LOS MEJORES RELATOS
Saki
Hector Hugh Munro, Saki (1870-1916) nació en Birmania, hoy Unión de Myanmar, entonces parte del Imperio Británico como una provincia de la India hasta su independencia en 1948. El cuentista inglés Hector Hugh Munro, más conocido por su seudónimo Saki (un seudónimo que probablemente tomó prestado de The Rubaiyat of Omar Khayyam), sería uno de los escritores de ficción breve más ingeniosos y divertidos de todos los tiempos de la literatura inglesa, posiblemente el eslabón no perdido entre el archiconocido Oscar Wilde y el no menos famoso, al menos en el mundo anglosajón, escritor humorístico P. G. Wodehouse.
Saki fue el menor de los tres hijos del matrimonio de Charles Augustus Munro, inspector de la Policía Imperial de la India, y Mary Frances Mercer, hija de un contralmirante de la Marina Británica. Esta viajó embarazada por cuarta vez con la intención de dar a luz en Inglaterra en 1872, pero allí fue arrollada por una vaca. Su padre no se sintió capaz de compaginar el trabajo con la atención de los hijos y decidió enviarlos con su familia a la metrópoli, en concreto a una casa de campo en Pilton, próximo a Barnstaple, condado de North Devon, en el suroeste de Inglaterra. Su abuela y dos tías solteras sometieron a los niños a una estricta disciplina, obviamente inglesa, mezcla de sentido del deber, mojigatería, puritanismo e hipocresía, que el futuro escritor siempre recordó y plasmó en sus textos. Quién sabe si aquel anaeróbico gineceo pudo influir en su probable homosexualidad, apenas perceptible en su obra, pero, en cualquier caso, perteneciente al terreno de lo privado. La familia tenía medios más que sobrados y el enfermizo Héctor, educado en el domicilio por una institutriz, no fue al colegio hasta los doce años, poco después de fallecida su abuela. Así, tuvo la fortuna de recibir una esmerada educación en la Penkarwick School, en Exmouth, y en Letras en la Bedford Grammar School hasta que cumplió los 16. Por entonces ya era un lector empedernido, un coleccionista de huevos de aves y un minucioso observador de la vida animal, aficiones que mantuvo a lo largo de su vida y que reflejaría en su obra. Coincidió que por entonces Charles Augustus se jubiló y volvió a Inglaterra con la intención de dedicarse a sus hijos. Así, entre 1887 y 1889 los cuatro viajaron por Francia, Suiza, con repetidas estancias en Davos, y Alemania, antes de que su hermano Charles marchara en 1891 a Birmania para seguir los pasos del padre. Saki hizo lo mismo en 1893 y sirvió allí como oficial de policía hasta que, apenas un año más tarde, atrapado por el paludismo, se vio obligado a retornar a North Devon con su progenitor y su hermana, bien es cierto que a una prudente distancia de las tías, las cuales aparecerían más tarde en sus cuentos bajo distintas formas y ninguna de ellas excesivamente elogiosa. Saki tenía 25 años cuando, una vez recuperada temporalmente la salud, en 1895 decidió ir a Londres con la idea de trabajar como periodista. Saki poseía una extraordinaria capacidad de observación, cultura e imaginación. De ese modo, no tardó en empezar a colaborar en diarios como The Westminster Gazette, The Bystander, The Morning Post y The Daily Express. Casi al mismo tiempo comenzó también a escribir relatos cortos que firmaría con el pseudónimo de Saki, si bien nunca explicó del todo la razón de ese pseudónimo. Solo unos años más tarde, su hermana Ethel apuntaría que lo había tomado de un personaje de la Rubaiyat nº XLVI («no temas que al cortarse mi existencia o la tuya, el eterno Saki su vino haya concluido; como nosotros, millones de burbujas habrá vertido, y sigue vertiendo sin que jamás concluya…») del poeta, matemático y astrónomo persa Omar Khayyam que Héctor había leído de niño. No obstante, en uno de sus relatos (La Transformación de Groby Lington, el cual aparece en esta selección de sus mejores cuentos) dejó caer una críptica pero sugerente pista («un hombre se define por las compañías que frecuenta») al referirse al saki, pequeño mono de rostro blanco y larga cola que habita en Sudamérica. Fuera cual fuera el motivo, y tras un año de estudio intensivo en la British Library, en 1900 Saki publicó en la editorial Grant Richards, de Londres, El ascenso del Imperio Ruso. Este texto histórico de 336 páginas, construido bajo la influencia de la afamada «Declive y hundimiento del Imperio Romano», del historiador inglés Edward Gibbon (1737-1774), es una de sus pocas obras que podría ser calificada como seria en comparación con el tono que caracterizaría el resto de su obras. Entre 1896 y 1902 publicó en The Westminster Gazette una serie de artículos de sátira política en clave de humor