Todos me llaman Ful

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TODOS ME LLAMAN FUL

Autor: Rafa Melero Rojo.


Editorial:  ALREVÉS  – ISBN: 978-84-18584-55-8    326 Páginas – Rústica con solapas.

Publicación: 2022

Eso, al menos, nos daría una explicación racional de por qué son unos demonios. Y aunque pueda parecer hipócrita por mi parte sabiendo a qué me dedico, siempre me digo que no soy una mala persona, que nunca me ha gustado hacerle daño a nadie, eso lo tengo claro, y que hago lo que hago por necesidad.

Sé que no es del todo cierto. No tuve todas las oportunidades que otros tienen cuando era un niño, pero mis elecciones también cuentan y fueron nefastas. Aun así, nunca he hecho daño por voluntad en cuanto tuve conciencia de ello. Quizá esa es la diferencia. Aunque una cosa sí que me ha enseñado la vida. Algo por poco que sea, se puede cambiar. Espero que para bien.

 

 


Todos me llaman ful (2022) de Rafa Melero Rojo, es la sexta y última novela de un autor al que hay reconocer un conocimiento exhaustivo del mundo criminal respecto al que puede tener la mayoría de los escritores de novela negra dada su experiencia como investigador en los Mossos d´Éscuadra. Un conocimiento del que hizo gala en su primera novela La  ira de Fénix (2014), donde aparece por primera el personaje del sargento Xavi Masip del grupo de Homicidios de la policía autonómica catalana, al cual Melero prestará su experiencia como investigador para que resuelva el caso del asesinato de la psicóloga Mónica Capmàs. Una trama en la que Rafa Melero ofrece al lector ese plus de autenticidad que tiene conocer de primera mano todos los pormenores de su oficio y que se traduce en el cuidado con el que el autor nos detalla cómo es una verdadera investigación policial por homicidio en un cuerpo como el de los Mossos d´Escuadra donde, a diferencia de lo que suele ser habitual en las novelas ambientadas en Estados Unidos, los agentes no pueden ir por libre, sino que tienen que estar siempre pendientes de las órdenes judiciales que les permiten desarrollar su labor con lo que eso supone de tira y afloja entre la policía y los jueces. A eso hay que añadir la presión de los medios de comunicación con su tendencia a zancadillear en más de una ocasión la labor policial revelando datos que ponen sobre aviso al malo del libro. En cualquier caso, un tipo de novela negra o policial que podríamos denominar tradicional, con un investigador de la policía como protagonista y sobre el que recae todo el preso de la trama con la resolución del crimen. Un tipo de novela negra o policial al que Melero podría haberse apuntado para los restos por la solvencia que ha demostrado en todas sus novelas con el sargento Xavi Massip como protagonista. Sin embargo, en 2017 gana el Primer Premio de Novela Cartagena Negra con Ful, una novela en la que Melero abandona al sargento Massip para pasarse al otro bando. De ese modo, ahora el protagonista es un criminal de poca monta llamado Ful, diminutivo de Fulgencio y también el tatuaje que éste exhibe en su brazo derecho de esa buena mano de póquer, el cual sobrevive dando palos en las calles de Lleida, un hombre atrapado en un entorno social y familiar del que es incapaz de escapar si no es apuntándose a un plan no por fácil menos peligroso y que acabará mal, es decir, ni más ni menos que como suelen acabar casi todas las novelas del género donde los protagonistas son los malos. Con todo, se trata de una novela que rompe con el estilo y hasta el ritmo de las novelas anteriores de Melero protagonizadas por el sargento de los Mossos d´Escuadra. En Ful el autor parece dejar a un lado el desarrollo de la trama criminal para centrarse en la construcción de los personajes, o lo que es lo mismo, para hacer un retrato del mundo de esa delincuencia que el inspector Melero conoce tanto como profesional como por leridano. Y lo hace a través de una trama en la que prima el ritmo de la narración sobre todas las cosas, compuesta por capítulos cortos que ayudan hacer una lectura más ágil de lo que sería el desarrollo de los una investigación policial al uso. En Ful lo importante es la acción en todo momento, todo acontece a partir de que el atraco sale mal y los protagonistas se ven envueltos en el caos consecuente y una huida en la que dejan muchos flecos sueltos. Es entonces, a lo largo de esa huida de la policía y el sicario colombiano que los persigue, que descubriremos la complejidad de las relaciones de los protagonistas entre ellos y con su entorno. Una historia trepidante que se lee con mirada cinematográfica –aquí estoy un tris de añadir “tarantinesca”, como podría haber añadido que del estilo de cualquiera de las pelis de Guy Richie; pero, para ser sincero, mi referencia era todo el rato literaria y más en concreto las novelas de Paco Gómez Escribano-, y que acaba, como en las mejores novelas del género, con una sorpresa no exenta de controversia.

