología, dice que Safo es voluptuosa, insolente y dulce. Ovidio, en Tristes, dice que Safo instruyó en amores a las muchachas. Plutarco, en Virtudes de mujeres, dice que los poemas de Safo y los de Anacreonte son iguales, ya que en el arte poético (y el profético) son iguales los hombres y las mujeres. Platón, en Antología Palatina, aclara: «Dicen unos que nueve son las Musas. Qué negligencia. Que sepan que la décima es Safo la de Lesbos».
Ya en la Ilíada y la Odisea, ca. siglo VII a. C., aparece una lírica popular oral: uno o varios coros cantaban, danzaban, dialogaban e incluían mimo, dirigidos por un exarconte o corego que a la vez era el solista, en bodas, entierros, banquetes, victorias, cosechas y otras ocasiones. La introducción de la escritura, seguramente en Rodas o Chipre en el siglo VIII a. C., supone para el solista improvisador la oportunidad de fijar el texto para siempre. El alfabeto griego sólo es accesible para la minoría, el saber se trasmitía a través de recitales épicos y representaciones corales, mientras que los textos escritos no tenían una función divulgadora. De esta lírica popular nace la lírica literaria y el teatro.
Entre los fundadores míticos de la lírica tenemos a Orfeo; en el siglo VIII a. C. aparece Eumelo de Corinto; en el siglo VII a. C. Arquíloco de Paros, Terpandro, Estesícoro de Hímera, Alcmán de Sardes, Safo y Alceo. Entre el siglo VI y V a. C. tenemos a Píndaro. De la mayoría de los poetas conservamos sólo el nombre. A la Biblioteca de Alejandría llegaron algunos, otros son conocidos por testimonios indirectos de época clásica, helenística y romana; o se han conservado fragmentariamente en papiros. Si no fueron pasados a los códices de pergamino en los siglos IV y V d. C. no llegaron a las bibliotecas bizantinas y los hemos perdido.
La lírica literaria coincide en el siglo VII con la introducción en Grecia, desde Asia Menor, de la cítara, la lira de siete cuerdas y la doble flauta; es contemporánea del desarrollo económico, político e intelectual de la ciudad-estado y el triunfo de la aristocracia. Son importantes las fiestas de las ciudades y de los santuarios como Delos y Delfos, en cuyos agones o concursos se dan a conocer los artistas, continuadores de los antiguos aedos. Desde Terpandro el poeta incluye en el poema su sello o firma. En esta época convivían en Grecia la épica, la poesía hesiódica, la lírica coral y la monodia, que incluía la hímnica (por aedos profesionales, viajeros, como los que cantaban la épica, para las fiestas públicas); la elegía (cantada al son de flauta por poetas locales como Arquíloco, Solón y Teognis); el yambo (cantado o recitado al son de un instrumento de cuerda con temas satíricos y eróticos); y la mélica (cantada por autores locales para fiestas y banquetes de círculos cerrados desde el VI y V a. C., donde destacan Alceo, Safo y Anacreonte. A través de Horacio y los poetas latinos es la raíz de la lírica actual.
Pero Safo no estaba sola, hubo otras poetas. La crítica alejandrina elaboró un canon de poetas líricos, es decir una lista convencional de autores: Alcmán, Estesícoro, Íbico, Simónides, Alceo, Safo, Anacreonte, Píndaro y Baquílides. Es posible que los antiguos poetas se perdieran porque no entraran en este canon y no fueran editados en Alejandría, o quizá no formaran parte del canon porque ya estaban perdidos en la época en que se elaboró. Entre estos poetas de los que sólo hay referencias y fragmentos tenemos a los representantes de la lírica monódica de Grecia, formada principalmente por mujeres: Telesila de Argos, Mirtis de Beocia, Praxila de Sición y Corina de Tanagra, todas en el siglo VI a. C. y comienzos del V a. C. En el siglo IV a. C. tenemos a Erina. Corina presenta a Mirtis rivalizando con Píndaro. La Suda y Pausanías presentan a Corina como discípula de Mirtis y rival victoriosa de Píndaro en varios agones. En Argos se atribuían los coros de hombres y mujeres a la conmemoración de la hazaña de Telesila –que compuso himnos a Apolo y Artemis–, cuando disfrazó de hombres a las mujeres de Argos para defenderla del rey espartano Cleómenes; Praxila de Sición compuso himnos a Dionisio y Artemis, y escolios para banquetes. En Sición también tenemos a Sillis. De Mirtis de Beocia se conoce la historia de Ocna y Eunostos. Corina de Tanagra compuso sobre leyendas beocias (los siete contra Tebas, las hijas de Minias, el Escudo de Atenea, Orión, etc.), y fue editada en el siglo III a. C. Otros nombres conocidos son: Helena, Cidides (siglo VII a. C.), Erinona, Melinno, Miro de Bizancio (siglo III a. C.), Cleobulina o Eumetis (siglo VI a. C.) y Erifanis.
