La gran fortuna, de Olivia Manning: un inicio monumental para una trilogía sobre la fragilidad europea
La gran fortuna (1940), primera entrega del ciclo La trilogía balcánica de Olivia Manning, constituye un retrato inteligente, incisivo y profundamente humano del inicio de la Segunda Guerra Mundial desde un ángulo inusual: Rumanía. Con una mirada alejada de los centros de conflicto bélico más transitados por la literatura anglosajona, Manning propone un relato de guerra sin trincheras, donde la descomposición política y social se filtra en la cotidianidad de unos personajes desplazados, atrapados en una geografía que se desmorona. Esta novela inaugura un ambicioso fresco narrativo que se completará con El barco y La ciudad expoliada, conformando un conjunto que ha sido comparado, con justicia, con obras como Guerra y paz por su alcance histórico y psicológico.
Sinopsis
En La gran fortuna, seguimos a Guy y Harriet Pringle, un matrimonio británico que llega a Bucarest en los albores de la Segunda Guerra Mundial. Guy, idealista y carismático profesor universitario, está volcado en su labor docente y en su círculo de expatriados, mientras que Harriet, recién casada, lucha por encontrar su lugar en un entorno extraño, marcado por la tensión política y las sutilezas sociales de una capital amenazada por el avance nazi. La narración se centra en su adaptación a la vida en Rumanía, en sus vínculos con la comunidad extranjera y en las crecientes fricciones entre sus ideales y la realidad que los rodea.
Reseña:
La novela está dividida en capítulos lineales que siguen una progresión cronológica más o menos clara, lo que facilita al lector seguir los acontecimientos históricos que sirven de trasfondo. No obstante, Manning introduce pausas reflexivas y episodios que desvían momentáneamente el foco de la trama principal para centrarse en otros personajes o describir escenas aparentemente banales, pero reveladoras. La estructura evita los grandes clímax y se construye más bien a través de una acumulación de tensiones sutiles: rumores de guerra, cambios políticos, gestos mínimos entre los personajes que reflejan la evolución interna de sus relaciones.
Este ritmo contenido es una de las decisiones narrativas más audaces de Manning: en vez de dramatizar la guerra, la presenta como un estado de espera, una amenaza que corroe desde dentro más que destruir desde fuera. El título, La gran fortuna, adquiere así una ironía creciente conforme el entorno se torna más incierto y los personajes descubren la fragilidad de sus expectativas.
Harriet Pringle es el eje emocional de la novela y la figura más compleja del texto. Su mirada crítica, cargada de perplejidad y a veces de amargura, canaliza las contradicciones de la vida en el extranjero durante una guerra que apenas empieza. Harriet se debate entre el amor por Guy —cuya generosidad ilimitada muchas veces raya en la negligencia conyugal— y su necesidad de afirmarse en un mundo que parece no haber previsto su presencia.
Guy, por su parte, encarna una figura casi alegórica del intelectual británico comprometido, pero ajeno a las implicaciones prácticas de su idealismo. Su entusiasmo por organizar lecturas públicas y ayudar a cualquiera en apuros contrasta con su desatención hacia los sentimientos de su esposa. Es un personaje fascinante, no tanto por su evolución, que es limitada, sino por el modo en que Manning lo hace brillar y a la vez lo somete a una crítica sutil pero constante.
Junto a ellos aparece un mosaico de secundarios —el intrigante Yakimov, el diplomático Inchcape, la enigmática Sophie— que enriquecen la trama con sus propias tensiones internas, creando un universo polifónico que refleja el caos moral y político del momento.
Manning escribe con una prosa elegante, sobria y precisa. Evita el lirismo innecesario y opta por una voz narrativa en tercera persona centrada principalmente en Harriet, lo que permite alternar observación externa y reflexión interior. Esta focalización parcial genera una cercanía emocional con la protagonista sin caer en el subjetivismo absoluto.