ilustradas por el dibujante Francis Carruthers Gould, que tituló Alicia en Westminster y que tuvieron gran éxito. Y junto a esos artículos, sacaba a las librerías su primer libro de relatos: Cuentos de “no fue así” (Not-so-Stories). Desde 1902 hasta 1908 fue corresponsal del conservador The Morning Post en los Balcanes, en Polonia, con una prolongada estancia en Varsovia, y en Rusia. Aquí asistió al “Domingo sangriento”, la matanza de manifestantes que el 22 de enero de 1905 perpetró la Guardia Imperial en San Petersburgo, permaneciendo dos años en esta ciudad hasta que en 1906 fue enviado por su periódico a París. En 1904 entregó a la imprenta en Londres una colección de 15 relatos que tituló Reginald, y que en 1910 ampliaría con otros 15 con el mismo protagonista en Rusia, todos con el denominador común de la ironía, la sátira y más de un punto de cinismo. Saki mantuvo sus colaboraciones periodísticas y en 1912 publicó la colección de 28 relatos cortos titulada Crónicas de Clovis y las novelas, “Cuando vino William”, una historia de Londres bajo los Hohenzollerns, en la que imaginaba cómo hubiera sido la vida en esa ciudad bajo ocupación alemana; y “El insoportable Bassington”, un humorístico y nada caritativo análisis de las frívolas clases acomodadas londinenses. Tal vez su obra más celebrada sea la colección de 36 cuentos titulada “Animales y superanimales” (Beasts and Super-beasts). Por cierto, con ese título parodiaba el drama “Hombre y superhombre” de George Bernard Shaw. Asimismo, de 1914 datan, por un lado, su poco conocido “El ala este”, un relato de apenas cinco páginas con un sorprendente toque romántico que nos recuerda a Wilde en algunos momentos; y, por otro, las crónicas parlamentarias “El parlamento en conserva” que en forma de columna publicó en el semanario The Outlook.
La Primera Guerra Mundial estallaba en el verano de 1914 como una continuación de la contienda entre el Imperio Austrohúngaro y Serbia, momento en el que Saki sorprende a todos al alistarse en el Ejército. Con casi 44 años se incorporó como soldado raso al 22º Batallón de Fusileros Reales, acantonado en Horsham (Sussex, sur de Inglaterra). En varias ocasiones rechazó los ofrecimientos que se le hicieron para el ascenso a suboficial y facilitarle su dedicación a tareas burocráticas. No deseaba “mandar a otros hombres” y sólo en septiembre de 1916 acepta el humilde galón de cabo. Al poco es enviado al frente francés y poco después sufriría un nuevo brote de paludismo que le tuvo postrado tres semanas en un hospital de campaña. Entre los episodios de fiebre y hemólisis escribiría sus llamados “apuntes patrióticos”, recopilados en 1924 bajo el título “El huevo cuadrado” y otros apuntes. Saki, aún convaleciente, sería enviado a luchar en la Batalla del Somme recién empezada esta. Pasó la mayor parte del tiempo apostado en el cráter dejado por un obús. Parece ser que un mínimo destello permitió que un francotirador alemán acabara con su vida de un disparo lamentablemente certero en la cabeza. Graham Greene contó, citando a un testigo presencial, que un segundo antes el escritor había recriminado a uno de los hombres que le acompañaban: “¡Apague ese maldito cigarrillo!”. Reconozcamos que “se non è vero, è ben trovato”. Siguiendo la tradición del Ejército británico de enterrar a sus caídos en combate en las proximidades del campo de batalla, sus restos deben descansar en uno de los numerosos y melancólicos cementerios militares que jalonan las regiones de Normandía y Picardía, (probablemente en el de Beaumont-Hamel o en el de Albert). Tras su muerte se publicaron cuentos y artículos que no había dado a la editorial. Así, el 1919 salieron a la luz los 33 relatos de “Juguetes de paz”; en 1924, los ocho de El huevo cuadrado; en 1995 se editaba El pecado secreto de Septimus Brope y otras historias; y, aún en 2005 “Un disparo en la oscuridad”, una recopilación de 15 cuentos inéditos. Si bien Borges nunca ocultó su devoción por Saki y Graham Greene afirmó que “fue el mejor escritor de cuentos del siglo XX”. No obstante, los estudiosos de la literatura inglesa de su época, siempre tan inclinados a desdeñar todo lo que llevara el marchamo de “literatura humorística”, afirmarían durante mucho tiempo que su obra no alcanzó el nivel universal de contemporáneos suyos como Kipling (1865-1936), George Bernard Shaw (1856-1950), Conrad (1857-1924), Chesterton (1874-1936), Wells (1886-1946) o el propio Wilde (1854- 1900). Sin embargo, los textos de Saki, construidos sobre una visión cínica del mundo, un comedido desdén por todo lo humano, una emoción cuidadosamente ocultada y una ironía plena de humor e ingenio, han vencido el paso del tiempo.
