La época contemporánea está marcada por una paradoja inquietante: nunca había sido tan fácil acceder a la información y, a la vez, nunca había resultado tan difícil discernir entre lo verdadero y lo falso. En este contexto, el papel de la ficción y el realismo literario adquiere una relevancia insospechada, invitándonos a reflexionar sobre cómo las narrativas afectan nuestra percepción de la realidad.
Desde los relatos épicos hasta la novela moderna, la literatura ha oscilado entre el afán por retratar el mundo tal cual es y el deseo de imaginar realidades alternativas. Cervantes, con El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, inauguró una tradición que cuestiona los límites entre verdad y ficción. Quijote, al confundir sus fantasías con la realidad, se convierte en un espejo de quienes, hoy en día, consumen información sin cuestionar su origen o intención.
Por otro lado, el siglo XX vio el auge del realismo literario como una herramienta para denunciar injusticias y exponer las contradicciones de la sociedad. Autores como Benito Pérez Galdós o Emilia Pardo Bazán, desde la perspectiva española, y John Steinbeck o George Orwell a nivel internacional, emplearon sus obras para confrontar a los lectores con verdades incómodas.
Sin embargo, incluso en estos textos comprometidos con la realidad, la ficción juega un papel crucial, permitiendo explorar las dimensiones subjetivas y emocionales de la experiencia humana que los datos crudos no pueden capturar.
El texto introductorio alude a la filosofía epicúrea como una posible guía para navegar el mar de falsedades que caracteriza nuestra época. Este pensamiento, centrado en la búsqueda del placer mediante una vida equilibrada y libre de perturbaciones innecesarias, invita a una reflexión crítica sobre cómo consumimos y difundimos información.
Epicuro advertía contra el miedo infundado y la ansiedad provocada por creencias erróneas. Aplicado al presente, podría interpretarse como un llamado a filtrar lo que leemos y compartimos, priorizando la serenidad que otorga una verdad bien fundamentada sobre la exaltación de la mentira como estrategia manipulativa.
Lejos de ser un simple entretenimiento, la ficción tiene el poder de iluminar verdades profundas sobre nuestra condición humana. Obras como 1984 de Orwell o Un mundo feliz de Aldous Huxley son ejemplos paradigmáticos: aunque no pretenden retratar hechos históricos concretos, ofrecen una visión crítica sobre las dinámicas del poder, la manipulación informativa y la alineación colectiva.
En contraste, el realismo exacerbado que caracteriza la sobreinformación actual puede resultar deshumanizante. La saturación de noticias, muchas veces tergiversadas o incompletas, genera una alienación que nos distancia de la comprensión íntima de los acontecimientos. En este sentido, la literatura de ficción actúa como un refugio, permitiéndonos procesar la complejidad del mundo de manera más reflexiva y menos fragmentada.
La sobrevaloración de la mentira como herramienta informativa plantea un desafío ético que no podemos ignorar. Tanto el realismo como la ficción literaria ofrecen alternativas valiosas para contrarrestar esta tendencia. El primero nos recuerda la importancia de mirar el mundo con ojos críticos, mientras que la segunda nos enseña que no todo lo falso es dañino, siempre que se utilice para explorar la verdad desde nuevas perspectivas.
En palabras de Italo Calvino: “La literatura es necesaria para recordar lo que somos y lo que podríamos ser”. En tiempos de desinformación, esta premisa cobra más fuerza que nunca, alentándonos a buscar el equilibrio entre el realismo crítico y la ficción reveladora, sin olvidar que ambas son herramientas indispensables para comprender y transformar nuestra realidad.
Que el próximo año nos proporcione a todos cuanto hemos perdido en 2024 y la verdad siga siendo unívoca. Muchas felicidades a todos.
© Anxo do Rego