Con Defensa cerrada, Petros Márkaris consolida la figura del comisario Kostas Jaritos como uno de los personajes más singulares y lúcidos del género negro europeo contemporáneo. Segunda novela de la serie iniciada con Noticias de la noche, esta entrega desciende a las cloacas de la alta sociedad ateniense, allí donde la ley, el dinero y el crimen convergen en una red de intereses opacos. Márkaris vuelve a ofrecer una historia policial eficaz y sobria, cargada de crítica social, que combina el retrato de una ciudad descompuesta con la obstinación metódica de un policía que aún cree en la dignidad del oficio.
Sinopsis
El empresario Dinos Kustas, figura destacada del ocio nocturno en Atenas y propietario de varios clubs de lujo, aparece asesinado en su coche durante la madrugada. Todo parece indicar un ajuste de cuentas relacionado con el crimen organizado. Sin embargo, el comisario Kostas Jaritos, que asume la investigación, sospecha desde el inicio que hay algo discordante: los disparos que acabaron con la vida de Kustas fueron efectuados de forma torpe, sin la precisión propia de un sicario profesional. Mientras la hipótesis mafiosa gana fuerza en los medios y entre sus superiores, Jaritos se embarca en una pesquisa obstinada y solitaria que lo lleva desde los bajos fondos hasta los despachos de las élites económicas. A medida que profundiza, se revela una compleja trama de corrupción, blanqueo de dinero y conexiones con intereses extranjeros. La muerte de Kustas es solo la primera pieza de un engranaje mucho más amplio y sórdido.
Estructura
La novela adopta una estructura clásica del policial: crimen inicial, investigación, revelación progresiva de vínculos ocultos, y resolución final. Márkaris opta por una disposición lineal de los capítulos, en los que el ritmo viene marcado por los desplazamientos del propio Jaritos por la ciudad y por sus diálogos con testigos, colegas y sospechosos. No hay flashbacks ni experimentaciones temporales; el relato mantiene una cadencia firme, sostenida por el paso del tiempo cotidiano —los desayunos, los atascos, las noches en familia— que permite situar cada fase del caso en un entorno realista y tangible. La alternancia entre lo policial y lo doméstico refuerza la humanidad del protagonista y permite a Márkaris construir un relato que se mueve tanto en el plano externo del crimen como en el interno de la duda, la sospecha y la intuición.
Personajes
Kostas Jaritos emerge como un investigador muy distinto del detective canónico estadounidense. Lejos del héroe atormentado por traumas individuales, Jaritos encarna al funcionario honesto y testarudo, inmerso en una realidad que lo irrita pero no logra quebrarlo. Su cinismo es más una defensa que una pose, y su escepticismo sobre la justicia no le impide intentar aplicarla con rigor. A su alrededor se despliega una galería de figuras secundarias que enriquecen el mosaico narrativo. La víctima, Dinos Kustas, se configura como el símbolo del éxito turbio: alguien que ha amasado una fortuna gracias a los placeres de la noche, pero que pagará el precio de sus conexiones. Su muerte es el punto de partida de una red de personajes —otros empresarios, contables, fiscales, periodistas— que orbitan entre la impunidad y la connivencia.
Cabe destacar el retrato de Adriani, la esposa de Jaritos, que lejos de ser un mero apunte sentimental actúa como contrapeso moral y afectivo. La hija, en cambio, aparece como figura secundaria que encarna el choque generacional y la modernización de la sociedad griega.
Análisis
La novela está narrada en primera persona, en la voz de Jaritos, lo que confiere una notable carga subjetiva al relato. Su forma de expresarse —seca, irónica, a veces agria— filtra no solo los hechos, sino la visión del mundo del protagonista. Márkaris consigue que esa voz se mantenga coherente y creíble, gracias a un estilo directo, desprovisto de adornos innecesarios pero no exento de agudeza. Los diálogos son breves, tensos y verosímiles, con un uso justo del lenguaje coloquial. La descripción de los ambientes urbanos, siempre al paso de los trayectos en coche o de los encuentros casuales, construye una Atenas densa, ruidosa, a veces hostil. La ciudad no es un mero decorado, sino un personaje vivo, contradictorio, erosionado por la globalización y el desencanto. Márkaris emplea pocos recursos estilísticos llamativos; su eficacia reside precisamente en la contención expresiva y en la progresión argumental bien dosificada.