Por desgracia, su trabajo sigue siendo menos leído y apreciado de lo que merece, en nuestra opinión. Así pues, esta recopilación de sus mejores historias representa, en mi opinión, la introducción perfecta al ingenioso e inquietante mundo de los cuentos de Saki. La ficción breve de Saki suele ser muy breve, no más de cuatro o cinco páginas en muchos casos. Los personajes más frecuentados por Saki, Clovis y Reginald, se leen como los hermanos mayores igualmente arruinados pero mucho más inteligentes que Bertie Wooster, el personaje de ficción creado por el entonces afamado escritor satírico Wodehouse, el cual representaba el prototipo de miembro menor de la aristocracia inglesa holgazana que siempre aparece en compañía de su inteligente e infalible mayordomo, Jeeves, cuyo genio siempre logra sacar a Bertie y a sus amigos y familiares de numerosos embrollos. No obstante, Saki, en general, es mucho más incisivo y puede que hasta cruel que Wodehouse.
Así pues, Saki escribió una gran cantidad de parodias ligeras y, a menudo, muy divertidas, aprovechando el absurdo de las asfixiantes convenciones y modales de la época eduardiana, las cuales incluían malentendidos, frases ingeniosas y bromas pesadas. Entre estas últimas podríamos destacar los cuentos en los que aparecen los cadáveres de niños, dos de ellos devorados por animales salvajes, una hiena y un hombre lobo respectivamente, y otro muerto por una bomba escondida en un huevo de pascua. En otra de las historias una mujer se sienta muerta en un salón con poca luz mientras su esposo, sin saberlo, intenta entablar una conversación con ella. Ese es tono general, entre macabro y divertido de la mayoría de los cuentos de Saki, los cuales llevan al límite la paciencia del lector al poner en solfa todas las convecciones de su época, no olvidemos cuál era ésta y, sobre todo, a qué tipo de lector británico y de clase media-alta se dirigía.
Esta inclinación por burlarse de la Inglaterra eduardiana lo llevó a representar personajes en un escenario y una manera en la que contrastaría su comportamiento con el del mundo natural, demostrando que las reglas simples y directas de la naturaleza siempre triunfarían sobre las vanidades de los hombres. Esto se demuestra sutilmente en la mayoría de sus cuentos, si bien, me van a permitir que les haga una somera descripción de cuatro de sus cuentos más conocidos, todos ellos incluidos en esta recopilación de sus mejores relatos, con el fin de que se hagan una la idea de por dónde van los tiros de su estilo.
- La ventana abierta
En el crepúsculo cada vez más profundo, tres figuras caminan por el césped hacia la ventana, todos llevan armas bajo el brazo, y uno de ellos también está cargado con una bata blanca colgada sobre sus hombros. “La ventana abierta” contiene un giro en la historia. Se trata de un hombre nervioso, recién llegado a la ciudad, a quien se le cuenta la trágica historia de por qué las ventanas francesas de la casa que visita están siempre abiertas.
