El salario del crimen, de Julio Buchs

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LA CORRUPCIÓN DE UN POLICÍA

En estos días, en el canal de televisión Paramount Channel, están reponiendo los episodios de la mítica serie Colombo, protagonizada por un Peter Falk que daba vida a un desastrado y solo aparentemente despistado teniente de la policía de Los Ángeles que, con la táctica de no dejar un minuto de respiro a los sospechosos a base de preguntas banales e insidiosas (pero, eso sí, sibilina y cuidadosamente lanzadas), lograba resolver todos los casos de asesinato que se le ponían por delante. Viendo el séptimo episodio de la segunda temporada, hubo un hecho que me llamó profundamente la atención. Se trataba de un capítulo del año 1973, protagonizado por Laurence Harvey en uno de sus últimos papeles antes de su fallecimiento, quien interpretaba a un jugador de ajedrez que acaba asesinando a su principal rival por su superioridad en el juego. Es sabido que, en la actualidad, es fácil saber en qué escenas de obras audiovisuales extranjeras actuó la censura por dos medios relativamente simples: bien porque en ellas cambian las voces de los dobladores de los personajes (ya que fueron dobladas después del estreno inicial, cuando la censura había desaparecido y la escena dejó de estar suprimida) bien porque se emiten sin doblar con subtítulos. Pues en el episodio mencionado de Colombo, se aprecia que la censura actuó sobre un momento del capítulo en el que Laurence Harvey afirma que no suministró una determinada información a la policía por temor a que la misma finalizara apareciendo en la prensa, ya que “es sabido que cualquier agente, por solo veinte dólares, la hubiera vendido a un periodista”. Está claro que una alusión a que un miembro de las fuerzas de seguridad fuera fácilmente corruptible forzó, a la altura de marzo de 1975 (que fue cuando se proyectó el episodio en TVE), la intervención de las tijeras censoras. Precisamente por ello, llama la atención que El salario del crimen (1964) pasara los dos controles que la censura efectuaba, el primero sobre el guion previo y el segundo sobre la película ya rodada.

Arturo Fernández es el protagonista de El salario del crimen de Julio Buchs

Posiblemente, ello se debe a que la censura tendía a ser, a veces, algo más permisiva con los títulos de serie B y de cine de género (de terror y noir, especialmente) bajo el convencimiento de que su distribución iba a ser más limitada (de hecho, Jesús Franco se decantó por esos dos géneros precisamente por ese motivo, porque sabía que los censores no iban a ser tan rigurosos como con otro tipo de películas más generalistas), de modo que ese cine de género terminó siendo un instrumento útil para abordar temáticas que estaban vedadas en otros terrenos narrativos. El salario del crimen es una buena prueba de ello. Porque la trama de este film dirigido por Julio Buchs (1926-1973) gira en torno a un policía (Arturo Fernández) que se acaba corrompiendo, que se apropia de dinero de un delincuente y organiza un robo a una sucursal bancaria para mantener el lujoso tren de vida que ha emprendido tras haber conocido a Elsa (Françoise Brion), la dueña de una boutique, con la que ha iniciado una relación. Dando una nueva vuelta de tuerca, dicho policía toma ese camino a pesar de la investigación que está llevando a cabo para encontrar al asesino de uno de sus compañeros, un traficante de drogas (Alberto Dalbés) del que se desconoce su identidad, sin que ello sea óbice para que él mismo emprenda una turbia trayectoria delictiva. Todo ello llama aún más la atención atendiendo a que se habla abiertamente del comercio y consumo de drogas y a que, en dos de las secuencias, se sugiere de manera clara (aunque no explícita) que la pareja protagonista va a mantener o ha mantenido relaciones sexuales sin que los censores hicieran nada al respecto (no sabemos si porque no quisieron o porque no se dieron cuenta de tal circunstancia –esta segunda posibilidad no es en absoluto descartable–).

La relación que Arturo Fernández inicia con Françoise Brion será la que le lleve a iniciar una carrera delictiva a pesar de su condición de policía

Si, cuando hablamos del cine negro español de los 50 y 60, se suele hacer siempre referencia a las películas realizadas en Barcelona (de hecho, en la primera entrega de esta sección, hablamos de una de ellas, A sangre fría de Juan Bosch), El salario del crimen está producida y rodada, en cambio, en Madrid, lo cual es un hecho no habitual que supone un cambio más que llamativo de escenarios y localizaciones. No obstante, ello no significa un cambio sustancial de estilo ya que la labor del director, Julio Buchs, y de los guionistas (el propio Julio Buchs, José Fernández Alonso-Oribe y José Luis Martínez Mollá), la banda sonora con colores jazzísticos de José Solá y la magnífica fotografía de Antonio Macasoli logran recrear una factura dramática y visual propia del noir clásico, con algunos de sus rasgos de identidad básicos: la ambigüedad y fragilidad moral de los personajes, el hecho delictivo como fruto del materialismo imperante en el sistema social, el delincuente que siempre termina pagando por su delito (“hasta el delito más perfecto se complica siempre”, dice Arturo Fernández a mitad del film), las frases e imágenes brillantes y lapidarias (como la que cierra la película, pronunciada también por Arturo Fernández, “aquí le entrego a los dos hombres que me mandó detener”, y cuyo sentido no podemos explicar sin revelar detalles esenciales de la trama), la utilización de claroscuros y perspectivas anguladas en la fotografía…

Una escena de El salario del crimen en la que se observa la utilización de claroscuros

En El salario del crimen, podemos encontrar antecedentes de Policía Python 357 (1976) de Alain Corneau y No hay salida (1987) de Roger Donaldson, con un policía persiguiéndose a sí mismo e, incluso, hay quien dice que de Teniente corrupto (1992) de Abel Ferrara, ya que en las dos películas ambos protagonistas se deslizan poco a poco por una deriva que les acaba destruyendo. La temprana muerte de Julio Buchs cuando solo tenía cuarenta y seis años le impidió poder completar una trayectoria más amplia como director. No obstante, nos ha dejado títulos como El salario del crimen que son muestra de un talento cinematográfico inequívoco e indiscutible, un ejemplo más del brío y calidad de los que el noir español siempre ha disfrutado.

De izqda. a dcha., José Bódalo, Arturo Fernández y Manuel Alexandre, quienes interpretan a tres policías en El salario del crimen

 

A la izqda., el cartel español de El salario del crimen. A la dcha., el cartel italiano, con el título de Agente Ted Ross. Rapporto segreto y con un Arturo Fernández presentado con el nombre de Arthur Fernand y un Julio Buchs con el nombre de Julian Busch, estrategia comercial para hacer pasar la película como norteamericana en vez de española con el fin de conseguir mejores resultados en taquilla (algo habitual en la época)

© José Manuel Cruz. Abril 2023. Todos los derechos reservados. 

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