Cuando comencé a leer este libro, me acordé de un profesor que me dio clases de Química en el bachillerato. Aunque no recuerdo su nombre, sí que lo recuerdo con cierta simpatía, y hasta con cierto cariño, pues se notaba que impartía una materia que le gustaba, pues disfrutaba con ella y nos transmitía lo mejor que sabía, aquellos conocimientos. En una ocasión este viejo profesor nos comentó que, si de él dependiera, incluiría en el programa de la asignatura de Química una sección dedicada a una breve historia de la Química, en la que los alumnos pudiésemos estudiar cómo habían sido los primeros descubrimientos de esta ciencia, y cómo había ido desarrollándose poco a poco gracias al esfuerzo y al genio de unos científicos que dedicaron su vida al estudio y a la investigación. En aquel momento, a ninguno de los alumnos nos sedujo aquella idea, que nos pareció absurda, pues parecía pretender algo así como transformar una materia científica en humanística, pero nuestro profesor insistía en que aquel conocimiento era tan válido como el que daba la Historia Universal, la Historia de España o la Historia de la Filosofía.
No es que esta obra me haya hecho recapacitar sobre nuestra opinión de entonces acerca de ese conocimiento, pero sí que me ha hecho recordar a un docente que, como dije, se merecía al menos una mención por el esfuerzo que hizo por sus alumnos y por la vocación que demostró tener. Esta pequeña historia de la ciencia es mucho más que esa historia de la Química a que he aludido.
Escrita por un catedrático emérito de la rama de Medicina, recoge, en breves capítulos ordenados cronológicamente, esa evolución de la ciencia que a mi viejo profesor tanto le hubiera gustado mostrarnos. Pero claro está, hablar de la ciencia es hablar de todas sus ramas, y William Bynum pone todo su empeño en hacer un maravilloso compendio que nos ayuda a comprender cómo surge el interés por la astronomía, la matemática, la química, la medicina, la biología, la geología y la física. El autor nos revela algo que parece una obviedad, pero en lo que sin embargo, rara vez nos detenemos a pensar: que la ciencia es dinámica y que se construye sobre las ideas; ahora bien, para que la ciencia progrese es fundamental que los descubrimientos de las generaciones anteriores fluyan y se transmitan, y es justo de esa transmisión de lo que dependerá el constante proceso de cambio, de evolución en la ciencia. Es obvio que los pensamientos de hace miles de años puedan parecernos ridículos ahora, pero no deja de asombrarnos el grado de precisión de algunos cálculos o mediciones que, con rudimentarias herramientas, eran capaces de conseguir algunos científicos. Sin embargo, por ridículos que puedan parecernos, todos esos conocimientos cimentaron y formaron cuanto vino a continuación. Y es que Bynum afirma que, en cualquier época, en todos los científicos hay un factor común consistente en “la curiosidad, la imaginación y la inteligencia de aquellos que se dedican a hacer ciencia”.
Como sucede con la mayoría de los libros divulgativos, no se necesita ser ningún experto para comprender su contenido y, lo que resulta mejor aún, para poder disfrutar con él, pues el libro está escrito con sorprendente amenidad. Para leerlo basta con sentir un poco de curiosidad y ganas de aprender. Si bien puede tener algunas lagunas en cuanto a algunos descubrimientos científicos importantes, creo que el objetivo del autor no era el de realizar una obra enciclopédica que lo abarcase todo, ni siquiera un manual para estudiantes, sino simplemente lo que dice su propio título: una breve historia que nos guiará desde las antiguas civilizaciones milenarias, pasando por Grecia, Roma, Egipto, el Islam, la Edad Media, el Renacimiento, la Ilustración, hasta llegar al siglo XX y de él hasta nuestros días, en plena era tecnológica.
En definitiva, un viaje instructivo que nos ofrece bastante perspectiva para saber el camino, casi siempre arduo y lleno de obstáculos, recorrido por los científicos hasta la actualidad, algo que, en cierta forma, también sirve para comprendernos mejor a nosotros mismos. Un libro recomendable escrito como un relato de aventuras en el que los protagonistas son, más que los nombres propios a los que aparecen ligados los diferentes avances científicos, la propia ciencia en sí misma y, con ella, ese valor que algunos se empeñan en devaluar: el conocimiento.
© Jaime Molina