La fuente de la Bicha

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En el abrazo del Genil, donde Granada despliega su hechizo, la Fuente de la Bicha susurra secretos ancestrales. El sendero de tierra, paralelo al río, parece seguir una ruta olvidada, recorrida por peregrinos en busca de algo más que un simple santuario.

El Genil, conocido también como Xenil, nombre que algunos autores atribuían en cierta manera a los pobladores musulmanes que lo comparaban con un pequeño Nilo, el suyo propio, el del Granada. La vía de tierra que nos llevará hasta la fuente, el camino, parece seguir los pasos de una ruta ancestral, olvidada y recorrida por peregrinos en busca de algo más que un santuario.

Al crepúsculo, cuando la luz granadina se licúa, el área se revela como un nudo en la trama del tiempo. Aquí, el Genil no solo arrastra agua y minerales, sino también memorias y ecos de voces que nunca se fueron. Las sombras reptan entre los juncos con movimientos demasiado fluidos para ser humanos, evocando quizás ninfas, anjanas o lloronas.

No solo es un manantial, sino un paso donde lo usual se desvanece en lo inefable. La Bicha, proyectándose desde su monte de piedras y arcilla, observa impasible el fluir de las horas. Es un acceso donde lo cotidiano se desvanece al llegar lo inefable, y el susurro del agua es el latido de un corazón antiguo que aún recuerda lo que nosotros hemos relegado.

Dos chorros desde la piedra, vierten un agua que sabe a recuerdos y a promesas incumplidas.

Aquí, el agua arrastra ecos de voces extraviadas, y las sombras, al caer la tarde, se alargan con una sabiduría que refresca la sangre. En un remanso donde casi se tocan el río y la fuente huele a tierra mojada y plantas-–Qué recuerdos de mi infancia– Las tardes aquí son de oro líquido, pero al anochecer, la fuente se convierte en una extensión de otros mundos.

El nombre «Bicha» evoca la Biscia lombarda, las Banshees celtas y un arquetipo más profundo: la “mujer-serpiente”, guardiana de portales. Cuya figura se desliza entre mitos desde las “Nāginī”, las señoras sierpes, hindúes, hasta la célebre y europea “Melusina”. El Cuélebre, popular en Cantabria o la Tarasca de Francia y de Granada. El dragón de Santa Marta: pues ambas no pueden ser sino dos aspectos de la misma.

En Granada, esta dualidad se encarna en apariciones de mujeres ancianas que se mueven con gracia reptante, cuyas manos pueden sanar o deformar, cuyas ropas lavan tanto pecados como mortajas.

Testimonios locales hablan de figuras espectrales: lavanderas fantasmales, ancianas que llenan botellas con agua mágica, y mujeres de luto que desafían la lógica. El agua, fría incluso en el estío, posee un sabor a minerales y secretos olvidados.

A su lado, el Genil, ese «río de nieve» que cantó Lorca, se expande hacia su encuentro con el Darro, que tiene su análoga fuente mágica; la del Avellano.

Se decían sobre las ocurrencias que allí se han realizado a lo largo de los años que quien bebiera de estos líquidos, no por deporte, ni por sed, sino con la concentración del buscador de misterios, podrá vislumbrar rostros desconocidos de quienes allá han dejado sus ilusiones y sus pesares: semblantes antiguos, pálidos.

Recogiendo testimonios entre los paseantes del maravilloso camino se encuentran o se encontraban “perlas” de experiencias enigmáticas como estas: En una mañana de escarcha, y su vecina Pili vivieron una experiencia inquietante. De forma similar, Paqui y sus amigas, en otra ocasión, fueron testigos de alguien parecido, como veremos. Una figura femenina, vestida de luto riguroso, con un aroma a la naftalina de tiempos pasados, las saludó con un alegre –Buenos días– musitado a sus espaldas. Al girarse Carmen V. N. y Pili muy sorprendidas, vieron a una mujer de mediana edad se dirigía “muy dispuesta” hacia el río un cesto repleto de ropas, murmurando –Voy a lavar esto y lo otro…– y se introdujo en la mitad de las aguas heladas del río lavando su ropa, como estaban comentando sorprendidas semejante locura al mirar más detenidamente donde ella se había plantado solo sintieron el rumor del agua que llenaba invisible el paisaje.

