El Festival Internacional de Cine y Derechos Humanos de Ginebra (FIFDH) ha cerrado su edición 2025 con un éxito notable tanto en participación como en impacto mediático. Esta edición ha centrado su atención en el cambio climático, las migraciones forzadas y la justicia social, consolidándose como una de las plataformas más influyentes del cine comprometido en Europa.
La película Green Border, dirigida por la cineasta polaca Agnieszka Holland, fue una de las más ovacionadas del certamen. La proyección, seguida de un coloquio con la directora, recibió una ovación de pie de diez minutos en el Teatro Pitoëff. El filme, que denuncia la situación de los refugiados atrapados en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, fue aclamado por su realismo crudo y su tratamiento ético del sufrimiento humano en contextos políticos opacos. Holland señaló que “el cine tiene la responsabilidad de visibilizar lo que los gobiernos tratan de ocultar”.
El festival, que cuenta con el apoyo de Naciones Unidas y de numerosas ONG, ha incluido más de 80 proyecciones entre documentales, cortometrajes y largometrajes de ficción provenientes de más de 40 países. Este año, se destacó la sección “Perspectivas climáticas”, con obras que exploran el impacto ambiental en regiones como el Sahel, el Ártico o el Sudeste Asiático. La cineasta indonesia Dwi Septiani fue premiada por su documental Ríos de humo, centrado en las comunidades desplazadas por los incendios forestales provocados por la agroindustria.
Además de las proyecciones, el FIFDH ha organizado mesas redondas con la participación de activistas, periodistas, juristas y expertos en derechos humanos. Uno de los debates más relevantes fue el titulado “Ecocrímenes y responsabilidades legales”, en el que se abordó la necesidad de incluir los delitos medioambientales en la jurisdicción penal internacional. La abogada congoleña Claudine Tshimanga abogó por un tribunal climático internacional que castigue a los responsables de desastres ecológicos masivos.
Otro de los momentos clave del festival fue la presentación del proyecto europeo Archivos del Futuro, una iniciativa transnacional que recoge testimonios audiovisuales de comunidades desplazadas por el cambio climático. Este archivo digital será accesible a investigadores, educadores y cineastas, y se espera que nutra futuras producciones cinematográficas con una base testimonial sólida.
El enfoque educativo también ha sido fundamental. Más de 5.000 estudiantes de secundaria y universidades suizas participaron en proyecciones pedagógicas y talleres de análisis fílmico centrados en los derechos humanos. El objetivo, según la organización, es formar una nueva generación de espectadores críticos y comprometidos.
En cuanto a la participación hispanoamericana, destaca el documental colombiano Tierra cautiva, sobre la resistencia campesina frente al extractivismo, y la película española La última orilla, que aborda el abandono rural y el desplazamiento climático en la península ibérica. Ambas producciones han sido reconocidas por su calidad narrativa y su capacidad de conectar lo local con problemáticas globales.
Los organizadores del FIFDH han señalado que esta edición ha superado todas las expectativas en asistencia y repercusión. Con una afluencia estimada de 25.000 personas y una cobertura internacional creciente, el festival se consolida como un espacio imprescindible para el diálogo entre cine, política y sociedad. Su vocación ética y su apuesta por la diversidad de voces lo sitúan entre los encuentros culturales más relevantes del calendario europeo.
Ginebra, como sede, refuerza su imagen de ciudad comprometida con los derechos humanos y el pensamiento crítico. La edición de 2026 ya está en preparación y se anuncia con un eje temático centrado en la justicia intergeneracional, con foco en el papel de la juventud frente a las crisis del presente.
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