- Sredni Vashtar
El joven protagonista del cuento, Conradin, ha decidido hace mucho tiempo que es anabaptista. No pretende tener el más remoto conocimiento de lo que es ser un anabaptista, pero en privado espera que sea elegante y no muy respetable. Esta historia contiene muchos de los ingredientes que encontramos en la mejor ficción de Saki: desafía la idea de que los niños son inocentes y están libres de designios o astucia (o, de hecho, maldad), se mofa de la pomposidad de los adultos y la estirada formalidad victoriana con la que educan a los niños. Al mismo tiempo, sugiere un parentesco entre los niños y los animales. La historia también se basa en el tipo de cuento de hadas del niño al que se le concede un deseo, pero aquí, con resultados espantosos. El joven Conradin vive con su primo y tutor, pero adora a un hurón en el cobertizo del jardín y es el mejor amigo de una gallina.
- Gabriel-Ernest
El protagonista tiene un avetoro disecada en su estudio y conoce los nombres de un buen número de flores silvestres, por lo que su tía posiblemente tiene algún motivo para describirlo como un gran naturalista. En cualquier caso, se trata de un gran caminante, el cual tiene la costumbre de tomar notas mentales de todo lo que ve durante sus paseos, no tanto con el fin de ayudar a la ciencia contemporánea como para proporcionar temas de conversación posteriores. Esta historia clásica fusiona el horror gótico con el ingenio eduardiano y con más de una pizca de homoerotismo. Se trata de un adolescente que se transforma en un hombre lobo y se alimenta de niños pequeños. Saki estaba escribiendo en el apogeo de sus facultades literarias, y cada oración supura la fina y acaso maliciosa ironía que caracteriza su “estilema”, es decir, el término que suele utilizarse para definir los rasgos constantes característicos de un autor.
- ‘Tobermory’.
El gato es el tema perfecto para una historia de Saki, y hay algo parecido al comportamiento de un gato en muchos de sus jóvenes protagonistas: distante, cortés, sereno, lascivo y, sin embargo, debajo de todo esto hay una vena salvaje. Así que no sorprende que Saki escribiera una maravillosa historia de gatos, ‘Tobermory’, sobre un gato al que se le enseña a hablar. El resultado es una de las mejores historias de Saki, y una de las historias más divertidas en inglés (así como una de las mejores historias de gatos).
Como ya hemos indicado, Saki está considerado no solo un escritor satírico, sino acaso también el más incisivo e irreverente por excelencia de la literatura inglesa. Eso también quiere decir que era muy aficionado a las bromas, y en ocasiones también a las pesadas, o dicho de otra manera, a aquellas que podían herir las susceptibilidades de los lectores de su época más allá de lo conveniente, siquiera en aquel entonces. De ese modo muchas de sus historias a menudo tienen un componente de verdadera crueldad para con los personajes que retrata. Graham Greene achacaba dicha crueldad a la infancia miserable de Saki criado en gran parte por su abuela y sus tías en un hogar estrictamente puritano. De ese modo, se podría especular sobre la posterior influencia que tuvo la fatal muerte de su madre arrollada por una vaca, episodio en el oscuro absurdo que recorre toda su obra. Todavía más, también Greene traza las líneas obvias entre la historia personal y la oscuridad de las representaciones de la infancia de Saki, particularmente en el magnífico «Sredni Vashtar».
De cualquier manera, Saki centra muchas de sus piezas profundamente sarcásticas, que ocupan seis volúmenes, en los impulsos criminales de una humanidad privilegiada. En sus historias bien elaboradas, para las cuales los finales sorpresa, los cambios irónicos y las bromas pesadas son de rigor, los traviesos protagonistas de Saki llegan a la escena para causar estragos en las víctimas que han invitado a sus verdugos por locura o por una racha de maldad propia. La frecuente inclusión de personajes animales inteligentes, independientes e improbables refleja todavía más la afición de Saki por lo sobrenatural como un poderoso recurso satírico.
Saki es un escritor cuya gran fortaleza y gran debilidad residen en los límites que se marca a sí mismo. Firmemente arraigado en la clase dominante británica que disfrutaba del “dominio sobre las palmeras y los pinos”, Saki escribió sobre los prósperos eduardianos entre los que se movía. Sus historias, comedias costumbristas, enfatizan el lado social del animal humano mientras examinan las diversiones, complots y escaramuzas que evitaron el aburrimiento de la clase ociosa demasiado madura cuyo ocio terminó en agosto de 1914, con el inicio de la Primera Guerra Mundial.