La Lesbos de Safo
En la Grecia de Safo, a mediados del siglo VII a. C. cayeron las monarquías patriarcales homéricas y surgieron las aristocracias locales. La isla de Lesbos era uno de los centros más prósperos, cerca de Asia Menor, Lidia y la Tróade, situada en la ruta hacia el Mar Negro, y Mitilene era su principal puerto debido a su ubicación: puerta del Helesponto, lugar de paso entre Oriente y la Hélade. Lesbos estaba relacionada comercialmente con Babilonia, Egipto, Lidia y Tracia; y tenía ambiciones sobre Asia, así las campañas contra Atenas en Sigeo (Tróade) en la entrada del Helesponto, y contra Eritras. Había establecido asentamientos en la Tróade, fundó Sesto y Mádito en el Quersoneso Tracio, y Eno en la desembocadura del Hebro. Lesbos era una importante avanzada griega en Oriente, y en la Ilíada se presenta como tierra asiática vasalla de Príamo, dominada luego por Agamenón. La orientación filoasiática cambia por la filogriega con el matrimonio entre Pítaco y una Pentílida descendiente de Orestes (quien supuestamente colonizó la isla).
De los siglos VII a VI, el undo que le tocó vivir a Safo, las ciudades griegas afrontaron disturbios internos que desembocaron en guerra civil. Surgieron los gobiernos tiránicos que crearon un clima estable económica y culturalmente. En Lesbos hubo un régimen aristocrático, nobles como Melancro o Mírsilo tuvieron que aliarse con plebeyos para luchar contra otros nobles; mientras plebeyos como Pítaco se aliaron con familias nobles para hacerse con el poder. Fue un momento de transición en el cual hubo destierros, confiscación de bienes, matrimonios mixtos y traiciones; aunque la aristocracia mantuvo sus formas de vida, sus reuniones, lujo y refinamiento; eso sí, sufriendo los enfrentamientos entre Pentílidas y Cleanáctidas que desencadenaron luchas y exilios como el de Safo en Siracusa, aunque Pítaco, el tirano elegido, facilitó el retorno de los exiliados.
El desarrollo económico e intelectual se reflejó en la sensibilidad artística lesbia, en una sociedad elegante, vital y sensual, donde triunfa la individualidad sobre el anonimato, el presente sobre el pasado y la realidad sobre el mito. Que Lesbos resultara fundamental en la lírica literaria (la leyenda dice que allí llega la cabeza de Orfeo, decapitado por las bacantes) es debido a distintos factores como la introducción de la lira de siete cuerdas, el influjo asiático y el florecimiento de los santuarios, ciudades y agones musicales. Es una poesía de celebraciones privadas en simposios, bodas, o fiestas populares en honor de Afrodita y Dionisio. En torno al 600 a. C. destacaron dos aristócratas: Safo y Alceo, que sólo habían salido de la isla con ocasión de sus destierros, no fueron poetas viajeros profesionales, sino que usaron la poesía al servicio de sus respectivos bandos (hetería, club o grupo de amigos) y de sus intereses y sentimientos. Además, en Lesbos alcanzaron las mujeres un grado de cultura y libertad que no tuvieron en otras ciudades donde eran meros instrumentos de reproducción: las lesbias salen de casa, se reúnen en tertulias, en grupos religiosos y celebran los kallisteía (concursos de belleza).
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Para saber más
M. Fernández Galiano, Safo, Madrid, Fundación Pastor de Estudios Clásicos, 1958.
Safo, Lírica, Madrid, Gredos, 1982, ed. de P. Rodríguez Adrados.
Eva Cantarella, Según natura. La bisexualidad en el mundo antiguo, Akal, 1991.
Juan Francisco Martos Montiel, Desde Lesbos con amor: homosexualidad femenina en la Antigüedad, Ediciones clásicas, 1996.Ana Iriarte, Safo (siglos VII/VI a. C.), Madrid, Ediciones del Orto, 1997.
Safo, Poemas y testimonios, Barcelona, Acantilado, 2004, ed. de Aurora Luque.
Imágenes
A partir del óleo de John William Godward, Safo, 1910, colección privada.
A partir del óleo de Charles Gleyre, El aseo de Safo, siglo XIX, colección privada.
A partir del óleo de John William Godward, En los días de Safo, 1904, Museo J. Paul Getty de Los Ángeles.
A partir del óleo de Auguste Charles Mengin, Safo, 1877, Museo de Arte de Mánchester.
A partir de uno de los numerosos cuadros que Gustave Moreau dedicó a La muerte de Safo, siglo XIX.
A partir del óleo de Alma-Tádema, Safo y Alceo, 1881, colección privada.
© Ana Morilla Palacios.Junio 2023. Todos los derechos reservados.