Las tribulaciones del estudiante Törless

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Robert Musil-

Lo importante no es saber cómo se educan nuestros hijos, sino con quién se educan. Asistimos a la escena de una madre despidiendo a su único hijo en la estación de ferrocarril, cuyo destino es el instituto de una innominada ciudad alemana cuya fama es preservar a la juventud de las corruptoras influencias de la gran ciudad. Las mejores familias del país entregan a sus hijos a la institución con el fin de que, en un futuro, puedan alternar con los miembros de los altos círculos de la sociedad. Así comienza Las tribulaciones del estudiante Törless, una estremecedora y valiente novela que muy bien podría ser parte de la autobiografía de su autor, Robert Musil.

Los demonios de una sociedad opulenta

En cualquier caso, para su época, esta novela representa un escándalo, porque pone todo el énfasis en denunciar los demonios de una sociedad opulenta y dormida que desconoce de qué modo crecen sus hijos en los internados a los que los envían.

No le resulta fácil al joven Törless adaptarse a su nueva vida: apenas participa en los juegos ni en las distracciones de los demás muchachos, ni aprecia las horas de clase; solo añora su hogar familiar, al que recuerda entre sollozos. Con este escenario, lo lógico hubiera sido escribir una novela de iniciación, el rito de paso hacia la juventud de un muchacho que se encuentra solo ante el mundo. Pero Musil es mucho más ambicioso.

No vamos a ver crecer a ese muchacho de adentro hacia afuera, sino que será al contrario: cómo las circunstancias van impregnando la personalidad de un joven inexperto, lo van moldeando conforme transcurre el tiempo. Esas circunstancias van a proceder de la existencia de tres amigos de Törless. Dos de ellos son fuertes, audaces, ingenuos de alguna manera, aunque con la semilla de la maldad dentro de ellos. El otro, Basini, representará la debilidad, la sumisión, la víctima propiciatoria para ser la diana de todas las iniquidades de sus amigos.

El envilecimiento

No sabemos hasta qué punto la novela es autobiográfica, aunque hay muchos motivos para pensar que realmente lo sea. Detrás de los hechos relatados, reales o no, hay una descarnada reflexión sobre un tema que en el momento de la escritura de la novela estaba muy en boga: la voluntad de poder nietzschiana. La conclusión será terrible: el envilecimiento es una soledad más y un nuevo muro más sombrío.

Con la justificación de haber sorprendido a Basini robando dinero a otros compañeros, Beineberg y Reiting, los dos amigos de Törless, se cebarán con el pobre muchacho hasta llegar a límites sádicos. Basini no encuentra ningún motivo de expiación para su delito, y la única forma que tiene de pagarlo es someterse a la humillación que le quieran infligir los dos muchachos por las noches, mientras todos duermen. En una perdida habitación del instituto citan a Basini y allí lo desnudan y comienzan a desatar vejaciones sobre él, a demostrar la voluptuosidad del poder, y también a hacerlo objeto sexual de sus más ocultos deseos.

Es en este punto donde la novela sorprende por su modernidad, al tratar sin pudor alguno el tema del sadomasoquismo y la homosexualidad, o mejor, de la sexualidad ambigua, sórdida y oscura del maltratador que impone su voluntad al débil a través de la humillación y del dolor, y de la también ambigua aceptación de la víctima.

El lado de los fuertes

Es sobre ese camino desolador por donde se adentrará Törless casi sin querer, puesto que, en un principio, se pone del lado de los fuertes, de los torturadores. Lo hace, evidentemente, por falta de personalidad, por esa necesidad de ser querido o aceptado que encierra la adolescencia. Sin embargo, hay algo dentro de él que le dice que ese no es el camino que conduce a su recién descubierta identidad. La ausencia de los amigos durante unas vacaciones lo enfrentará a su verdadero ser.

¿Y qué se encuentra en ese momento? Con un sentimiento nuevo que desconocía y que lo desconcierta: la compasión. Basini seguirá siendo el perro fiel de Törless en ausencia de los otros amigos, pero Törless no quiere hacer ese papel, o comprende que ese papel no es para él. Una noche, Basini se mete desnudo dentro de la cama de Törless: la escena es de una gran belleza, está contada con una delicadeza y una economía de medios envidiables. Aunque Törless se niega en un principio a hacer u ordenar cualquier cosa a Basini, pronto se queda sin palabras.

La voluptuosidad se apodera de él y de pronto todos los poderes y los deberes le parecen vanos. Sólo piensa: «En la soledad todo está permitido…». Basini, comprendida la debilidad de su amigo Törless, se ofrece a él sin necesidad de órdenes, como el fiel amigo al que quiere brindar todo su ser. Törless lo acepta en su soledad, en la vacía batalla que emprende para comprenderse. Será la terrible diatriba entre el opresor que no quiere serlo y la víctima que sí desea seguir siendo víctima.

La transformación

Cuando los dos amigos vuelven de vacaciones, la transformación ya se ha operado en Törless. No se reconoce ni en el lado de los fuertes ni en el de los débiles, ni siquiera la amistad es suficientemente fuerte para moverlo del lugar donde lo han colocado las circunstancias.

En un final espléndido, Musil dibuja el perfil del que será ese nuevo Törless que ha nacido de la soledad y del arrepentimiento. No hay una sola referencia a la moral ni a la religión, al sentido del pecado, ni siquiera a una ética universal. Es la sola experiencia la que labra el destino de los hombres.

Posiblemente esta novela sea la forma que encontró Musil de expiar sus demonios de juventud. En cualquier caso, consiguió con ello una obra maestra donde destaca la sobriedad de la prosa y la claridad expositiva, de una eficacia asombrosa.

16 (Cicutadry)

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