CRIMINALÍSTICA 03. La ciencia del pequeño detalle
— Dr. Sergio A. Fernández Moreno
—> La Criminalística y la ficción están íntimamente relacionadas, ya que en esta, que hasta ahora hemos descrito como «La ciencia del pequeño detalle», no hay criminalista que se haya resistido a lo largo de su breve historia a soñar sobre nuevos descubrimientos y modos de identificar y atrapar al delincuente, es por ello que mi historia de la Criminalística se inicia en la ficción de Arthur Ignatius Conan Doyle11 con el detective Sherlock Holmes, experto boxeador y esgrimista de palo y espada, aficionado a estudios tan diversos como la literatura, la música, la política, la filosofía, la astronomía, la botánica, la geología, la química, la anatomía y, como no, las leyes y a su inseparable amigo/enemigo el Dr. John H. Watson, médico militar que complementaria con sus saberes en medicina la diversidad de conocimientos que esgrimía en su desparpajo el famoso detective.
Es quizá este legado de ficción, el que crea o dicta el camino de la que después sería la Criminalística actual, donde se mezcla la multidisciplinariedad con las cualidades detectivescas para profundizar en los precarios indicios que el delincuente depositó en la escena del crimen y que más adelante, y tras su detallado análisis, nos llevarán hasta él.
Apartándonos del camino de la ficción, pero sin dejar de tenerla como referencia, nombraremos a aquellos padres de la Criminalística que le aportaron conciencia y ciencia, destacando entre otros al que fue famoso por ser el primer detective francés, anterior a Pinkerton, en 1811, Eugène François Vidocq, panadero, soldado, delincuente y posteriormente escritor, definió la primera lofoscopia utilizando moldes de recogida de huellas y también realizó los primeros estudios antropométricos y de balística, aunque fue 1823 cuando el anatomista, fisiólogo, botánico checo Jan Evangelista Purkyně, el que abundando en la dactiloscopia del anterior describió los tipos de huellas dactilares y las clasificó en nueve grupos, a esto siguieron también en este mismo año 1823, los estudios del alemán, también anatomista y embriólogo F. Emilio Huschke14, que puso de manifiesto la existencia de los relieves triangulares, conocidos hoy como los deltas, existentes en las huellas dactilares.
En 1835 el eugenista y psicólogo estadounidense Henry Goddard, aparece en escena como precursor de la Balística, completando los incipientes, aunque no por ello menos novedosos, estudios de Vidocq.
Henry Goddard -uno de estos «peculiares investigadores»- al observar un proyectil extraído del cuerpo de la víctima de un asesinato, se percató de la existencia de una llamativa protuberancia o abultamiento en ella. Como en aquella época las armas de fuego eran de avancarga y los tiradores, habitualmente, hacían sus propios proyectiles con plomo fundido mediante un molde o turquesa, nuestro avezado investigador pensó que si encontraba el molde con el que se había realizado el proyectil encontraría al asesino. Con esta idea, Goddard comenzó a registrar las casas de los sospechosos y, cuando procedía al registro de la vivienda de uno de ellos, al examinar el molde con el que el propietario fabricaba los proyectiles de plomo, nuestro experimentado investigador pudo observar claramente que en el interior de la turquesa había una pequeña hendidura. Utilizando este molde, procedió a fabricar un nuevo proyectil (testigo) y lo comparó con el que se extrajo anteriormente del cuerpo de la víctima (dubitado), comprobando que los abultamientos de ambos proyectiles eran idénticos sin lugar a duda, lo que hizo que posteriormente el asesino confesara su crimen. Iniciándose de esta forma el un nuevo método de investigación.
Como podemos apreciar, este principio de siglo rondó en torno a la balística y la dactiloscopia, no siendo hasta el año 1840 cuando el químico, médico y célebre cantante español Mateo Orfila, introdujo un nuevo campo de la Criminalística real, siendo el precursor de la Toxicología Científica y no fue hasta 1879 cuando el antropólogo, médico y estadista francés Alphonse Bertillon, comenzó a utilizar el método antropométrico, basado en el registro de las diferentes características óseas métricas y cromáticas de las personas mayores de 21 años en 11 diferentes partes del cuerpo.
Mateo José Bonaventura Orfila (1787-1853) estaba llamado a hacer grandes cosas. Con tan solo 14 años ya se dedicaba a impartir clases de matemáticas. Orfila, un joven autodidacta que creció en el seno de una familia de comerciantes, es considerado el padre de la toxicología forense al establecer las bases sobre las que se asentaría esta disciplina.
El padre de Mateo quería que su hijo fuese marino, pero él se decantaba más por las ciencias: quería estudiar la carrera de medicina, por lo que contactó con el profesor de origen alemán Carlos Ernst Cook, quien tenía una escuela en Mahón (Menorca), lugar de nacimiento del propio Mateo. De este modo, el joven balear recibió una educación elemental en matemáticas, ciencias naturales y física.
En la isla no podía estudiar Medicina, así que viajó a Valencia para asistir a la Facultad de la ciudad. Allí encontró carencias educativas, de modo que sacó a relucir su lado más autodidacta y decidió aprender química por sí solo a través de las obras de los principales autores franceses y de pequeños experimentos que realizaba en su casa. Pero Mateo no estaba contento en Valencia, de modo consiguió una beca para continuar sus estudios en Madrid y, posteriormente, en París.
Así vamos apurando el siglo XIX, en el año 1885, con el antropólogo, geógrafo, explorador y polímata británico Sir Francis Galton18, que realiza ya una clasificación de las impresiones dactilares, «Fingerprint Directories»
Sir Francis Galton (Duddeston, 1822-Haslemere, 1911). Antropólogo y geógrafo inglés. Estudió medicina en el hospital de Birmingham, en Londres y en Cambridge. Terminados los estudios en 1844, emprendió (como su primo el gran Charles Darwin, y también como muchos estudiosos ingleses de la época) una larga serie de viajes: así, entre 1845 y 1846 estuvo en Sudáfrica, y en 1850 exploró el Damaraland en el sudoeste africano. Fruto de tales andanzas fueron dos libros: Explorer in Tropical South Africa (1853) y Arte de viajar (Art of Travel, 1855). En 1860 emprendió un nuevo viaje, esta vez a España. Su contribución a la teoría de la herencia (leyes de la regresión filial y de la herencia ancestral) gozó de mucha popularidad en su tiempo, pero pronto se vería superada por el desarrollo de la genética de Mendel y Weismann.
En cambio, sus estudios de estadística, dedicados sobre todo a la investigación de las correlaciones de los caracteres cuantitativos, conservan todavía un cierto valor.
Siempre en el campo de la antropología, son también dignos de nota sus estudios sobre las huellas digitales, hechos a finales de siglo. En los últimos años de su vida se preocupó mucho por los problemas de eugenesia, en conexión con sus puntos de vista sociales, esencialmente maltusiano-conservadores. A este problema dedicó muchos escritos, entre los que resalta Essays in Eugenics (1909); antes de morir dejó establecido en su testamento un legado para la fundación en Londres de un instituto destinado al estudio de la eugenesia.
© Dr. Sergio A. Fernández Moreno. Junio 2023