“Nada más difícil que sostener el pensamiento cuando el calor aprieta.”
— Azorín
Recién entrado el verano con su costumbre lenta, con su forma distinta de mirar. Cada año, este periodo en apariencia vacío —las ciudades que se vacían, los calendarios editoriales que se deshacen, las librerías que se refugian en el bolsillo— nos obliga a repensar cómo nos dirigimos a quienes nos leen.
En Hojas Sueltas, hemos decidido no competir con la dispersión, sino habitarla. No insistir en la agenda cuando la agenda se evapora. Por eso, desde esta semana y durante los meses de julio y agosto, veréis un pequeño giro en nuestra manera de publicar: adoptaremos un ritmo más espaciado, más fragmentario si se quiere, pero no menos atento. Las piezas serán breves, más narrativas; las recomendaciones, más cuidadas. Cambia la forma, no la mirada.
El verano, como el buen ensayo, no busca llegar sino rodear. Nos invita a leer en sombra, a pensar desde la lentitud, a prestar atención a lo que pasa cuando “no pasa nada”. Aprovecharemos para rescatar textos olvidados, reediciones que merecen una segunda vida, festivales que sobreviven en los márgenes y voces que se escuchan mejor en silencio.
En lugar de titulares urgentes, os ofreceremos preguntas:
¿Es diferente leer en julio?
¿Qué pasa con la cultura cuando nadie la vigila?
¿Puede la playa ser un lugar para la crítica?
¿Qué nos enseñan los libros que leímos tumbados?
Habrá espacio para rutas literarias, bibliotecas portátiles, historias mínimas del verano y otros ejercicios de calma. Nos apoyaremos en lo que Azorín llamaba la atención leve, esa que no fuerza ni exige, pero tampoco se entrega a la distracción.
Nuestro compromiso no cesa: se transforma. El equipo redactor también.
Os invitamos a seguirnos en este otro tono, más cálido, más breve, más abierto.
El verano no es una pausa, es un cambio de compás.
Esperamos y deseamos que nuestro esfuerzo os agrade.
Valentín Castro
-Redactor Jefe-