Pues bien, Todos me llaman Ful es la secuela lógica de Ful después de que Melero volviera a su mosso Xavi Masip en El secreto está en Sasha (2017) y volviera a cambiar de registro dentro del género negro con una novela coral ambientada en el mundo de las finanzas. De hecho, la historia no solo retoma el personaje de Ful, todavía más desencantando con todo, no por nada se nos presenta como “doctorado en calamidades”, sino que además estructura toda la trama alrededor de la misma premisa que la anterior novela, Ful. Así pues nos encontramos de nuevo, no con un atraco fallido, sino con un tiroteo entre los protas, una narcobanda y la guardia civil, la cual desencadenará una persecución de Ful y sus socios por parte de la policía, en este caso del teniente de la Guardia Civil López Cuervo, unos traficantes guiados por Adalberto, un picolo corrupto que trabaja en Aduanas, e incluso un sicario ruso que busca, casi que a tientas y dejando un predecible reguero de sangre a sus espaldas, a Ful y a su socio, Pepe, un ex mosso pasado al lado oscuro, por haberle robado el peruco de lujo a un mafioso ruso sin saber que lo era, una de las pocas cosas que chirría de toda la historia porque promete mucho y al final parece disolverse como un azucarillo en el café.  Una historia que, también a semejanza de la primera entrega del personaje de Ful, es ante todo trepidante, acción desde la primera línea del primer capítulo –imposible no traer a la memoria al personaje de Mark Renton, interpretado por Ewan McGregor, de Trainspotting en la alocada persecución con la que comienza la película- hasta el final. Un comienzo que sirve sobre todo para poner sobre aviso al lector de lo que le espera a lo largo de la novela, capítulos cortos y trescientas y pico páginas de adrenalina a raudales. Con todo, es a partir del segundo capítulo cuando nos reencontramos con Ful y sus circunstancias, cuando aparece su socio Pepe, su amigo de la infancia en el barrio leridano en el que ambos crecieron y el ex mosso que le propone asociarse con él y sus compinches para dar un palo a los narcos colombianos para los que trabaja Adalberto, el picolo corrupto de aduanas al que Ful y Pepe chantajearán para que les entregué la mercancía que llegará en un contenedor al puerto de Barcelona.

Así pues, y tal y como apuntaba, todo girará alrededor del antes y el después del tiroteo en el puerto de Barcelona. En el antes se nos irán presentando los personajes que participarán en el tiroteo, tanto directamente con Ful y Pepe, el corrupto Adalberto y el teniente Cuervo, como indirectamente en la figura de los otros dos socios de Ful y Pepe, un tal Juan que hará las veces de conductor y Carapan, el colombiano que acabará revelándose como un psicópata sexual; ambos se encargarán de secuestrar a la familia de Adalberto con el fin de poder así chantajearlo. El después será todo lo que se puede esperar de la huida de Ful y Pepe con la mitad de la mercancía de los narcos tras una de las escenas de tiros más intensas y mejor escritas que le leído en mucho tiempo, toda una eternidad en poco más de cuatro páginas. Un tiroteo entre el picolo corrupto y sus compinches con sus compañeros de la Benemérita al mando del teniente Cuervo y nuestro prota y su socio. Un tiroteo al que hay que sumar esa otra escena que sucede simultáneamente en la casa de Adalberto con la mujer y los hijos de éste a merced del psicópata de Carapan. No me toca seguir comentando como se seguirá desarrollando la historia a partir de ese cenit que es el tiroteo y lo que ocurre en casa del picolo corrupto, porque es el lector al que le compete averiguar cómo consiguen huir Ful y Pepe del tiroteo, dónde esconden la droga para luego venderla y quiénes, cómo y para qué los persiguen hasta el desenlace de la historia.

