Hoy aprendí que el fracaso tiene eco, pero solo cuando nadie está cerca para escucharlo. Asistí a la presentación de un libro en una librería pequeña en Lavapiés. No era mi libro, claro; era uno de los que escribí como negro literario. El supuesto autor, con mucho entusiasmo y poca capacidad para la autocrítica, había anunciado el evento en sus redes sociales con la frase: «No os lo perdáis, cambiará vuestra vida». Resultó que nadie quería cambiar su vida un miércoles por la tarde.
La librería era modesta pero acogedora, con un rincón dedicado a poesía y una mesa con sillas de madera frente a un estante de novedades. Yo me senté en la última fila, por si alguien preguntaba. Nadie lo hizo. El autor improvisó un discurso sobre su «proceso creativo» que me resultó casi divertido, considerando que nunca pasó de decidir el título. A mitad del evento, una señora mayor entró, pero solo para preguntar por un libro de recetas.
Al final, me ofrecieron una copa de vino barato, y el autor insistió en que la presentación había sido un éxito porque la librera le prometió colocar cinco copias del libro en la estantería principal. Salí con una sensación extraña, como si estuviera huyendo de un crimen que yo mismo había cometido. En Lavapiés, a veces la derrota sabe a Garnacha.
—Anxo do Rego—