Estamos, para decirlo en pocas palabras, ante un monumento literario, de esos que la vida nos regala a los mortales para que nos demos cuenta de dónde está el simple entretenimiento y dónde está la excelencia en el terreno de la literatura. Desde la primera hasta la última página, pura magia narrativa. Cartarescu -si había alguna duda de sus merecimientos para el Nóbel con Theodoros queda despejada- nos lleva de la mano de la épica para retratar la historia de una ambición desde el nacimiento de Theodoros en Valaquia /Rumania) hasta su recorrido por el Archipiélago griego, Etiopía donde se corona como emperador y Judea en los tiempos de Salomón y su relación con la reina de Saba. No es solo la grandiosidad de la historia, sino la maestría del narrador. Insuperable. No creo -yo al menos no he leído a ninguno- que pueda hacer sombra a Cartarescu hoy en día. Y quiero también resaltar la labor de la traductora, Marian Ochoa, porque no es difícil imaginar que parte de la culpa de esta maravillosa novela es suya.
Desde una atalaya celestial, la voz omnisciente utiliza la segunda persona para narrar esta enloquecedora historia. Era hijo de los siervos Gligorie el Bonetero y Sofiana, una gran contadora de historias de la Grecia clásica y con un único sentido en su vida: ser madre de Theodoros. Sentido que resumía en la epístola de S. Pablo a los Corintios sobre el amor. A través de caminos siempre inescrutables Theodoros, personaje histórico, llegó a emperador de Etiopía tras aterrorizar el Archipiélago griego y ejercer como un déspota inhumano y salvaje para el que no podría haber perdón. Como es de suponer, el camino que recorre este pirata, bandido y terror de los mares está lleno de aventuras y hazañas teñidas de sangre, de asesinatos que muestran un salvajismo inimaginado, de una deshumanización capaz de enrojecer a una piedra. Inteligente y contradictorio, gran lector, conocedor de la historia de Alejandro Magno, de filósofos varios para aprender que lo no se gana con Dios se puede conseguir con su adversario. Había que conocer todo sobre Etiopía, y todo lo conoció mientras estuvo en el monasterio.
Luego usa la tercera para, dentro de lo que significa una epopeya fabulosa, mezclar historias, leyendas, relatos esotéricos y mitológicos, fantasías de todo tipo o herejías cristianas; relatos de ayer y de hoy, de los tiempos lejanos de antes de Cristo, de la Biblia y sus miles de protagonistas, de la reina de Saba y de Salomón y sus descendientes judíos etíopes (por tanto, negros), de los primitivos cristianos y sus doctrinas, de las condenas al disidente, de la lucha permanente por el poder. El poder, la ambición del poder como eje de la vida, un objetivo del que no se separa cueste lo que cueste y caiga quien caiga y de la forma que sea pues, para este tipo de personajes, la palabra humanidad es solo eso, una palabra.
Más allá de la delirante historia, de su epopeya en busca de las siete islas del Peloponeso griego -SAVAOTH- y del Arca de la Alianza, del hecho de que Cartarescu haya partido de unos hechos históricos para ofrecernos una novela, y como tal, ficción, el talento narrativo del autor nos hace percibir los hechos como algo no solo verosímil, sino real. Además, las precisas y preciosas descripciones de los elementos que conforman el vivir de cada uno, de personajes y vestimentas, que de alguna manera ya conforman a esos personajes, nos dan a entender sus caracteres y en ocasiones hasta su comportamiento.
Para todo aquel cuyo afán por la lectura vaya más allá del simple entretenimiento, para quien guste de la literatura de verdad, para quien sepa que es un bien tan preciado como escaso, vayan a la librería o la biblioteca más cercana y no lo duden. Theodoros es algo especial, diferente. Podría seguir escribiendo páginas y más páginas sobre ella, esbozar una crítica al uso, trazar una sinopsis, contar los pormenores que más me han cautivado, resaltar párrafos de gran belleza, pero lo dejo en algo más personal, en lo que me ha transmitido, lo que me ha emocionado. Léanla, no se arrepentirán. De este libro y de su autor, vamos a oír hablar mucho. Y bueno.
Yo ya he empezado a leerlo de nuevo.
© Antonio Tejedor