Saki escribió sobre una clase en particular y dirigió sus historias a un público lector comparativamente pequeño y selecto. Aunque era indiferente a la riqueza, Saki subsistía con su pluma; por lo tanto, estaba obligado a escribir historias que vendieran. Desde el principio, logró producir la historia «bien hecha» que saborean los lectores letrados pero no necesariamente literarios de revistas tan respetadas como la liberal Westminster Gazette o el conservador Morning Post. Saki no experimenta con nuevas técnicas literarias, sino que perfecciona las convenciones existentes. Sin forzar en exceso el efecto, Saki convierte Hyde Park en un bosque encantado o trata las incursiones de un hombre lobo como un hecho rural ordinario. Al igual que los vestidos de París que usan sus duquesas ficticias, las historias de Saki son frívolas, intrincadas, impecables y, puede que para algunos, un poco obsoletas y acaso también por ello, un valioso testimonio de una época y una clase social muy concreta.
Con todo, si los antecedentes, los temas y las técnicas de Saki eran convencionales, sus valores y simpatías ciertamente no lo eran. Como satírico, se burlaba de las personas a las que entretenía. Sus cuidadosos retratos de una clase dominante complaciente no son halagadores: revelan toda la malicia, la mezquindad, la mediocridad y el interés propio de las personas que intentan llegar a la cima o permanecer allí. Sus héroes, Reginald, Clovis, Bertie y similares, son iconoclastas aristocráticos que comparten el disgusto de su creador por los «pequeños actos cotidianos terribles de importancia fingida» y se deleitan en hacer tropezar a los tontos e hipócritas que se creen excepcionales pero siguen el camino trillado hacia la cumbre.
Lo que Saki admira de las personas y los animales que retrata es su fidelidad a la simplicidad y la honestidad. Siguen su naturaleza con determinación y sin disculpas; no moralizan ni se comprometen. Hablando de las preferencias de un personaje en su novela “Cuando llegó Willian”, Saki explica indirectamente su propio código austero: “Los animales aceptaron el mundo tal como era y sacaron lo mejor de él, y los niños, al menos los niños agradables, no contaminados por las influencias de los adultos, vivían en mundos creados por ellos mismos”. En este juicio el satírico se convierte en misántropo. Saki respalda la naturaleza y el arte, pero rechaza la sociedad.
Es esta estrechez moral, esta negativa a aceptar compromisos, lo que convierte a Saki, a pesar de la brillantez de su arte, en un escritor incómodo para espíritus excesivamente convencionales, o acaso solo impresionables, siquiera, y como ya he indicado más arriba, para la gente de su época eduardiana, que es como decir también victoriana. Su descripción anticuada de un mundo desaparecido no es realmente un defecto, ya que no respalda el régimen moribundo en el que vivía, pero muestra claramente por qué debería morir. Su falta de sentimiento es refrescante; su falta de emoción (solo en historias tan raras como «El Borrego» y «La penitencia» Saki presenta de manera creíble sentimientos profundos o complejos) no ofende a los lectores actuales habituados durante mucho tiempo a una sátira que solo tiene sentido en el contexto de su época y su entorno social. El defecto de Saki es la esterilidad. Se niega a ser generoso haciendo concesiones al considerar a la sociedad de su época, esa creación de adultos, como algo inevitable, por lo que no manda mensaje revolucionario alguno, ni siquiera regenerador, a los lectores. Saki es simple y llanamente un notario con muy mala leche y mejor humor de las costumbres, vicios y defectos de una clase social y una época.
En resumen, Hector Hugh Munro, Saki, fue un escritor británico, cuyas ingeniosas obras satirizando la sociedad y la cultura pos victorianas lo llevaron a ser conocido como un maestro del cuento. Saki, produjo obras que contrastaban las convenciones e hipocresías de la Inglaterra de principios del siglo XX con el estado sencillo, puro e incluso inocente de la naturaleza en toda su plenitud. Un contraste a veces cruel pero siempre divertido, mucho. De ese modo, en esta edición en lengua castellana que presentamos de sus mejores cuentos los lectores tendrán una ocasión única para poder disfrutar con sus personajes maravillosamente intrincados, su rica sátira política y su fino estilo narrativo.
© Txema Arinas. Noviembre 2023.