SUITE FRANCESA DE Irène Némirovsky
En 1939 Irène Némirovsky, gozaba de una popularidad creciente en la Francia de entreguerras, el país que la acogió tras abandonar Rusia tras la Revolución de Octubre. Era judía y apátrida, casada con otro judío ruso, Mijaíl, Michel, Misha Epstein. La barbarie nazi les afectó de inmediato. Así sucedió. Suite Francesa recorre aquella estampida de junio de 1940 cuando los parisinos tomaron las carreteras camino de las provincias huyendo del ejército alemán, tras la Batalla de Francia. Los Némirovsky, con dos hijas de corta edad, también tomaron ese rumbo, hacia el sur, atravesando la línea de demarcación, intentando alcanzar una quimérica zona libre en la Borgoña, bajo el dominio perverso del Gobierno colaboracionista de Vichy. Se cruzaron con los despojos del Ejército Francés y con el paso triunfal de las columnas germanas. Fue entonces cuando Irène Némirovsky, treinta y siete años, comenzó a escribir Suite Francesa, cuya primera parte Tempestad en junio, es un impresionante fresco de la atropellada marcha en fuga, de las columnas de refugiados, cuando no era la primera vez, ni sería la última, en que los ejércitos feroces hacían temblar a las poblaciones que, como corderos en sacrificio, abandonaban los corrales urbanos. La escritora, con una deslumbrante fuerza crea una sucesión de pequeñas historias entrelazadas donde veremos los perfiles casi caricaturescos de los burgueses, los trabajadores de cuello blanco, los de cuello azul, los aristócratas, los artistas con ínfulas, los campesinos, envueltos en la misma miseria: el hambre y la mentira, la podredumbre y la derrota. Irène Némirovsky no vería el final de aquello, el final de la historia que conocemos: la derrota del ejército nazi y el desvelo de la barbaridad. Tampoco vería la edición de su novela. Murió en Auschwitz en 1942. Tampoco volvió Misha. Su hija Elisabeth Gille lo contó en Le Mirador.
© Alfonso Salazar