Los nuevos publicos

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Bajo la carpa desangelada de un circo antiguo y olvidado, dos payasos amigos se enfrentan en un duelo que desafía las convenciones de la comedia y el entretenimiento. Lo que antes era risa se ha transformado en golpes reales, y el público ansía la acción. En medio de la lucha, los payasos revelan una verdad inquietante: en cada risa hay una historia de lucha y humanidad. A pesar de su éxito ante el nuevo público, al final, los dos amigos se miran con sonrisas amargas, conscientes de que han cambiado para siempre.


En el ocaso de un circo pequeño antiguo y olvidado, bajo una carpa desangelada por el tiempo, se despliega una escena que desafía las convenciones de la comedia y el entretenimiento. En este rincón del mundo, donde las luces parpadeantes iluminan rostros ansiosos y las sombras danzan al ritmo de una música distante, dos payasos siempre amigos se enfrentan en un duelo que trasciende la mera actuación.

Aquí, en este escenario improvisado, el arte de hacer reír se consultó y decidió mediante una encuesta en las redes sociales sobre cómo salvar el circo al que todos los artistas amaban mucho. La resolución increíble fue que el espectáculo se transformarse según el gusto del nuevo público. La diversión ahora se entremezcla con el drama visceral, revelando la dualidad del espectáculo y de la vida misma actual.

Los dos se encontraban frente a frente, en la pista central se hizo el silencio, ya no quedaba nadie en el pabellón salvo en las abarrotadas gradas.  En la tierra mezclada con paja y excrementos se encontraban derribados y dispersos escaleras, sogas, cubos, barriles, trapecios y muchos embalajes multicolores. Los caballos, leones y elefantes ya se habían retirado sólo quedaban los apasionados asistentes.

El payaso más alto golpeó fuerte en la cabeza con un ¡Toma del frasco Carrasco! El otro rodó por el suelo escupiendo broza y la nariz colorada, saltó brioso hacia su compañero, su levita roja volaba. Los espectadores ocupantes de los asientos, arrimados junto a los demás, jaleaban las patadas impetuosas que una y otra vez, ambos encajaban. En cada especialidad ambos que siempre había permanecido juntos en sus vidas también eran expertos en artes marciales que les enseñó el antiguo forzudo, oficio ya olvidado.

Así que las sacudidas de sus guantazos movían rítmicamente sus caras hacia un lado y otro, pero no eran como las de antes, sino puñetazos de verdad, fuertes y sonoros. Los espectadores no permitirían un fraude como ese ahora querían acción.

Los dos payasos, ya adversarios se enfrentaban con denuedo, tan distintos en estatura y vestimenta, con su maquíllate y zapatones que antes hacían gracia por el contraste. Se enfrentaban bajo la tenue luz de las pantallas LED, el cielo oscuro filtraba su color con estrellas a través de los agujeros de la lona del circo. El más alto, con su traje desgarrado, se levantaba lentamente del suelo, el polvo amarillento de la pista estaba manchando sus cuerpos y sus caras, mezclándose con gotas de sudor en su frente y de sangre de su boca partida. Su nariz roja, símbolo de su oficio, yacía a unos metros, desprendida en el fragor del combate.

El payaso corpulento, con la levita que fue roja en mejores tiempos, se abalanzó con agilidad sorprendente, rugió, su voz resonando poderosa en el vacío del pabellón.

—¡Ahora aprenderás a hacer reír a la gente! —gritó el payaso rojo dando un cabezazo al más alto vestido de verde.

El otro, jadeando, se incorporó y, con un giro ágil, agarró una banqueta cercana.

—Tus chistes siempre fueron malos —replicó, esquivando un puñetazo—- ¡Pero tus golpes son peores! —gritó mientras agarraba una banqueta.

—¿Sigues pensando que fue buena idea hacer caso de los espectadores? —preguntó con media lengua el clown rollizo casi llorando mientras se limpiaba el rostro de sangre.

La respuesta se perdió entre los ensordecedores aplausos del público. Las gradas se vinieron abajo con los aplausos y las risas de la gente. Un puñetazo en la boca y una peluca encarnada, como una cosa viva, fue lanzada sobre los rostros de las primeras filas, causando una tremenda hilaridad entre los demás.

Mientras la multitud aclamaba, un silencio reflexivo se apoderó de los dos combatientes. A través de su lucha, habían popularizado el derribo de la muralla entre el espectáculo y la realidad cotidiana, uniendo la comedia con la tragedia de la condición humana. En esos momentos fugaces de conexión, revelaron una verdad inquietante pero esencial: en el corazón de cada risa, hay una historia de lucha, resistencia y, en última instancia, de humanidad y crueldad.

El espectáculo fue un gran éxito de público, una vez el escenario y las gradas del circo estuvieron desocupadas, abandonados en medio de la pista los dos antiguos amigos los payasos, bajaron la mirada y con una sonrisa amarga por el nuevo público que anhelaba ser transportado más allá de lo que podían ver en la televisión y el cine.

—No sé si podría hacerlo otra vez, amigo.

El otro sonrió como cuando hacían reír a la gente con sus chistes

© Rafael Casares. Diciembre 2023. Todos los derechos reservados.

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Investigador, Escritor y Experimentador de lo Trascendente. Se erige como un puente entre el mundo de los libros, la escritura y el arte con el reino de lo trascendente. Su enfoque combina la rigurosidad intelectual con una profunda sensibilidad espiritual. A través de sus escritos y enseñanzas, busca iluminar los rincones oscuros del entendimiento humano, llevando a sus lectores y seguidores a una comprensión más profunda de lo que significa ser parte de este universo misterioso. En el corazón de su búsqueda siempre ha habido un compromiso inquebrantable con la ternura y el respeto hacia todas las formas de vida y pensamiento. Rafael ve en cada ser y en cada fenómeno una oportunidad para aprender y crecer, una chispa de lo divino esperando ser comprendida.

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