La vanidad puede ser un monstruo que destruya el alma más inocente. Pocos escritores han sido menos vanidosos que Robert Walser (1878-1956), el hombre que nunca quiso ser nada, el escritor que negó su propia escritura, el único autor posible de un libro como Jakob von Gunten (1909), una joya literaria, una novela única.
Robert Walser nos atrapa desde el comienzo con unas líneas inquietantes: «Aquí se aprende muy poco, falta personal docente y nosotros, los muchachos del Instituto Benjamenta jamás llegaremos a nada, es decir que el día de mañana seremos todos gente modesta y subordinada. La enseñanza que nos imparten consiste básicamente en inculcarnos paciencia y obediencia, dos cualidades que prometen escaso o ningún éxito».
Quien escribe estás palabras es Jakob von Gunten, un estudiante obediente y disciplinado, un ser vulgar que está seguro de una cosa: que el día de mañana será un encantador cero a la izquierda. Los alumnos del Instituto Benjamenta casi no tienen tarea. Es poco lo que le enseñan y no paran de repetirlo; aprenden de memoria el reglamento que rige el centro, aunque no conoceremos su contenido; están condenados a extraños períodos de ocio, que invierten en quedarse acuclillados, sentados, de pie o tumbados en un rincón.
Al frente del Instituto están el director, Herr Benjamenta, y su hermana Linda, que es la que se ocupa de la instrucción de los jóvenes. Jakob sospecha que el director tiene un corazón realmente grande, lo venera por encima de todo: es el que está condenado a dominarlo, a someterlo a sus caprichos, a pegarle palizas cuando no se ajusta al reglamento. Si en este mundo no hubiera ningún mandamiento, ningún deber, piensa Jakob, él se moriría, se anquilosaría de aburrimiento. Vivir espoleado, forzado, sujeto a tutela, eso es algo que le fascina, lo que le hace sentirse libre, porque él, y nada más que él, es quien decide. Por muy ignorante que sea, reconoce que si sabe adaptarse un poco, si da pruebas de flexibilidad y ligereza, no andará tan perdido, sino que quizás encuentre su camino en la vida con más facilidad que los listos y los sabelotodo. Jakob no espera absolutamente nada de la vida, desea ser tratado con severidad para saber qué significa tener que dominarse.
El relato puede parecer abominable, pero Walser en verdad es un terrible humorista. Propone una existencia honesta, total y absolutamente monocorde, monosilábica, unívoca. Es para morirse de risa: como el peor enemigo del hombre es el aburrimiento, la mejor manera de no aburrirse es cumplir el reglamento, hacer escrupulosamente lo que te ordenen: fregar y limpiar los cuartos como si fueran estancias venerables, repetir una y otra vez lo poco que te enseñan, escribir mil veces que te comprometes a vencer el orgullo y la arrogancia, prohibirte albergar esperanzas para vivir más alegre y tranquilo, escapar del director que quiere estrangularte con sus propias manos. ¿Serán los alumnos del Instituto Benjamenta productos de una civilización superior?, termina preguntándose Jakob von Gunten. Una cosa es cierta: vivir bajo tutela y ser maltratado es el máximo honor al que puede aspirar.
Conforme avanzamos por las páginas de la novela, parece que se fuera enrareciendo el aire. Las lecciones de Fräulein Benjamenta son ejemplares: para no consumirte de deseos, hay que meterse una sola idea en la cabeza; que no existe nada, nada a lo cual valga la pena aspirar. Todo está podrido. Hay que aprender a reprimir el cuerpo y la personalidad; está prohibido reír, expresar algún movimiento desordenado del cuerpo. A los alumnos del Instituto Benjamenta les espera un destino fácil y seguro: todos encuentran empleo como criados, servidores fieles de un gran señor. También podrían ser perfectos soldados, piensa Jakob, bien adiestrados, con el grado de estupidez justo para ser devotos del orden, del orden que imponen los reglamentos.
Podría pensarse que existe una lectura política de esta novela, pero nada estaría más alejado de la realidad. Las páginas de Jakob von Gunten parecen sacadas de una novela típica de formación, pero que se ha ido al otro lado, donde la lógica humana no impera, donde se hace lo que se supone que no debe hacerse. Franz Kafka admiraba mucho a Robert Walser; su amigo Max Brod cuenta que disfrutaba mucho con sus novelas, y los lectores de Kafka también disfrutarán mucho con Robert Walser.
Jakob von Gunten es un libro asombroso, enigmático, estimulante. No se parece a ningún otro libro que se haya escrito, aunque de alguna manera me recuerda al Quijote: en los dos casos, los protagonistas se dejan guiar por una lógica propia, alejada de cualquier atisbo de realidad, e impulsada por obedecer una estricta ley absurda, la que imponen los libros de caballerías o el reglamento del Instituto Benjamenta. En ningún momento se plantean los presupuestos lógicos de las normas que voluntariamente acatan. Por eso nos parecen personajes cómicos, desconcertantes: aunque no comprendemos sus actitudes, sospechamos que en su comportamiento ocultan una verdad que se nos escapa.
© José Luis Alvarado. Diciembre 2023. Todos los derechos reservados. (Cicutadry)