Como en toda la serie de Jaritos, el trasfondo cultural de la Grecia contemporánea está muy presente. En esta ocasión, se perfila con nitidez la intersección entre el poder económico, la política y el crimen organizado, en una sociedad atrapada entre la tradición y el liberalismo salvaje. Márkaris, que ha sido también guionista y traductor, logra articular una crítica penetrante sin necesidad de discursos explícitos: basta con mostrar cómo las instituciones toleran, encubren o participan en los desvíos que investigan.
La novela dialoga claramente con la tradición del “noir” europeo, en particular con autores como Vázquez Montalbán o Dominique Manotti, que han sabido trasladar el género negro a la crítica estructural de los sistemas sociales. Grecia, en este sentido, se presenta como un microcosmos de los males estructurales del capitalismo europeo periférico.
Uno de los ejes temáticos de Defensa cerrada es la fachada. Tanto en sentido literal —los locales de lujo como tapadera para negocios turbios— como en sentido simbólico —el lenguaje jurídico, la respetabilidad social, el discurso mediático—, Márkaris plantea que lo visible rara vez coincide con lo verdadero. El título mismo apunta a una estrategia de ocultamiento: defenderse cerrando filas, construyendo una muralla de silencio y complicidades. También se aborda, de manera menos explícita, el tema de la masculinidad en crisis. Jaritos es un hombre de otra época que intenta entender una sociedad cambiante. Su enfrentamiento con los jóvenes, con el lenguaje publicitario, con los nuevos códigos de poder, funciona como una meditación sobre el desgaste de las certezas tradicionales. La corrupción no se presenta como una excepción, sino como el estado natural de un sistema enfermo. Y eso, más que el asesinato mismo, es lo que estremece al lector.
Valoración
Defensa cerrada confirma el talento de Petros Márkaris como cronista lúcido de una sociedad que se tambalea entre el recuerdo del orden y la evidencia del caos. La novela destaca por su construcción sobria, su ritmo sostenido y, sobre todo, por la hondura de su protagonista: un policía sin carisma aparente, pero con una humanidad tangible que lo convierte en figura inolvidable. Su mayor virtud reside en la capacidad de entrelazar la narración policial con el retrato sociológico, sin caer en el panfleto ni en la caricatura. Márkaris no busca provocar indignación, sino reflexión. Si algo puede achacársele es cierta previsibilidad en la resolución del caso o la escasa profundidad de algunos secundarios, pero son defectos menores frente a una obra bien ensamblada.Una lectura imprescindible para quienes buscan un género negro comprometido, sobrio y ajustado a la realidad social, sin renunciar a la tensión narrativa.
Sobre el autor
Petros Márkaris (Estambul, 1937), hijo de padre armenio y madre griega, es uno de los autores más destacados del “noir” europeo. Guionista de Theo Angelopoulos, traductor de Goethe y Brecht, y autor de artículos incisivos sobre la crisis griega, Márkaris ha creado en Kostas Jaritos a un personaje de largo aliento. Su serie de novelas —entre ellas Noticias de la noche, Suicidio perfecto, Con el agua al cuello, Liquidación final o Pan, educación, libertad— ha retratado con crudeza y humanidad los cambios políticos y económicos de la Grecia reciente, convirtiéndose en referente obligado del género negro con trasfondo social.
El comisario Jaritos estuvo a punto de llegar a la lucha grecorromana con Adrianí, su mujer, empeñada en acompañarlo al viaje oficial que retrasaba las vacaciones. La promesa de ir a Patmos se desvanecía. Patmos, la isla donde empieza el apocalipsis en el nuevo testamento y donde San Juan Evangelista se la meneaba en una gruta, en un verso del Montalbán más culterano, “El viajero que huye”, es la misma a la que Pepe Carvalho “no debería haber vuelto” después de la luna de miel con Muriel, su exmujer. https://todoloquesesobrepepecarvalho.blogspot.com/