La Fuente de la Bicha no es solo un lugar, sino una expresión de la conjunción entre tierra y agua que desafía mapas y relojes. Aquí, el agua no es un simple elemento, sino un testigo que contiene ecos de quienes han bebido de ella, reflejando capas superpuestas de realidad. Aquí, el tiempo se pliega: las lavanderas “fantasmales” retuercen sus ropas en el río mientras, unos metros más allá, los jubilados de la ruta fotografían los álamos sin sospechar que podrían capturar también, en el borde difuminado del encuadre, manos pálidas que emergen del agua, cabellos grises que se confunden con la niebla, sombras que llevan décadas, siglos quizá, repitiendo los mismos gestos como si esperaran a que alguien, por fin, les pregunte ¿Qué lava exactamente en medio del Genil?

Los aurúspices etruscos, predecesores de los romanos en la interpretación de los augurios, consideraban el agua sagrada como un espejo del instante, capaz de reflejar tanto el pasado como lo que vendrá.

En la Fuente de la Bicha, se confirma que el agua no es un elemento, sino un testigo. Cada gota contiene ecos de quienes han bebido de ella y refleja no solo el presente, sino capas superpuestas de realidad. Los místicos nazaríes creían que en ciertos momentos se podía ver «al-māʾ al-ḥayawānī» –el agua animada–, un líquido que a la consciencia abierta de los sufís revelaba el verdadero ser de quien la contemplaba.

Las testigos Paqui y sus amigas siguiendo su paseo matutino como era habitual se mantenían circunspectas mientras quedo rezaban el rosario, al llegar poco después del amanecer a la bifuente, encontraron, una anciana que con gestos bruscos y talante áspero iba rellenando botellas de cristal con su sobrecogedor tintineo. Con una destreza poco propicia para su edad, procedía sin mirar atrás a la tarea. Sus movimientos eran automáticos y rituales, parecía curioso este proceder para alguien de su edad.

Sus manos, pálidas y frías como muñecas de porcelana abandonadas y torcidas en un desván, se movían con una destreza sorprendente. vestía bata desteñida de rojo y azul, según nuestras testigos, fervorosas católicas, eran los mismos colores de la Virgen de Belén.

Le preguntaron su nombre y les respondió con la sequedad de quien desea no ser molestada –Que como si iba a llamar sino: ¡María! – Solícitas e impresionadas, al intentar ayudarla, comprobaron que los cestos de arpillera repletos de botellas llenas de agua pesaban como el plomo. En un parpadeo, María y levantó sus botellas y se marchó rápidamente, dejando una inquietud en el aire.

Y es que, en Granada, incluso las piedras recuerdan. La fuente murmura historias en un idioma que solo entienden los muertos —o aquellos lo suficientemente vivos como para escuchar sin miedo—.

Porque la Bicha no da respuestas: ofrece reverberaciones.

Han dicho que quien se atreva a beber de sus dos caños, que no espere verdades cómodas. Solo la certeza de que, tras cada sorbo, algo en su interior, si así lo desea. cambiará para siempre. Algunas veces dicen que se manifiesta como una visión completamente real.

Antonio Ramón, un hombre que había desafiado a la muerte en vida, cuando tras un accidente de coche tuvo una ECM (experiencia de casi muerte) durante casi 18 horas. –Mientras me hablaba sobre la Fuente de la Bicha instantáneamente se demacró al recordar– Como junto con su amigo Alberto Yasares, ambos boxeadores “amateurs”, una vez, ya en el anochecer observaron cómo avanzaban en el camino dirigiéndose hacia ellos, tres figuras femeninas cubiertas de velos negros de la cabeza a los pies.

Sus rostros, semiocultados por los velos les pareció «como máscaras de ceniza». No hablaron, pero hacía muecas grotescas mientras continuaban avanzado, cuando mientras se miraron uno al otro constataron sorprendidos que su presencia desencadenó en ellos un terror tan poderoso como nunca lo habían sentido, un pavor primigenio, tal vez el mismo que sintieron los griegos ante una vengativa presentación de las Erinias. No se lo pensaron dos veces, para no encontrarse con ellas, huyeron saltando hacia el río, hundiéndose en el fango y los grandes guijarros, ensangrentando la piel con los afilados juncos, era como si esas tres mujeres espectrales las tuvieran tan pegadas como para irles helando el cogote, jamás miraron atrás. El curso de los propios torrentes de río los impelió hacia la vida cotidiana, hasta el tranquilizador puente verde que es de la ciudad.

