Inquietudes sentimentales – Teresa Wilms Montt

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La belleza de lo insumiso

¿Qué puede una joven escribir contra el mundo? Mucho, si no todo. Sobre todo si esa joven es Teresa Wilms Montt, autora inclasificable, poetisa en el sentido más radical del término, y figura esencial para entender una modernidad literaria que fue, en muchos casos, sutilmente amputada de su mitad femenina. En Inquietudes sentimentales (1917), su primer libro, hallamos un estallido de estilo y pensamiento, una escritura visceral, erótica, confesional, que a más de un siglo de distancia sigue hiriendo por su lucidez y por su belleza.

Publicada en Buenos Aires mientras Wilms se encontraba aún en pleno exilio forzado (tras un encarcelamiento en un convento en Chile a instancias de su marido y su familia), esta obra emerge no como un cuaderno de lamentos, sino como un grito de afirmación estética y vital, una suerte de diario lírico donde se confunden el dolor, la rebeldía y la vocación absoluta por la belleza.

Inquietudes sentimentales no es una novela, ni tampoco un libro de poemas en sentido estricto. Es, como quiso la propia autora, una serie de fragmentos, reflexiones, pensamientos, oraciones, invocaciones, casi todas ellas dirigidas a una figura divina —“Oh Tú”— que parece conjugar al mismo tiempo a Dios, al amado y al Absoluto. En sus páginas no hay desarrollo narrativo, sino una sucesión de estados del alma, como si Teresa Wilms Montt no escribiera para contar algo, sino para sostenerse viva.

Este carácter fragmentario no responde a una estrategia formal, sino a una necesidad interior: el fragmento como forma de decir lo indecible, de dejar hablar al dolor sin edulcorarlo ni someterlo a retórica. Cada entrada, cada párrafo, vibra como un poema: su estilo es hipersensible, alucinado, próximo al de ciertas místicas, pero siempre cruzado por una conciencia crítica del mundo.

No estamos, pues, ante una joven lánguida que se lamenta por sus penas amorosas. Estamos ante una escritora que usa el lenguaje para resistir a una sociedad que la quiere muda, invisible o muerta. El resultado es un libro inclasificable, incómodo, pero profundamente revelador.

La vida de Teresa Wilms Montt ha sido muchas veces contada como un drama romántico: hija de una familia aristocrática chilena, casada contra su voluntad, madre temprana, encerrada en un convento por “comportamiento inmoral”, exiliada en Buenos Aires, Madrid y París, amante de un anarquista, finalmente suicida en un hotel de la capital francesa con solo 28 años. Pero reducir su figura a esa biografía trágica sería negarle su condición de escritora.

Lo verdaderamente notable de Wilms Montt no es su vida —que en sí misma ya cuestiona los valores de la época—, sino la manera en que transformó esa experiencia en literatura. En Inquietudes sentimentales no se encuentra solo el eco de un sufrimiento personal, sino una crítica feroz a las convenciones sociales, a la hipocresía de la moral burguesa, a la sumisión impuesta a las mujeres bajo el pretexto del orden y la virtud. “Es tan fácil morir… y es tan difícil vivir como yo quiero”, escribe. No hay sentimentalismo aquí, sino claridad brutal. Wilms Montt escribe desde el margen, pero no para pedir perdón ni comprensión: escribe para afirmar una identidad disidente, para reivindicar su derecho al deseo, al pensamiento libre, a la tristeza, al arte. Su escritura es una forma de insumisión.

Aunque Teresa Wilms Montt escribió en plena efervescencia del modernismo hispanoamericano, su voz no se alinea del todo con la de los grandes nombres de ese movimiento. Si bien es posible rastrear en ella cierta sensibilidad decadentista —el gusto por lo oculto, lo crepuscular, lo exótico—, su estilo no se detiene en el esteticismo formal, sino que va más allá: hacia un erotismo espiritual y un vitalismo desesperado que la emparentan más con las escritoras modernistas europeas que con sus contemporáneos varones del ámbito hispánico.