En cualquier caso, creo que con estos simples trazos queda más que apuntado el carácter de novela esencialmente de acción de Todos me llaman Ful.  Pero cómo hace Melero para conseguir, ya no solo mantener en vilo al lector con una historia que con esos mimbres en realidad tan frágiles podría caer en la tentación de repetirse a lo largo de más de trescientas páginas. Pues lo hace de varias maneras. Por un lado utiliza la técnica que ya utilizó en Ful de mezclar capítulos contados en primera persona por el protagonista y otros en tercera persona. De esa manera la primera persona le vale a Melero para profundizar en la construcción del personaje de Ful, alguien que se nos presenta como una víctima de la fatalidad de haber nacido donde ha nacido y, sobre todo, de haber tomado decisiones en el pasado que lo han condenado a un presente del que no se siente nada orgulloso y del que le gustaría salir a toda costa. Y ese “a toda costa” no es otro que participar en el plan que le propone su amigo de la infancia. Sin embargo, él se considera a sí mismo y en todo momento como una buena persona, y por eso no puede sino sentir repulsa por la violencia gratuita de personajes como el Carapan, acaso el verdadero malo de esta historia, siquiera el malo sin posibilidad de coartada social o moral alguna, y siempre en contraste con Ful y su amigo, al fin y al cabo dos desgraciados que justifican lo suyo con su derecho a encontrar una segunda oportunidad en la vida. De ese modo, y gracias a todo lo que nos cuenta Ful en primera persona, a todo lo que se le pasa por la cabeza en tiempo real, conoceremos las aristas tanto de nuestro protagonista como de su amigo. En cualquier caso, un verdadero y notorio intento de penetrar en la mentalidad del delincuente, no tanto para disculparlos como para tener una perspectiva más real, empática incluso, sobre el delincuente al más genuino estilo de ese subgénero de la novela negra llamado de “quinquis”, y del que no puedo evitar volver a mencionar a Paco Gómez Escribano como el autor que prácticamente lo ha resucitado. Ahora bien, si en la mayoría de las novelas escritas desde el punto de vista del delincuente no suele haber compasión con la figura de los representantes de la ley, casi siempre el enemigo a batir y del que se suele hablar con todo el desprecio y rencor del mundo posible porque, a fin de cuentas, son los que se encargan de joderle la vida, en este caso podríamos afirmar que a Melero se le nota la placa porque por algo ha intentado hacer algo parecido con el antagonista natural de Ful y su colega, el teniente Cuervo de la Benemérita cuyas circunstancias personales nos son presentadas por el autor con la misma sinceridad y coherencia con las que describe al resto de los personajes de la novela. Un intento de humanizar al “poli” que se me antoja tan encomiable como necesaria de cara a la veracidad de la historia, sobre todo si tenemos en cuenta las veces que la policía no suele ser mostrada como un mero estereotipo para salir al paso y poco más.

Con todo, y por muy atractivo que parezca el planteamiento de la novela y en especial la promesa de una lectura plagada de acción y sorpresas, habría sido imposible sostenerla a lo largo de más de trescientas y pico páginas si no fuera porque Rafa Melero Rojo hace una verdadera ostentación de talento literario gracias a una prosa primorosamente trabajada para asegurar que no decaiga nunca el ritmo al mismo tiempo que accedemos a los entresijos de las vidas de los personajes, ya sea la emotiva historia de amistad entre Ful y Pepe, o algunos de sus traumas como la esquizofrenia que hace creer a Ful que su amada Jessy sigue estando ahí para cuando consiga resolver su futuro. Una escritura poderosa, dura y, lo que es muy importante en estos casos, sobre todo veraz, en la que no falta una buena dosis de ironía, en especial del prota para consigo mismo y todo lo que lo rodea. Una ironía que, como suelo repetir siempre que reseño novela negra, juzgo imprescindible para que el lector pueda digerir sin indigestarse tanta mugre con la que uno se topa a poco que se asome a ese lado negro de nuestras en apariencia pacíficas, seguras y sobre todo autosatisfechas sociedades occidentales.

Así que ya solo queda felicitarse por la ocasión que Melero nos ofrece de pasar un buen rato más que entretenido, intenso como pocos, leyendo una novela a la que no le falta lo imprescindible para ser uno de los mejores exponentes de su género. Me refiero, claro está, a una trama no por sencilla menos atractiva, un tan sucinto como certero retrato sociológico y humano de sus personajes, el humor o la ironía con la que podemos recorrer la historia siempre con una sonrisa entre los labios antes que una mueca de disgusto o cualquier otra cosa por el estilo, y, ya muy en especial, la certeza de que su autor atesora ya un instinto narrativo más que acreditado. Por mi parte, podría objetar que echo en falta en este tipo de novelas algo más que el propósito de entretener al lector en exclusiva, que me gustaría percibir en el texto eso que se decía a la hora de distinguir la novela negra de la esencialmente policial en el ánimo crítico de la primera para con la sociedad en la que está ambientada. Un ánimo crítico, puede que solo un poco más explicito, que no percibo ni en esta ni en la mayoría de las novelas negras contemporáneas españolas y que nada tiene que ver con convertir una trama alrededor de un crimen en un panfleto anti esto o lo otro, si eso y como poco algo más que nos ayude a entender porque personajes como Ful o su colega Pepe son incapaces de salir del círculo vicioso donde les ha puesto la vida, eso o por qué otros venden la suya al mejor postor cuando ni siquiera lo necesitan. Sin embargo, tampoco me voy a engañar, cualquier tentativa de hacer algo parecido a lo que sugiero podría correr el riesgo de derivar en un panfleto. De modo que por eso mismo, y también porque estoy convencido de que el éxito actual de la novela negra se debe a su concepción por parte de la mayoría del público como mera literatura de evasión, me temo que la reivindicación de una novela negra más comprometida con la crítica de nuestros tiempos esté condenada de antemano a la irrelevancia.

© Txema Arinas. Mayo 2023. Todos los derechos reservados.

 

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