El luto profundo que vestían algunas de las figuras observadas no es un detalle que deba pasar inadvertido. En las culturas mediterráneas, el negro de las vestimentas. no es solo color, sino una advertencia. Las mujeres se vestían de negro como un sacrificio en su propio altar corporal a sus seres queridos fallecidos. Las lavanderas de la fuente, como las lloronas mexicanas o las dames blanches” francesas, son para los cristianos auténticas almas en pena, sí, pero también son para otras creencias espíritus dadores: ofreciendo otras entidades benefactoras desde su seno natural el agua que cura enfermedades, inspiraciones que iluminan, advertencias que salvan, Sus lágrimas son por los que van a morir.

Mientras entre sollozos y alaridos lavan las ropas empapadas con la futura sangre de un ser querido.

Y así, la Fuente de la Bicha sigue susurrando sus secretos al viento, mientras el Genil continúa su curso hacia Granada. No es un lugar sino tal vez un umbral.

Sus aguas saben a tiempo condensado. El Agua es el líquido superior que purifica, vivifica o ahoga, es entonces reflejo de vivos y de muertos. De la fuente mana lo que ya pasó y lo que está por venir.

Aquí, las ancianas sin edad lavan ropas como las ninfas lacrimosas, los hombres aguerridos ven a muertos reflejados en el río, y las sombras caminan al atardecer como si fueran dueñas del crepúsculo.

Pese a los destrozos que desgraciadamente hayan hecho, todavía quizá sea el último lugar de Granada donde todavía se puede ir caminando desde la ciudad y oír, los bellos rumores de la magia del Genil.

Los paseantes que se han acercado a beber de su misterio, si son sinceros, conocerán el asombro y melancolía que nos recuerda lo que hemos olvidado: que la magia, como el agua, sigue fluyendo, esperando a ser descubierta por aquellos que se atreven a mirar más allá de la superficie.

—Rafael Casares—

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Investigador, Escritor y Experimentador de lo Trascendente. Se erige como un puente entre el mundo de los libros, la escritura y el arte con el reino de lo trascendente. Su enfoque combina la rigurosidad intelectual con una profunda sensibilidad espiritual. A través de sus escritos y enseñanzas, busca iluminar los rincones oscuros del entendimiento humano, llevando a sus lectores y seguidores a una comprensión más profunda de lo que significa ser parte de este universo misterioso. En el corazón de su búsqueda siempre ha habido un compromiso inquebrantable con la ternura y el respeto hacia todas las formas de vida y pensamiento. Rafael ve en cada ser y en cada fenómeno una oportunidad para aprender y crecer, una chispa de lo divino esperando ser comprendida.

7 COMENTARIOS

  1. Fascinante leer el relato de don Rafael. Deseo ir de paseo por la fuente de la bicha. Sentir el poder de dicho lugar. Cerrar mis ojos a la imaginación. Espero seguir leyendo estos hermosos relatos con la descripción mágica del escritor. Muchas gracias

  2. Mágica es esta aportación que sin duda le dará un nuevo giro a los paseos que aún quedan pendientes por el Genil. Muchas gracias por esta creación.

  3. Os agradezco vuestras palabras, pero lo mejor que es contemplemos la fuerza de este lugar de poder caminando y sintiendo sus aromas por lo que queda en pie por la Fuente de La Bicha, antes de que hagan unas probables urbanizaciones, previstas hace una década por aquella zona, ya que ha sido quemados los montes de alrededor en varias ocasiones, el que avisa…
    . Un abrazo cósmico

  4. Gracias Carlos espero que algún día se les ocurra meter una excavadora y puedan arreglar el paso entre los escombros de la ladera de la montaña que se desprendió e impide el paso a los caminantes a la propia fuente de la bicha, pero eso sí el paisaje es el mismo junto al río. Un Gran Abrazo a todos

  5. Muy buena descripción amigo Rafael de esa camino que es la fuente de la bicha,tu escrito me ha recordado experiencias pasadas,y es como si me hubiese trasladado en el tiempo.Enhorabuena por la narración.

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