Hay en su obra ecos de D’Annunzio, de Baudelaire, de Rilke, pero también de Santa Teresa de Jesús y de Simone Weil, salvando las distancias temporales. Su escritura participa de esa tradición que asocia la intensidad emocional con una búsqueda filosófica del absoluto. En ella, cada palabra es una exploración de los límites entre el cuerpo y el alma, entre el deseo y la muerte.

A la vez, es importante destacar que Wilms Montt fue una mujer instruida, políglota, lectora voraz de Nietzsche y de los místicos. Su escritura no es fruto del arrebato emocional, sino de una voluntad deliberada de estilo y pensamiento. No hay ingenuidad en Inquietudes sentimentales; hay inteligencia, ironía, autoconsciencia, incluso cierta teatralidad. Por eso resulta tan moderna: porque en su fragilidad no hay complacencia.

¿Por qué rescatarla ahora?

La pregunta, en realidad, debería formularse al revés: ¿por qué no se ha leído antes? Durante décadas, Teresa Wilms Montt fue una figura marginal dentro del canon hispanoamericano. Ignorada por los manuales, ninguneada por la crítica, tratada como una especie de nota al pie en la historia literaria chilena. Como tantas otras escritoras de su tiempo, fue leída desde su biografía, no desde su obra.

Afortunadamente, desde principios del siglo XXI se han multiplicado los esfuerzos por rescatar su legado, tanto en Chile como en España. La edición reciente de sus obras completas, los ensayos biográficos (como los de Patricia Díaz o Adriana Valdés), y su inclusión en catálogos editoriales de prestigio han permitido una nueva lectura de su obra, lejos del sensacionalismo y más cerca de su complejidad literaria.

En ese contexto, Inquietudes sentimentales se revela como una obra inaugural, no solo en su trayectoria personal, sino también en la historia de una literatura femenina moderna, que no teme al exceso ni a la contradicción. Una literatura que no pide permiso, ni se somete al dictado del mercado, ni se acomoda a las etiquetas de género.

En tiempos donde la escritura confesional ha vuelto con fuerza, a menudo desprovista de densidad literaria, el texto de Wilms Montt recuerda que lo íntimo no está reñido con lo estético, y que lo emocional puede ser también una forma de pensamiento.

Si hay algo que distingue a Teresa Wilms Montt por encima de todo es su estilo. Un estilo que no se acomoda, que no se adorna en exceso, que combina musicalidad con violencia verbal, dulzura con exabrupto. Su prosa poética tiene la capacidad de sugerir y de herir al mismo tiempo. Las frases son cortas, cargadas, directas, a veces apenas un susurro, a veces un grito.

No busca explicar ni convencer, sino provocar una respuesta emocional inmediata. Por eso resulta difícil hablar de Inquietudes sentimentales sin citarla directamente. He aquí algunos ejemplos reveladores:

No me importa el juicio de los hombres… Quiero vivir según mis leyes.”

Me revuelvo contra mí misma, en una lucha implacable que nadie comprende.”

He amado tanto, que me he vaciado. Y aún así, quiero seguir amando.”

Estas frases, que podrían parecer simples, en el contexto del libro son devastadoras. Cada una es un testimonio de resistencia, de afirmación del yo frente a la despersonalización impuesta por la norma. Su yo no es narcisista, sino trágicamente lúcido.

Rescatar Inquietudes sentimentales no es un gesto arqueológico, sino una necesidad. Porque en ella se encuentra una de las raíces más puras y menos domesticadas de la literatura en español escrita por mujeres. Porque ofrece un espejo incómodo a nuestra propia forma de sentir, de escribir, de vivir. Porque nos recuerda que la literatura no sirve para adornar el mundo, sino para incendiarlo.

Teresa Wilms Montt murió joven, como tantas escritoras de su tiempo, devorada por un sistema que no contemplaba la existencia de una mujer libre, culta, irreverente y deseante. Pero su palabra quedó. Y sigue latiendo.

Ficha técnica:

  • Título: Inquietudes sentimentales

  • Autora: Teresa Wilms Montt

  • Primera edición: 1917, Buenos Aires

  • Género: Prosa poética / diario íntimo / confesionalismo modernista

  • Ediciones recientes destacadas: Ediciones UDP (Chile), Lumen (España)

  • Temas clave: deseo, exilio, belleza, libertad, espiritualidad, crítica social

REDACCIÓN

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