Introducción.
El texto “Amores Inmortales” En sus pasajes, se revela una topografía sutil de esta energía que, inalterable, teje el hilo de lo eterno. Cada frase, como un relámpago en la noche, nos otorga una chispa de conciencia, guiándonos hacia la comprensión enigmática de la naturaleza de este vínculo. Así, el amor emerge en sus múltiples expresiones: la claridad fulgurante de una mirada que trasciende, la entrega total y sin retorno, la certeza inquebrantable en el otro, la alegría, la unión cósmica y la perpetuidad contenida en el palpitar de dos corazones.
Cada máxima se erige como un universo, conteniendo en su fugaz espacio una enormidad de significado. Unidas las siete forman una composición breve pero concentrada del amor. Advirtiendo que sumergirse en esa energía que puede tocar los sentimientos y elevarlos a lugares impensables para la persona común presa de sus deseos materiales que le impiden darse cuenta de lo sublime que puede estar a su lado. Estas visiones nos incitan a abrirnos al misterio insondable experimentándolo como una potencia que disuelve los límites convencionales entre dos o más personas.
A lo largo de las próximas publicaciones, exploraremos una de estas máximas, al sumergirte en cada frase con adaptándote a ella, es probable que sientas un eco de tus propias vivencias; acaso te sorprenda descubrir el profundo mundo que cabe en una sola línea. Estamos entonces en la cuarta máxima:
“Cuando dos enamorados tumbados sobre la hierba miran de noche y en silencio las pujantes estrellas, las bóvedas que abarcan sus corazones resultan idénticas.”
Con este aforismo vamos a meditar sobre la íntima fusión de dos almas enamoradas que, al contemplar el cielo, naturalmente sincronizan sus latidos con la magnificencia del campo estelar. En el acto de observar el firmamento en mutua entrega y silencio, sus corazones se ordenan al modo de una bóveda cósmica, compartiendo la misma frecuencia vibracional que da vida a las constelaciones. Así, los amantes no pueden evitar ser envueltos en una conexión infinita, abrazados por el resplandor de lo ilimitado.
Cuando la mirada se eleva al infinito utilizando la voluntad, con un sentimiento de hermandad y respeto hacia el abismo astronómico, cada esencia resplandecería imitando los luceros. Si esta mirada quisiera estar entre las no tan lejanas estrellas, se le revelaría un estremecimiento vertiginoso, como un eco inmenso. El amor se despliega entonces en su expresión universal con la integración de ambos. En la quietud de la noche, sus corazones están en condiciones de alzarse en vuelo hacia las estrellas y entrelazarse con ellas, tal como las manos de estos amantes también lo hacen en el mundo físico. Sugiriendo que en esa hora sin fecha su relación se establece como un sentimiento de gloria eterna. Estoy seguro que esta meditación ha sido practicada de manera intuitiva por miles de parejas desde la prehistoria.
En este susurro de amor eterno, el cielo nocturno se convierte en el testigo silencioso de una conexión que trasciende cualquier frontera terrenal. Los amantes, recostados sobre la hierba, abren sus almas al resplandor de las estrellas. La bóveda celeste se convierte en el espejo panorámico que refleja sus anhelos, sus sueños y su íntima entrega, como si el universo entero contuviera en su extensión infinita la esencia de ese amor sin fin.
La contemplación de las estrellas, en ese instante, no puede ser una observación más, sino un acto de unión universal. Al compartir la inmensidad del cielo el amor de ambos se vuelve un espacio que conecta todos los mundos y todos los tiempos. Cada luminaria que parpadea con intensidad se convierte en un brillante guiño de pasión que se proyecta hasta el centro de sus corazones.
En ese momento, los cuerpos se desvanecen, solo quedan las almas bajo la luz de las estrellas. Percibiéndose en ambos una sola energía, un flujo continuo que corre de uno a otro, como un río inagotable de invisibles sentimientos que encuentran ahora su cauce. No hay palabras en este acto de amor cósmico; solo el silencio, ese lenguaje sagrado donde cada respiración es una promesa, una creación.
La espesa y tierna hierba que los sostiene se convierte en el altar de su transmisión, en el puente que conecta Tierra y Cielo. Allí, bajo la inmensidad espacial, el amor se revela como un axioma que se siente y se sabe en todos los rincones del cosmos. Los amantes, tumbados juntos como dice la máxima, forman una sola bóveda, una recóndita esfera de la luz de la contemplación.
Sus corazones se abren al infinito, y en esa apertura, cada uno ve en el otro no solo un reflejo de sí, sino una chispa de la totalidad, una centella vivaz del ígneo Absoluto. Lo que ambos contemplan ya no es solo el firmamento, ni mucho menos. La noche se convierte en un manto que los envuelve y los conecta con algo que vibra más allá de lo visible, un conjunto de energías donde cada resplandor en el cielo representa una partícula de amorosa.
Las estrellas son testigos de su unión, y la noche, su guardiana. En esta expansión, el amor cobra dimensiones nuevas. Ya no es solo una relación entre dos voluntades, sino un viaje hacia lo absoluto, un proceso de disolución donde los límites de cada uno se desvanecen. En este acto de contemplación, el amor alcanza una quietud profunda, que hace que el corazón común de los dos se vuelva un portal hacia todas las direcciones.
Este momento nos enseña que sentir amor verdadero es también explorar el universo interior del otro ser como una guía hacia el propio. Al mirar juntos hacia las estrellas, los enamorados del aforismo se alinean armónicamente con el destello primordial. Fulgor que nunca termina de revelarse del todo porque siempre guarda un secreto más; una ofrenda a la eternidad, una profundidad más honda, una estrella aún por descubrir.
Al final, el amor de los enamorados bajo las estrellas es el recordatorio de una verdad que todo enamorado puede seguir: que todo está unido por un lazo invisible y cada estrella no es sino un corazón radiante en la noche.
© Rafael Casares
Esta narrativa me ha llegado al corazón de mi universo. Una elegancia en el estilo y una exquisitez las palabras que usas. Una gran variedad de léxico; enriqueciendo la lectura.
Gracias sigue adelante llenándonos de estas lecturas de Amor Infinito
Gracias Oro y tu que las sientas. Si puedes hacer la técnica, que no tiene que ser de espaldas sobre la hierba, aunque ayuda mucho, pero mirando el firmamento con admiración y amor se pueden degustar unas emociones muy satisfactorias de felicidad. Si lo logras comparte tus sensaciones ¿vale?