ARRECIFE
— Juan Villoro
Ciertas formas de ocio pueden resultar perversas pero, si tienen su reclamo de clientes, ¿por qué debemos pensar que no están permitidas o dónde está el límite de lo que podemos y no podemos hacer? Ése parece el principal interrogante que Juan Villoro pretende hacernos en esta novela, cuya acción transcurre en un moderno centro turístico del Caribe mexicano que el autor bautiza con el nombre de La Pirámide. Estamos en una época que se puede corresponder con la de un futuro próximo, bastante incierto. El negocio del turismo ha decaído. Los hoteles y resorts de la zona apenas tienen ocupación. Se deja entrever que los problemas medioambientales, el cambio climático, las guerrillas y las mafias del narcotráfico y la globalización y los problemas económicos son factores que han contribuido a ello. Sin embargo, La Pirámide está llena de visitantes. ¿A qué se debe esto? Pues a que en este destino se les ofrece a los turistas algo único: la posibilidad de hacer un turismo de riesgo, en el que puedan sentir, experimentándolo en sus propias carnes, el miedo, la angustia, la posibilidad de una muerte. Obviamente, todo ese riesgo está controlado, aunque los turistas no lo sepan, pero se trata de hacerles creer que todo es real, montajes donde se simulan secuestros exprés, encuentros aparentemente fortuitos con guerrilleros que les disparan, excursiones a la selva donde pueden ser atacados por animales mortíferos, violaciones fingidas, todo un cuadro de actividades para sentir la adrenalina en sus cuerpos, pero cuyo éxito depende del realismo con que se ejecuten.
Y es que como dice Mario Muller, el gerente del complejo hotelero, «lo que ofrecemos es mucho más que un deporte, el peligro es el mejor afrodisiaco». Y para demostrarlo, no hay más que mirar las cifras de turistas que acuden a La Pirámide. Todos ellos desean consumir miedo, y aunque tal vez ese deseo irracional se pueda considerar un paso más de la degradación humana y de la decadencia, Mario no los juzga, antes al contrario, defiende su elección: “Si sienten miedo eso significa que están vivos: quieren descansar sintiendo miedo. Lo que para nosotros es horrible para ellos es un lujo. El tercer mundo existe para salvar el aburrimiento de los europeos”.
Muller fue en su tiempo el líder de una banda de rock que se llamaba Los extraditables. Junto a él, trabajando en La Piramide, también se encuentra Tony Góngora el que fuera bajista de ese grupo y el narrador de esta novela. Durante años Tony tuvo graves problemas con las drogas que lo dejaron al límite de la muerte. Mario no sólo lo ayudó a desengancharse, sino que le ofreció un puesto para componer música ambiental que debería sonar en este peculiar centro de turismo. Una vez conocido el enclave y los dos personajes con mayor peso en la novela, se desencadena la tragedia. En un centro en el que el peligro es el atractivo, uno de los buzos aparece muerto. El problema es que no se ha tratado de un accidente, sino de un asesinato. El muerto, un tal Ginger, es de nacionalidad norteamericana, y los responsables del hotel temen que ese detalle llame la atención de la embajada y ahuyente a los turistas. Para complicar aún más la situación, al cabo de poco tiempo aparece un segundo buzo muerto.
A partir de aquí, Juan Villoro construye una novela con tintes de trama policial pero cuyo principal atractivo está en las relaciones de los personajes. Se rememoran los tiempos en los que el grupo Los extraditables hacían una gira mundial y fueron una promesa real de grupo exitoso que acabó rompiéndose. Mario le recuerda a su amigo Tony detalles que él ignora o que no puede recordar, pues las drogas le han hecho «olvidar la mitad de su vida». Mario se convierte en su memoria viva, sin que se llegue a saber hasta qué punto puede ser bueno recuperar todos los recuerdos. Aparte de esto hay muchos personajes secundarios, pero todos ellos muy sugestivos, que aportan cada uno con su historia, gran interés a la trama.
A diferencia de una novela policial clásica, lo importante de Arrecife no está en el afán de un detective por descubrir al autor de los crímenes. Tony será quien, a su manera, vaya atando cabos y desgranando las complejas relaciones de un mundo en el que la corrupción está a la orden del día, pero no lo hará por un deseo de justicia, sino simplemente porque, como él afirma, el buzo le caía bien y su deseo no está tanto en saber quién o cómo, sino el porqué.
Creo que con Arrecife Juan Villoro ha construido una buena novela, con ritmo e interés, con unos diálogos excepcionales y unos personajes en los que el peso de las relaciones humanas, con todas sus virtudes y sus miserias, resultan fundamentales.
© Jaime Molina. Julio 2023. Todos los derechos registrados (Cicutadry)