REPOSICIÓN.-
En los antiguos textos de historia chinos ya se mencionaba a unos gigantes blancos y rubios que habitaron el país hacía milenios, pero siempre se consideró una fantasía hasta que en el siglo XX se descubrió un grupo de momias políticamente incorrectas al oeste de China, en Xinjiang, en la región más árida del mundo y la más alejada del mar, en el desierto de Taklamakán.
Se trataba de un complejo funerario con numerosas momias de rasgos caucásicos que parecían revelar que entre Oriente y Occidente había existido contacto antes de la Ruta de la Seda, y lo que lo era más misterioso, que los europeos habían estado en China miles de años antes que Marco Polo.
Lo cierto es que las momias blancas resultaban “incómodas” para las autoridades locales, pero también para los historiadores, pues había que rehacer el mapa del ser humano y su viaje por nuestro planeta, así que terminaron olvidadas en un museo hasta que se «redescubrieron».
Estas momias eran altas, de metro ochenta y algunas de casi dos metros, de cabellos rubios y pelirrojos, conservadas gracias a la aridez de la cuenca del Tarim. Por ello se dijo que eran celtas y vikingas, pero lo que nadie sospechaba es que pertenecían a una cultura mestiza y desconocida hasta hace poco.
Los genetistas Spencer Weller y Felix Jin del Proyecto Genoma, volcaron su interés en el año 2007 en un caso forense de milenios de antigüedad, de una civilización de la que no habían quedado construcciones arquitectónicas ni textos escritos con los que desentrañar su misterio, salvo algunos utensilios y herramientas desconocidos en China hace cuatro mil años y… su ADN.
El gobierno chino permitió a los investigadores analizar a una docena de momias, algunas muy conocidas y apodadas con nombres vistosos: el hombre de Cherchen, la belleza de Loulan y el chamán de Xinjiang.
Había algunas pistas: tejidos de lana, fieltro, sarga y motivos decorativos de cuadros; faldas, pantalones, gorros, botas y cinturones, que parecían revelar que estos individuos procedían de Europa occidental. La historiografía oficial acepta que hace cincuenta mil años nació el hombre en África, y que de ahí se extendió por Eurasia y Norteamérica en un proceso que duró solo seis mil años. Ahora, con las momias de Xinjiang, había que plantearse que la primera llegada de los europeos a la cuenca del Tarim se habría producido hace cuatro mil años. Luego el ser humano fue nómada durante más tiempo de lo que se pensaba.
La cría de ovejas y la lana se produjo hace seis mil años en Oriente Próximo y de ahí se extendió por el mundo, pero en la época a la que pertenecían las momias de Xinjiang no existía la lana en China. ¿Eso quería decir que la cultura del Tarim había trasmitido el uso y fabricación de la lana a los chinos?
Estas momias de rasgos caucásicos tenían además objetos de bronce, una aleación de cobre y estaño que fue una de las grandes innovaciones de la humanidad, y que se produjo por primera vez en Mesopotamia hace tres mil quinientos años, de donde se extendió por el mundo y marcó un hito en las culturas que comenzaron a usarlo. Pero si las momias de la cuenca del Tarim ya usaban el bronce en el año 1800 a. C., que no era conocido en China por aquellas fechas, ¿eso significaba que esta cultura se lo enseñó a los chinos?
Una de las momias, el hombre de Cherchen, había sido embalsamado y pintado con símbolos solares. Debió ser un personaje distinguido, tenía una silla de montar y junto a él también apareció un cráneo y una pezuña de caballo. Este animal se domesticó en la estepa póntica, en Europa oriental, hace unos cinco mil quinientos años. Atravesar latitudes a lomos de caballo fue lo que permitió al ser humano establecer contacto con otros pueblos y culturas, y seguramente fue lo que permitió a esta cultura llegar hasta China.
Pero además las momias de Xinjiang guardaban gran parecido físico con otra momia que reposaba en el museo del Hermitage, en San Petersburgo, la de un hombre que fue encontrado congelado en Siberia a mil kilómetros al norte del Tarim. Se trataba de un jefe tribal enterrado con su carro con ruedas, alfombras, un caballo y su silla de montar, que vivió coincidiendo en el tiempo con la cultura de Tarim. Lo que parecía demostrar que las momias de China tenían algún parentesco con Siberia.
Y un misterio más, la momia del chamán de Xinjiang tenía instrumentos musicales, campanas, bastones y… marihuana, desconocida en China entonces. Debió ser un curandero o un adivino que vivió en el siglo VIII a. C., a finales de esta civilización del oeste de China. Pero había otro detalle, esta momia estaba adornada con caracolas del Índico, lo que abría el campo de contactos entre culturas en la sociedad de la cuenca del Tarim de Europa a Mesopotamia, de Siberia a la India.
Las conclusiones del estudio de las momias de Xinjiang
El estudio científico de las momias chinas reveló que habían sobrevivido unos dos milenios en la cuenca del Tarim, de los cuales al menos mil años habían sido durante la época en que la zona era un lugar próspero, en una China con clanes enfrentados entre sí que sin duda tuvieron contacto con este pueblo.
La causa de la desaparición de esta cultura se debió al cambio climático que secó el río y convirtió su mundo en un desierto, lo que las conservó de forma natural, al carecer de humedad ambiente. Por ironías del destino lo mismo que las había matado, la aridez, les proporcionó la eternidad. Los análisis de las momias blancas de China detectaron que habían muerto jóvenes (un tercio eran niños y adolescentes), con humo y arena en los pulmones y comidos por los piojos. Lo que hace pensar que vivieron en espacios reducidos, junto a la hoguera, soportando duras condiciones de vida, malnutrición y enfermedades.
La secuencia de ADN de las momias de Xinjiang arrojó la siguiente información: eran hijos de una inmigración poblacional en la cuenca del Tarim, venían de Europa, Eurasia, Siberia, el Tibet, Mongolia y la India. No eran europeos puros, eran mestizos con material genético de todo el continente eurasiático. El hombre de Cherchen, la belleza de Loulan, el chamán de Xinjiang y su cultura fueron un puente entre Oriente y Occidente antes de la Ruta de la Seda, su ajuar funerario y su genética demuestra que ya había contactos entre estas poblaciones a través de la mezcla de objetos y mercancías, pero también de ideas. Las momias chinas eran descendientes de la migración, del asentamiento y del mestizaje, y no dejaron otro rastro que sus cuerpos altos y rubios.
Para saber más:
El documental de National Geographic Channel Las misteriosas momias chinas.
© Ana Morilla. Julio 2023. Todos los derechos reservados.