El faraón tomaba como “esposa real” a una de sus hermanas, pero también podía tomar a sus sobrinas e incluso a sus propias hijas. Aunque a nosotros nos parezca reprobable había un motivo: solo estas mujeres procedían de un linaje de reyes que garantizaba la legitimidad de la estirpe, y que estaba sustentada por la pareja divina donde los monarcas se convertían en Isis y Osiris redivivos.
Aunque el asunto es muy complejo a las diferentes prácticas matrimoniales en los distintos períodos de la historia de Egipto hay que sumar las costumbres de cada dinastía. Pero por lo general el faraón tenía numerosas esposas secundarias y concubinas, llamadas “ornamento real”, y varias o una sola “gran esposa real”. Esta era la destinada a ser la madre del Horus, el siguiente faraón y por ello debía proceder de un linaje de faraones y reinas en una estructura denominada “trenzada”, y formada por el vínculo de la sangre que daba soporte a la dinastía.
Los títulos de estas mujeres poderosas destinadas a entregar el trono a los hombres se heredaban de madres a hijas: “esposa del dios”, “aquella que ve al Horus-Seth” o la “esposa del Horus”, e indican que habían sido elegidas desde su nacimiento para transmitir la legitimidad real.
Cuando la esposa real no tenía un hijo varón, o si este moría antes que el faraón, el sucesor podía ser el hijo de una de las esposas secundarias o concubinas. Así los faraones del Imperio Medio llamados Amen-en-Hat (‘El dios Amon está delante’) nacieron de hijas reales de “línea directa” o de “primera línea” que llevaban en su nombre el sustantivo Neferu, mientras que los reyes llamados Se-ny-Useret, más conocidos como Sesostris (‘El hombre que pertenece a la Poderosa’), fueron hijos de reinas de rama secundaria, podríamos decir “segundones”.
El mismo esquema se repite en la dinastía XVIII durante el Imperio Nuevo, los reyes llamados Amen-Hotep fueron hijos de mujeres que portaban sangre de “primera línea” mientras que los llamados Thumosis fueron hijos de esposas secundarias.
Un hijo del faraón y de esposa secundaria al casarse con una de sus medio-hermanas, es decir con una de las hijas del faraón y de la esposa real, quedaba “legitimado” por el linaje y la sangre de reyes de esta, que garantizaba su derecho al trono de las Dos Tierras y el derecho de sus futuros hijos varones.
Y si había un cambio de dinastía no desaparecía la tradición, el heredero del trono de la nueva estirpe por lo general se casaba con una mujer de sangre real del anterior linaje, sus descendientes se casaban con su hermana y así comenzaba de nuevo la estructura “trenzada”. De esta forma se sabe que el faraón Esnefru (ca. 2613-2589 a. C.) obtuvo el trono gracias a su unión con Hetep-Heres, la hija del rey Huni (ca. 2637-2613), y el hijo de Esnefru y Hetep-Heres, el rey Kheops (2589-2566 a.C.), desposó a sus hermanas.
El sucesor del faraón Kheops, Ka-Uab, murió posiblemente asesinado por los partidarios de su hermano Ra-Dyed-ef (ca. 2566-2558 a.C.), que usurpó el trono y se casó con su cuñada, Hetep-Her-es II, la viuda de su hermano. Cuando falleció el usurpador, Ra-Dyed-ef, le sucedió Ja-ef-Ra (más conocido por Khefren) que desposó a su sobrina Mer-es-Anj III, la hija de Ka-Uab y Hetep-Her-es II, porque era la mujer más directamente emparentada con Kheops y Esnefrú.
Y la estructura de la monarquía no cambió durante las dinastías constituidas por invasores extranjeros. Los hicsos (dinastías XV y XVI) desposaron a las princesas tebanas Ta-Ny, Tchar-Udyet y Herti para legitimarse a través de la línea femenina.
Para saber más
Teresa Bedman, Reinas de Egipto: el secreto del poder, Madrid, Alianza Editorial, 2007.
Imágenes
A partir de Georges Owen Wynne Apperley (1884-1960), Una bailarina del antiguo Egipto.
© Ana Morilla. Diciembre 2023. Todos los derechos reservados