“Mamíferos”, de Virtudes Olvera

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GOZAR DE CADA SORPRESA

Si nunca han leído a Virtudes Olvera, les puedo asegurar que la primera vez que lo haces te preguntas: ¿Pero esto qué es? ¿Qué ha pasado aquí? Porque sus relatos no nos dejan indiferentes, y esa es, sin duda, la mejor carta de presentación de un escritor.

La primera vez que yo leí a Virtudes, su anterior libro, solo me dediqué a disfrutar, a ser un lector que se sorprende y goza de cada sorpresa. Pero cuando toca analizar, como es este caso, no tengo más remedio que preguntarme por qué. ¿Por qué no deja indiferente? ¿Por qué es una sorpresa tras otra? ¿Por qué disfruto tanto de los relatos de Virtudes Olvera?

Para responder a estas preguntas he reducido a tres los elementos sobre los que gira este análisis: los personajes, las historias y el estilo narrativo.

Comienzo por los personajes, que es lo primero que a mí me llama la atención en la lectura. De forma genérica, después hablaré de algunos de ellos, nos encontramos unos personajes que, si bien al principio pueden parecer diferentes, especiales, luego te das cuenta de que muchos son personas normales, que podrían ser nuestros vecinos. Pero todos tienen una mochila de tristeza o de penurias colgada a la espalda. Nos encontramos por ejemplo a tres abuelas de las que vemos sentadas en la puerta de una casa tomando el fresco, personajes rurales, un ama de casa sin ilusiones, una familia que viaja al pueblo…

La autora tiene claro que todas las personas tenemos una historia que merece ser contada, y da la impresión de que ella, cuando va por la calle o se sienta en una cafetería, no ve personas, ve historias, ve algo importante que contar tras esos ojos humedecidos o esas manos temblorosas, o detrás de la risa.

También nos encontramos esos personajes que, por definirlos de alguna manera, podríamos situar más al margen. Para entendernos, podrían ser personajes de las películas de Almodóvar en los años 80 y 90. Y es que a la autora le interesan las fronteras, pues en ellas, en los límites, es donde el ser humano es capaz de cualquier cosa.

Por cierto, no duden ustedes de que algunos de sus personajes, o muchos, son reales, que las historias han sucedido y, por tanto, nuestra capacidad de asombro está más que justificada.

Pasemos al segundo punto, las historias. Yo creo que Virtudes lo que hace es contarnos la otra vida en sus relatos. Todos nosotros pasamos la vida viendo rostros o situaciones a diario sin detenernos. Ella se para y nos cuenta las vidas, las historias que hay detrás de esos rostros, de esas situaciones. Y eso nos zarandea. Eso nos conmueve. Eso nos sorprende. Y eso que ella hace, es un don.

Pero, ¿qué tienen estas historias en común? Son historias duras. Pueden ser bonitas, pero duras; tiernas, pero duras; o duras a secas. En ellas suele haber soledad, miedo, desilusión…

Muchas de estas historias están, además, situadas en una época anterior, hace 50 o 60 años, una época muy difícil en nuestro país. Volvemos así a los márgenes, a las fronteras donde el ser humano se muestra desnudo y capaz de cualquier cosa.

Con todo esto que venimos hablando de los personajes y las historias, parece que estuviéramos ante un libro triste, desesperanzador. Pero al leerlo, no es esa la impresión que nos da. Pese a la dureza de las condiciones de vida que se plantean, los personajes son fuertes, luchadores, resilientes. Asumen la dificultad y tiran siempre hacia adelante.

Hablemos ahora del estilo narrativo. Porque no basta con crear personajes llamativos e historias interesantes. Luego, hay que saber contarlas. Y ahí entra la técnica. Esto es como construir edificios: se me puede ocurrir una idea maravillosa para un rascacielos, pero cómo no sepa hacer bien los cimientos, el edificio se me viene abajo. Y Virtudes Olvera controla la técnica con maestría. Incluso va un poco más allá.

Por ejemplo, con los narradores. Normalmente en todos los libros hay un narrador. Normalmente en estos relatos hay un narrador. Pero a veces hay más. Dos. O tres. Y juega con los tiempos, con los presentes y los pasados, lo que da a la historia amplitud de perspectivas, proporcionándoles una riqueza tremenda.

Otro elemento que destaca en sus relatos y que los convierte en especiales son esos toques líricos que introduce, de forma salpicada y que le aportan una belleza, una intensidad, que hace imposible que no se deslice un suspiro incontrolado. Habla por ejemplo de preñar las zanjas de semillas, de bombillas que tartamudean o de moverse con pies de nube.

Aunque en general la narración es sencilla y cruda, a veces también se desmarca con algún relato más lírico en su conjunto, como es el caso de “Lamancha y Lanube” o “El niño que murió contento”, que es uno de los cuentos más bonitos que he leído en mi vida. Incluso hay uno, “Space Man”, que es toda una alegoría que desarrolla de forma paralela el despegue de un cohete espacial con el despegue hacia la libertad de una mujer maltratada. Hacer esto, y que quede así de bien, requiere de una gran maestría técnica.

Una vez analizados estos tres elementos que anuncié al principio, quiero detenerme en el último relato: Los horizontes del suelo.

Podría parecer que es un conjunto de relatos sobre la postguerra civil. Pero no es una cosa ni la otra. Al menos para mí.

No es un conjunto de relatos porque nos va contando la historia de varios personajes que se relacionan entre sí, que crecen y evolucionan, y por lo tanto estamos siempre en la misma historia.

Y con respecto a la época histórica en que se sitúan, es cierto que se ha escrito mucho sobre ello, sobre la guerra civil y los años posteriores, pero para mí lo que cuenta es diferente, porque nos habla de las otras vidas, porque tiene la capacidad de llegar donde otros no llegan o no se les ocurre si quiera llegar. Cuando se habla de la guerra civil se habla de los combates, de los muertos de las trincheras, de los que se escondieron, pero, ¿quién habla de la vida de los huérfanos? ¿Quién nos habla del día a día, de convertir en normal la atrocidad? ¿De lo importante que es tener el cuerpo de los muertos para velarlos? “Y porque el muerto estaba, se reunían los vivos al costado. Y porque el muerto era, le lloraban”.

Termino como empecé. Mamíferos es un libro que no deja indiferente a nadie, que nos lleva, que nos trae, que nos envuelve como una ola y cuando parece que vamos a quedarnos sin aire, nos devuelve a la vida para que podamos esperar la siguiente ola.

Sobre la Autora:

Virtudes Olvera (Girona, 1974) pasó los primeros años de la infancia en Cataluña hasta que sus padres decidieron regresar a Granada. Él de Cádiar, ella de Pitres, echaban de menos su tierra. Después de licenciarse en Derecho, ejerció como abogada en su propio despacho profesional, hasta que opositó al Ayuntamiento de Granada, del cual hoy es funcionaria. Tras toda una vida como lectora y narradora de historias, comenzó a escribir y en 2019 ganó el Concurso de Cuentos de la revista Adiós Cultural (Madrid) y en 2020 quedó finalista del Concurso de Relatos de Ideal y del Certamen de Micorrelatos Javier Tomeo. Ha sido guionista y actriz del grupo de teatro amateur Cutre Chou, actriz en el cortometraje Reinvention-K 365D y co-guionista del cortometraje Reinas, ambos del director Pepe Luis Pareja. Formada en los talleres de Cristina Gálvez, Alfonso Salazar, Olalla Castro y Jesús Ortega, actualmente se encuentra «secuestrada» por la escritura de su primera novela.

© Juan Carlos Rodríguez Torres

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