Los Partal y los Socoa – Capítulo 6 de «El otro nombre»

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Siguen conversando.

Te estoy muy agradecido por lo que hiciste. Te habrá contado que cada año el Chamán de la aldea, elige a un grupo de jóvenes, niños y adultos. Los reúne y lleva hasta la marca de los dioses. Este año Nima junto a otros de su misma edad, fue elegida. Al cabo de diez días supe por los guardianes que se había escapado junto a otros dos jóvenes más, a quienes mataron. Vinieron a buscarla a la aldea y nos reunieron a todos diciendo que teníamos un día para entregarla o sufriríamos consecuencias. No sabíamos dónde buscarla, ni donde estaba, así se lo dijimos, pero no nos creyeron. Al día siguiente cogieron a un grupo de Cobol (Adultos de más de 40 muntus -años-) los agruparon frente a ellos y con los tubos negros que llevan, lanzaron unos ruidos poderosos provocándoles unas heridas mortales. Entre ellos estaba mi esposa Natal. Después de volver y amenazarnos, se retiraron hasta ayer en que volvieron a la aldea, gritando que alguien de nosotros había matados a dos guardianes e iban a vengarse. Fueron cabaña por cabaña y a cuantos jóvenes o adultos encontraron, los apuntaban con los tubos negros provocando esos ruidos para luego caer al suelo sangrando por las heridas causadas hasta morir.

Entonces ¿solo tú quedaste vivo?

No, cuando se marcharon los guardianes en la primera ocasión, me reuní con el Chamán y a pesar de señalarle mis sospechas, no quiso creerme, dijo que merecíamos el castigo por no obedecer a los dioses. Discutí con él y mientras él se refugió en su cabaña para orar, junto a dos mujeres jóvenes, comenzamos a preparar la huida hacia las montañas. Cuando llegaron los guardianes la segunda y definitiva vez, solo encontraron a algunos ancianos que como yo ya no tienen fuerzas para subir las escarpadas cumbres. También quedaron algunos niños que se encontraban enfermos. Los mataron a todos. Yo fui dándoles sepultura como pude, incluso al mismo Chamán que también mataron.

Entonces si ya no queda nadie, saldremos a buscar a Nima y Kira, la niña que encontramos, luego decidiremos qué hacer.

Gracias Kenie, pareces un buen hombre, mi hija tendrá suerte si la has elegido para ser tu esposa.

Yo también, si nos autoriza a desposarnos.

Hablaremos de eso más tarde, ahora por favor no vayas muy deprisa, apenas he comido en estos días y mis piernas flaquean.

Apóyese en mí, le ayudaré, pero antes de salir necesito que me acompañe a la cabaña del Chamán, debo encontrar algo.

Vamos, te guiaré, está a las afueras de la aldea.

            Al entrar en la cabaña ve sobre una mesa una serie de objetos extraños y desconocidos. Se acerca, pregunta al padre de Nima si alguno de ellos es el que aplicaba el Chamán sobre la espalda de los niños y jóvenes. El anciano asiente y le señala uno de ellos. Kenie lo toma entre sus manos, lo mira e introduce en una bolsa de piel. Poco después retira el resto. Más tarde se acerca a una alacena cercana a un hogar negro, donde debía cocinar el chamán, la abre. Escondido descansa un tubo similar a los capturados a los guardianes. También numerosas cajas del mismo color negro. Minutos después, salen de la cabaña.

            La noche aún no ha decidido cambiarse por el día, aunque los primeros resplandores del amanecer trataban de arañar los picos de las montañas. Kenie y el anciano padre de Nima aceleran el paso y abandonan la aldea para incorporarse al bosque en dirección a la cueva, donde espera impaciente Nima. Es más costoso de lo que inicialmente piensa Kenie. El anciano le retrasa, debe ayudarle a subir y aún peor, a bajar las laderas. Durante el trayecto no oyen ruido alguno, ni tropiezan con guardianes de los dioses. Antes de llegar a la cueva, paran para descansar unos minutos. Más tarde el anciano Numak es el primero en entrar por la rendija, le sigue Kenie, quien nada más entrar suelta la pesada carga que lleva sobre el suelo. Observa el encuentro de padre e hija.

            Un profundo y continuado abrazo sin palabras, les mantiene unidos durante largo tiempo. Solo lo interrumpen las lágrimas de ambos y las miradas tanto de él como de Kira, que permanece tumbada sobre la manta en el suelo. Durante unas horas el relato del anciano colma las expectativas de Nima, para luego escuchar las palabras de ella relata su aventura al escapar de los dioses y posterior encuentro con Kenie. El anciano se acerca a Kira cuando termina de escuchar y se fija para corroborar es uno de los niños enviados con los jóvenes cazadores fuera de la aldea, en dirección a las montañas.

Antes me dijo que se perdió cuando iban camino de las montañas —dice Nima dirigiéndose a Kenie.

Ahora eso no importa, regresaremos a mi aldea. Luego con un grupo de hombres iré a buscar a sus jóvenes a las montañas.

¿Cuándo salimos?  —pregunta Numak.

Mañana. Hoy descansaremos todos, el camino es largo y pesado.

