1984 – George Orwell

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Era un luminoso y frío día de abril, y el reloj daba las trece. Así comienza la novela, en la que Orwell, en contraste con la luminosidad del día, nos introduce en un mundo distópico y agobiante, de tinieblas y oscuridad, donde las personas están al servicio del Partido, encarnado en la figura del “bondadoso” Gran Hermano, cuyo lema es: La Guerra es Paz. La Libertad es Esclavitud. La Ignorancia es Fuerza.

El mundo está dividido en tres grandes superestados: Oceanía (América, Gran Bretaña y Australia, entre otros), Eurasia (resultado de la absorción de Europa por Rusia) y Estasia (China y países e islas de su entorno)

En Londres, donde se desarrolla la acción, se levantan cuatro enormes moles que albergan otros tantos ministerios: de la Verdad, de la Paz, del Amor y de la Abundancia, si bien en la dialéctica de la doble verdad, que el partido impone, el significado de las palabras no corresponde con la realidad del cometido de cada uno de ellos: de hecho, el de la Paz corre con la guerra; el del Amor con la tortura; el de la Verdad con la mentira y el de la Abundancia con la escasez.

En el Ministerio de la Verdad se borra la memoria, se reescribe la historia e incluso el presente, y se construye una nuevalengua, que reduciendo al máximo el número de palabras y despojándolas de su recto significado, pretende limitar y debilitar la capacidad de las personas para pensar y expresar sus sentimientos.

En este Ministerio trabaja Winston Smith. Su trabajo le genera inquietudes que, en un intento de escapar del control omnisciente del Estado, le conducen a una rebelión intima e inicia la escritura de un diario, aun a sabiendas de que esto le puede llevar a la muerte. Tras esta decisión puede estar la influencia de un alto y selecto funcionario, O’Brien, por el que Winston se siente atraído: Volveremos a encontrarnos donde no existan las tinieblas, le dijo en una ocasión.

Julia, una joven que trabaja también en el Partido, reconoce que el mundo que la rodea es una tiranía, pero no pretende luchar contra ella: lo inteligente es saber esquivar las normas y seguir viviendo, sin rebelarse abiertamente, dice. Se siente atraída por Winston y terminan formado una pareja que comparte su intimidad y su tiempo libre en una discreta y confortable habitación que un anciano tendero, que se ha ganado la confianza de Winston, le ha alquilado en el sobrado de su tienda. Es una ventaja para ellos que no disponga de telepantalla.

Su vida, como la del resto de las personas, está controlada por el omnipresente Gran Hermano. Carteles y los más variados objetos de la vida cuotidiana, como sellos y monedas, llevan su imagen. A través de las telepantallas sus ojos están siempre al acecho y su voz advierte, aconseja y reprime: Despierto o dormido, en el trabajo y durante las horas de reposo, en casa y en la calle, en el baño o echado en la cama, no había forma de esquivar su sempiterna vigilancia. No se era dueño de nada, salvo algunos pocos centímetros cúbicos de materia gris en el cráneo.

Ni siquiera, la actividad mental, escapa a su control. El siniestro Ministerio del Amor es capaz de llegar a los rincones más íntimos de la persona. Cualquier pensamiento contrario al partido constituye un crimen mental perseguido por la Policía del Pensamiento, cuya misión específica es erradicar el mal pensamiento, reconvertir al delincuente a la ortodoxia, desgarrar en pedazos el entendimiento humano para volverlo a reconstituir conforme a nuestros propósitos, dice uno de los personajes. Cualquier medio para conseguirlo, por terrorífico que sea, es válido, incluida la siniestra celda 101.

En un mundo con estas características, el autor teje la trama de esta interesante novela dando vida a sus personajes, cuya peripecia vital irá descubriendo el lector, curioso y expectante al principio y agobiado y aterrado al final. Así se expresaron los lectores de este club. A nadie le dejó indiferente.

George Orwell (1903-1950), fue un escritor comprometido con el socialismo democrático. En 1936 viajó a España para combatir contra el fascismo, alistándose en Barcelona en las milicias del POUM, partido de orientación trotskista que fue perseguido con saña por el estalinista Partido Comunista, haciendo desaparecer a algunos de sus líderes. Orwell y su esposa se vieron obligados a abandonar España. Sin duda esta experiencia vital influyó en esta novela.

En 1945 publica su obra Rebelión en la Granja, una fábula sobre las perversiones del comunismo totalitario y en 1949 se publica la obra objeto de esta reseña, 1984. No es un libro de ciencia ficción, como me pareció en una primera y lejana lectura. En las circunstancias actuales, tras esta segunda lectura, creo que la novela tiene algo de profecía: la realidad de una amenaza cierta y perversa de los totalitarismos, cualquiera que sea su signo y el tiempo y lugar en que se produzcan.

El autoritarismo se impone hoy en el gobierno de las tres grandes potencias que controlan el mundo. Detrás de cada uno de sus líderes se detecta el perfil de un Gran Hermano. La desinformación, la creación de realidades alternativas, la reescritura de la historia, el odio hacia el contrario, son hechos que configuran la actualidad.

El control ejercido por las telepantallas orwellianas son un juego en comparación con los sistemas y medios de los que actualmente se dispone: las redes, la inteligencia artificial y otros desarrollos configuran un futuro imprevisible, si no se impone la cordura. Da pavor ver a un poderoso elemento de esa élite, en un país otrora defensor de la libertad y la democracia, realizar el saludo fascista y enarbolar una motosierra como símbolo de su poder; y todo ello con el asentimiento e incluso el aplauso de una mayoría.

Tras la lectura del libro, el lector tendrá ocasión de valorar si los acontecimientos de esta nueva realidad constituyen piezas de un puzle que pueda llegar a conformar una realidad parecida a la de novela. Orwell declaró que no creía que, de forma irreversible, el mundo pudiera acabar en este espanto; pero hacía una advertencia: “La moraleja que podemos sacar de esta peligrosa pesadilla es simple. No deje que ocurra. Depende de usted.

© José Gómez Fernández-Cabrera. Grupo de Lectura de Albolote.

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