Los diálogos, otro punto fuerte de la novela, revelan mucho más de lo que dicen. Están marcados por silencios, sobreentendidos, gestos que sustituyen las palabras. Manning retrata con agudeza la ambigüedad de las relaciones humanas, especialmente en un contexto donde todo —la identidad, la lealtad, el amor— está en proceso de redefinición.
Asimismo, se aprecia un uso magistral del contraste entre lo cotidiano y lo histórico: cenas triviales mientras se oyen disparos a lo lejos, conversaciones mundanas en cafés mientras se habla de pactos políticos o de avances del ejército alemán. Este cruce constante entre lo personal y lo político es una de las señas de identidad de la autora.
Escrita en 1940, La gran fortuna se inscribe en un momento en que la literatura británica empezaba a buscar nuevas formas de representar el conflicto mundial sin recurrir a los esquemas heroicos o trágicos de la Gran Guerra. Manning, que vivió en Rumanía y otras regiones del Este europeo durante el conflicto, introduce una perspectiva semi-autobiográfica que dota al texto de una autenticidad palpable. En este sentido, su obra se emparenta con autores como Graham Greene —por la tensión entre ética y acción— o Rebecca West —por su capacidad de captar el espíritu de Europa del Este—, aunque su voz es plenamente singular.
El hecho de situar la acción en Bucarest, lejos del frente occidental o de los escenarios habituales, no es una elección gratuita: Manning capta una Europa periférica que, sin embargo, es testigo directo de los primeros temblores del derrumbe continental. Su mirada es cosmopolita, pero no exenta de crítica, especialmente hacia las actitudes coloniales o paternalistas de los expatriados británicos.
Entre las grandes temáticas de la novela destaca la incomunicación en el seno de la pareja, el desencuentro entre el idealismo y la realidad, y la incertidumbre como atmósfera vital. El matrimonio de Guy y Harriet se convierte en metáfora del matrimonio entre Inglaterra y Europa, lleno de malentendidos, compromisos mal negociados y silencios dañinos.
Asimismo, el exilio, aunque no siempre nombrado, impregna la obra: todos los personajes, incluso los locales, se sienten descolocados, como si vivieran en tránsito. El simbolismo del viaje —llegadas, partidas, desplazamientos— atraviesa la narración como signo de un mundo en movimiento hacia lo desconocido.
La propia ciudad de Bucarest actúa como símbolo: una capital ambigua, moderna y decadente a la vez, espejo de una Europa que ya no puede sostener su antigua imagen de estabilidad. Manning no embellece ni exotiza este espacio, sino que lo representa en su densidad humana y su ambivalencia histórica.
Valoración
La gran fortuna es una novela admirable por su sutileza, su profundidad psicológica y su capacidad de captar la historia sin hacer de ella un espectáculo. No es un texto de acción ni de grandes revelaciones, sino de matices y tensiones soterradas, lo que puede exigir cierta paciencia del lector. Sin embargo, su recompensa es enorme: un retrato fiel, inquietante y conmovedor de un mundo al borde de la transformación.
La obra inaugura un ciclo que no solo documenta el desarrollo de la guerra desde un ángulo inusual, sino que reflexiona sobre cómo las personas comunes afrontan, con sus limitaciones, los grandes movimientos de la historia. La crítica hacia el idealismo ingenuo, la pintura de un matrimonio sometido a tensiones externas, y la ambientación rigurosa convierten esta novela en una de las más logradas del siglo XX en lengua inglesa.
Sobre la autora
Olivia Manning (1908–1980) fue una novelista y crítica británica, conocida sobre todo por La trilogía balcánica y La trilogía del Levante, que juntas conforman Las fortunas de la guerra, un extenso retrato de Europa y Oriente Medio durante la Segunda Guerra Mundial. Además de su obra narrativa, escribió poesía, cuentos y crítica literaria. Su estilo combina observación minuciosa, ironía contenida y una profunda comprensión del ser humano en tiempos convulsos. Aunque en vida no alcanzó la fama de algunos de sus contemporáneos, la adaptación televisiva de su obra y su revalorización crítica han situado a Manning como una figura central de la narrativa británica del siglo XX.
—Libros del Asteroide—