Te lo agradezco, lo necesito.

Todos estamos cansados —dice Nima apartándose de Kira y acercándose a Kenie.

Será peligroso viajar, posiblemente los guardianes estén buscando supervivientes.

No importa, también ellos pueden morir. Solo son hombres como nosotros. Además, tenemos sus objetos y esos tubos.

¿Sabes utilizarlos?

De momento no, pero aprenderé, supongo que no será muy difícil. Ahora saldré a buscar agua y algunas hierbas para calmar el cansancio, regresaré pronto.

            No pueden permitirse hacer hogueras, el humo puede delatar su presencia, por lo que solo pueden comer carne seca y algunas tortas durante tres días. Ahora son dos bocas más que alimentar. Kenie piensa en cómo aumentar los alimentos.

            Salen de la cueva con los primeros rayos de sol. El camino que deben tomar será distinto al que trajeron, solo deben rodear los parajes que los llevaron hasta allí. A medida que cierran etapas y pese al cansancio reflejado en el rostro de la niña y del anciano, el camino de regreso es agradable. Kenie unas veces se adelanta y otras se retrasa. Nada le da a entender que haya guardianes buscándolos.

            La leche de oveja se acabó en la primera semana, por lo que Kira no tiene más remedio que alimentarse como un adulto. Al décimo día deciden buscar una cueva. Encuentran una cercana a un arroyo con dos salidas. Así podrán aventurarse a encender fuego. Mientras tanto, Kenie sale a cazar algún conejo con que saciar el hambre o secarlo para comer más adelante. Nima hace guardia temerosa de que suceda lo mismo que días atrás. Espera el regreso de Kenie para sustituirla en la guardia, junto al arroyo y así ella y Kina pueden bañarse. Al regresar.

Estuve pensando sobre cuanto mencionaste estos días —señala el anciano a Kenie—supongo tienes razón.

Yo sin embargo estoy convencido. Tanto a los Más Ancianos nuestros como a los Chamanes de su tribu, los dioses a través de sus guardianes han debido prometerles algo importante, prueba de ello son los objetos que encontramos en la choza.

No solo eso, sino la aplicación de ese objeto extraño sobre las señales fijando las mismas características y coincidentemente siempre que el niño, joven o adulto estaba a punto de cumplir un periodo de nueve muntus.

Entonces está claro que en su tribu los eligen cada ciclo de nueve muntus, sin embargo, en la mía lo es cada catorce.

Déjame ver tu señal —después de verla prosigue— Perdona, pero la tuya es también de nueve muntus. ¿Cuántos tienes ahora?

Veinticinco haré en el mes de Kal. ¿Qué me dice de los dioses?

No creo que lo sean, su comportamiento no es de seres divinos. Antiguamente antes de que ellos aparecieran, nuestras leyendas relataban que nuestros dioses eran amables, no nos castigaban con tanta frecuencia, solo nos enviaban tormentas, grandes nevadas, frío o fuego, con eso se conformaban. A veces, según el Chamán, exigían el sacrificio de algún animal, o entregar como Daka, las mejores piezas de carne al Chamán en honor de ellos, las menos, poner al guerrero más fuerte un segundo nombre para que los dioses lo pudieran reconocer. En esos casos se hacía una ceremonia y a partir de ese momento no era llamado por su antiguo nombre. Nuestro Chamán era sencillo, su liturgia era sin oropeles. Tampoco exigía que nuestras jóvenes le sirvieran o pasaran alguna noche en su catre. Solo se le permitía algo especial en el décimo tercer mes lunar, Gor, y era tomarse un descanso con alguna viuda de la tribu, dado que como Chamán no se podía casar ni trabajar para ganarse el sustento, solo interpretar cuanto solicitaban los dioses.

¿Y cuando dicen vuestras leyendas que aparecieron los nuevos dioses?

Hace aproximadamente 5 Jares (Un Jar equivale a 5 muntus -años-) Sin embargo a los jóvenes se les decía que los dioses llevaban más de quince jares, tal vez más.

El mismo tiempo aproximado en que se nos aparecieron a nosotros.

¿Cuándo entraron en contacto con vuestra tribu?  —insiste el anciano.

No lo sé, no me preocupé mucho, pero me gustaría saber algo más.

CapÍtulos anteriores en el Blog AL AMANECER en el apartado MIS NOVELAS: https://hojassueltas.es/?page_id=15716

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Narrador. Fundador, director y editor de la extinta editorial PG Ediciones. Actualmente asesora y colabora en las editoriales: Editorial Skytale y Aldo Ediciones, del Grupo Editorial Regina Exlibris. Director y redactor del diario cultural Hojas Sueltas. Fundador en 2014 de una de las primeras revistas digitales del género negro y policial «Solo Novela Negra». Participa en numerosas instituciones culturales. Su narrativa se sustenta principalmente en la novela policíaca con dieciséis títulos del comisario del CNP, Roberto H.C. como protagonista, aunque realiza incursiones en otros géneros literarios, tales como la ficción histórica, ciencia ficción, suspense y sentimentales. Mantiene su creatividad literaria con novelas, relatos, artículos, reseñas literarias y ensayos.

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