Cuántas veces hemos pensado qué magnífica es la tecnología, cuantos problemas nos ha resuelto, el confort que nos brinda, los dolores de cabeza que nos evita y el tiempo que nos ahorra… Es una maravilla absoluta.
Si tan solo supiéramos invertir ese tiempo en algo más que no fueran las redes sociales y los reels… ¡Oh! ¡Cuanto nos engañas señora maravilla! Como te incrustaste en la cotidianidad de todos tus lazarillos. Hasta los ahorros hoy nos manejas.
Recuerdo mi infancia por el año 1994, siendo niña sin acceso a la moda a menos que pudiésemos comprar alguna revista en casa, no tenía problemas de identidad ni de personalidad ya que no me definía una prenda de vestir ni mi color de cabello. ¿Teñirme el pelo? ¡Por favor! Eso me hubiese costado un reto interminable de mi mamá y alguna penitencia.
Simplemente era una niña con problemas de niña, conversando con mis amigos temas en común, todo acorde a nuestra edad, solo podía preocuparme si mis amigos estaban mal y tratar de ayudarlos. Y pensar en el momento se compartir con mi madre cuando regresara de su trabajo. Y la merienda que me haría mi abuela que hacía unas cosas de ricas…
Era simple vivir, no había razón para sentirse raro porque simplemente nos dedicamos a vivir en familia, a estudiar, a pasear, a disfrutar sin exceso de información en nuestra cabeza. Los planes eran a corto plazo y siempre se relacionaban con el compartir en familia y solucionar problemas menores del hogar, rebeldía de mis hermanos adolescentes y problemas de dinero que siempre estuvieron latentes pero no nos impedían la felicidad.
Hoy no hay felicidad, hoy las personas estamos en contacto permanente con el mundo entero y con un mundo pintado en las redes que es una fábula triste de perfección y lluvia de dólares. Hoy vemos en las redes madres de niños pequeños que se ven perfectas, hermosas, impolutas junto a sus criaturas perfectas, divinas, que comen todas las verduras sin chistar y que nunca se manchan la ropa y se dejan peinar por horas el cabello hasta quedar con la imagen del reinado más sofisticado.
Nos mienten, a través de la tecnología nos mienten y nos entretienen con temas insignificantes, nos manipulan como a los monos con espejitos de colores. No es real lo que vemos en las pantallas, no debemos ser consumistas de ello, si debemos aminorar el tiempo que le dedicamos al mundo de internet.
No está mal entretenerse o compartir unos dibujitos con nuestros hijos pero sí esta mal, dejar que nos gobiernen las pantallas, que nos impongan modas y formas de vida irreales.
Esto nos genera estrés porque la vara es demasiado alta e inalcanzable, la vida es otra cosa. La vida es más simple, la vida se nos va estando pendientes de los noviazgos y divorcios de Hollywood, y observando los últimos modelos de absolutamente todo lo que existe… Escuchando música cada vez menos creativa y más nociva, viendo modas más vulgares y menos femeninas o menos masculinas.
Volvamos a la vida familiar, a cocinar con nuestros hijos, a sembrar árboles y hacer huerta, a leer en hojas de papel, a dejar de preocuparnos por lo que no tenemos y ocuparnos de lo que sí es real en nuestra vida.
Regresemos, podemos hacerlo aún…
NATALIA CATALINA BARRIOS



