El equipo de fútbol femenino volvía de Australia en el nuevo tren Transeuropeo. El entrenador, El Rubio, aunque era calvo rapado, aprovechaba haber ganado el mundial.
Besaba a las doce jugadoras, las abrazaba aupándolas, las achuchaba, se las echaba al hombro y las llevaba a lo Tarzán por el pasillo. Ellas le devolvían tortas, rojas de ira, fingiendo seguirle la euforia, pero El Rubio aguantaba y continuaba a lo suyo.
Decidieron cogerle entre todas y echarle por la cola del tren a la vía. “¡UAHHH!”. El Rubio quedó sujeto al tren sólo por los pies. Arrastraba los dientes por cada travesaño de la vía. ¡POM, POM, POM…! Tenía la cara morada e hinchada como un balón.
Lito y Lota, vestidos de azafatos del tren, le ayudaron a subir para quitarle el trofeo. Le acompañaron a su departamento, simulando protegerle. Le acostaron en la litera. Lito echó mano a la copa de oro y diamantes. El Rubio dio un salto de la litera y le agarró del cuello.
—Quieres la copa del mundial, ¿eh? Pues disfrázate de mí.
Intercambiaron las ropas. El Rubio se vistió de azafato y Lito con el traje del Rubio: Así creía que podría salirse con la suya y llevarse la copa. Se dejó engañar. Porque, en cuanto Lito salió al pasillo, las jugadoras atacaron de nuevo, creyendo que era El Rubio. Cogieron un puñal cada una y le dieron doce puñaladas. Lito les dijo:
—Jajaja. No me habéis hecho nada. Me beberé una cerveza a mi salud.
Tomó una cerveza del bar y se la bebió. Pero le brotaron del cuerpo doce chorros de cerveza, por las doce puñaladas que había recibido. “¡AYYY!”.
Lito subió al cielo ante San Pedro, quien le pidió sus datos, sentado en su escritorio sobre una nube. Con los nervios, Lito gesticulaba ante San Pedro, le volcó el tintero sin querer y le puso perdido de tinta. “¡Grrr!”, a San Pedro no le sentó muy bien.
Agarró a Lito por la pechera, pero en el gesto violento, San Pedro se pilló la larga barba blanca entre las viejas tablas de la mesa. “¡UAYHH!”.
El jefe de Lito en la tierra, Vamp-Hitler, no se resignaba a perderle, subió al cielo e intentó convencer a San Pedro para que se lo devolviera. Vamp-Hitler le dijo llorando:
—A mí han llegado a llamarme nazi.
—Nooo —dijo San Pedro—. La gente es muy mala.
Vamp-Hitler y San Pedro tiraban de Lito cada uno por su lado. Lito se agarró a la túnica blanca de San Pedro, le arrastró de la mesa y le hizo caer de la nube. ¡PLOMM!
Más que harto, San Pedro devolvió a la tierra de un manotazo a Lito y a Vamp-Hitler.
Cayeron de nuevo sobre el tren Transeuropeo. Allí Lota lloraba, leyendo en Internet la noticia: “Despedimos con pesar a Hipólito Funes, alias Lito Funesto.”
—¡Buaaah! Lito, nunca te olvidaré. Si al menos tuviera tu cuerpo…
En esto Lito y Vamp-Hitler cayeron sobre Lota. ¡BLOMM!
—No estoy muerto —le dijo Lito—. Mírame. Es una fake news.
—Si estás muerto, estás muerto. Lo dice Internet. No me vengas con milongas.
Lota le agarró la garganta con ambas manos para ahogarle. “JJJJJ”. Lito, con el rostro ya verde de asfixia, tuvo que aplicar una llave de kárate a Lota, quien salió despedida hacia atrás y empujó al serio Vamp-Hitler por la ventana fuera del tren. “¡OAHHH!”.
A duras penas Lito y Lota agarraron a Vamp-Hitler de vuelta al tren, quien les dio sendos tortazos, se vistió de conductor maquinista y les dijo:
—Robad de una vez la copa. Yo me encargo de que el tren acelere.
Se dirigió al primer vagón, pistola en mano. Encañonó al conductor y le obligó a acelerar el tren hasta los 300 km/h. El conductor aterrado le dijo:
—Entramos en Hispania. ¡El túnel es más estrecho que el tren!
El tren entró a gran velocidad en el angosto túnel. ¡¡RISSSSS!! Y salió del túnel afilado como un lápiz en un sacapuntas. Los pasajeros se estrellaron dentro de los vagones.
Las doce jugadoras quedaron con las cabezas rapadas, por el intenso frotamiento en sus respectivas ventanillas. Al Rubio le brillaba la calva más aún.
Lota se empotró contra una maleta, mascó la ropa interior del equipaje de alguien. Vamp-Hitler y el conductor se estamparon contra la luna delantera. “¡IAHHH!”.
El pobre Lito voló por una ventanilla, aterrizó delante en la vía, con tan mala suerte que su cabeza golpeó la palanca del cambio de vía. ¡CLOC!
El tren rápido se desvió al carril de la derecha. El conductor aporreado dijo:
—Viene otro tren en sentido contrario. ¡Hay que evacuar enseguida!
Huyeron por las ventanillas de emergencia. Acabaron todos rodando por el campo, con grandes chichones en el coco. Vieron cómo los dos trenes chocaban en la vía con tremenda deflagración. Por suerte el otro era un mercancías. ¡¡POMMM!!
El Rubio cayó de cabeza en una granja. Sus doce jugadoras se las arreglaron para soltar doce vacas del redil, que cornearon al Rubio tantas veces. ¡BAM! ¡BAM! ¡BAM!…
© Manuel del Pino. Noviembre 2023