Reflexión sobre el olvido y la transformación del género
Premisa: Soy un apasionado lector de novelas de intriga policíaca y criminal, en todas sus variantes, especialmente la Novela Negra y sus múltiples subgéneros como la novela social o rural, entre otros. Pese a que estas narrativas encuadran a sus lectores en tramas apasionantes, a menudo rompen con las fórmulas tradicionales que definieron a la auténtica novela negra.
Recientemente leí la frase: «Hoy día se lee poco, aunque se escribe mucho». Esta observación resuena profundamente en el contexto de la novela negra. Actualmente, los narradores modernos logran sorprendernos con investigaciones intrigantes que emergen como amapolas en primavera, aunque estas no siempre se ajustan a los parámetros establecidos por los maestros de la auténtica novela negra. Hace más de cuatro años, leí una novela que, clasificada como negra, se desarrollaba en el planeta Marte y protagonizaba un detective que viajaba en taxis aéreos semiautomáticos. Este ejemplo ilustra cómo las fronteras del género se han ampliado hasta el punto de diluir su esencia original.
No pretendo enumerar las muchas formas en que los narradores contemporáneos encuadran sus obras dentro del género. Sería una tarea prolija, no obstante destacaré especialmente las novelas ambientadas en épocas pretéritas, donde personajes históricos son rescatados para deleite de las editoriales comerciales, con poca o ninguna similitud con la literatura bien escrita, aprovechando la vanidad del autor y las oportunidades de adaptación cinematográfica.
Reconozco que esta expansión del género también refleja una evolución necesaria y saludable en la literatura, permitiendo que la mal llamada novela negra explore nuevas fronteras y temáticas, conectando con una audiencia más diversa y contemporánea. La creatividad de los autores al combinar elementos de ciencia ficción, historia y en ocasiones, crítica social. Diría que demuestran la capacidad del género para adaptarse y reinventarse, a veces sin perder la denuncia y reflexión sobre la sociedad. Personalmente discrepo de la fusión de este tipo de fórmulas narrativas abandonando la pureza del género. En efecto, soy rigorista del género negro.
A mayor abundamiento, en el ámbito de la novela negra; si bien se destaca el festival más antiguo de este género en España: la Semana Negra de Gijón, creada en 1987 por el escritor Juan Cueto, entre otros; ha inspirado una proliferación de eventos similares que, se multiplican y diversifican en actividades, pero a menudo, carecen de originalidad. También se advierte la constante presencia de los autores más conocidos y apoyados por las editoriales en casi todos estos festivales, lo que parece más una competición de popularidad que una celebración literaria. En este proceso, muchas voces emergentes quedan invisibles, perdiendo la oportunidad de ser reconocidas y potencialmente exitosas.
Es necesario destacar que los padres de la novela negra española dejaron una marca profunda al reflejar el tipo de sociedad en que se desarrollaban sus historias. Debemos considerarlos como cronistas de su tiempo, que sin adornos ni presiones externas, plasmaron la realidad de su época, y aunque algunas de sus obras han sido llevadas al cine, su legado literario sigue siendo su mayor contribución.
La novela negra española tiene una historia rica y compleja, anclada en la tradición literaria que explora las sombras de la sociedad a través de narrativas densas y personajes complejos. En este contexto, los padres de la novela negra, como Manuel Vázquez Montalbán, Francisco González Ledesma, Andreu Martín y Juan Madrid, han sido fundamentales en la configuración del género.
Manuel Vázquez Montalbán es una figura insigne del género. Su detective Pepe Carvalho no solo resuelve crímenes, sino que también es un testigo crítico de la realidad española post-Franco, reflejando las tensiones políticas y sociales de la época. A través de sus novelas, Montalbán ofrece una radiografía de la transición española y de la vida urbana en Barcelona, convirtiéndose en un cronista imprescindible de la historia contemporánea.
Francisco González Ledesma, con su seudónimo Silver Kane, no solo cultivó el género negro sino también el western y la novela de aventuras. No obstante, su obra más emblemática en el género negro es «Crónica sentimental en rojo», que ganó el Premio Planeta en 1984. Sus historias se caracterizan por un profundo sentido de la realidad social y una mirada crítica hacia la corrupción y el poder.
Andreu Martín es otro pilar de la novela negra española, cuya obra destaca por la agudeza de sus tramas y la complejidad psicológica de sus personajes. Con una prolífica carrera, Martín ha explorado diversos matices del género, desde la novela policíaca más clásica hasta enfoques más contemporáneos y experimentales.
Juan Madrid es una figura clave en la novela negra española, conocido por su estilo directo y crudo que retrata sin concesiones las realidades más oscuras de la sociedad. Sus personajes suelen ser antihéroes atrapados en un mundo de corrupción y violencia, reflejando la complejidad y el cinismo de la vida urbana. Con obras como «Días contados» y «Grupo de noche», Juan Madrid ha cimentado su lugar como uno de los maestros del género, ofreciendo una visión crítica y desgarradora de la España contemporánea.
Estos autores no solo definieron el género, sino que también establecieron un estándar de calidad y profundidad que a menudo se ve olvidado en la proliferación de subgéneros actuales. La novela negra de hoy, en su afán de innovar y abarcar nuevas temáticas, corre el riesgo de perder la esencia crítica y realista que caracteriza a las obras de estos maestros.
A lo largo de los años, la novela negra ha evolucionado, diversificándose en subgéneros como la novela social, que aborda problemas contemporáneos como la inmigración y la corrupción política, o la novela rural, que traslada las tramas criminales a contextos más rurales y alejados de los grandes centros urbanos. Aunque esta diversificación puede enriquecer el género, también puede diluir su esencia original si no se mantiene el enfoque en la crítica social y la profundidad de los personajes.
La proliferación de festivales como la Semana Negra de Gijón han ayudado a consolidar y popularizar el género, creando espacios donde autores consagrados y mínimamente algunos emergentes, pueden interactuar y compartir sus obras con un público entusiasta. Sin embargo, también es cierto que estos eventos a veces pueden volverse repetitivos, destacando siempre a los mismos autores y dejando en la sombra a nuevas voces que podrían revitalizar el género con enfoques frescos y originales.
Debo concluir mi reflexión. La novela negra española sigue siendo un campo fértil para la exploración literaria y social. Los padres del género nos legaron una rica tradición que sigue vigente, pero es crucial apoyar y dar visibilidad a los nuevos talentos que pueden aportar nuevas perspectivas y revitalizar el auténtico género negro. La literatura debe ser un reflejo de la sociedad en constante cambio, y es responsabilidad de todos, desde los autores hasta los lectores, los organizadores de festivales, y me atrevo a incluir a ciertas editoriales, asegurar que esta evolución continúe y no definan como «novela negra» narraciones que se apartan del género. No debemos olvidar la esencia que define a la novela negra: su capacidad para reflejar la realidad social de manera crítica y profunda. El hecho de narrar una muerte por asesinato fusionando con efectos más o menos investigados por un personaje, no debe considerarse como «novela negra»
Admitiré, como no podría ser de otra manera, discrepancias y críticas a través de comentarios en este blog.
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