La tormenta

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En el cauce de la vida, a veces surgen grandes tormentas.

Lo puedo sentir como si tuviéramos un barco, y las olas cada vez tuvieran un mayor tamaño.

En estos momentos, la ansiedad se coloca en el pecho y la respiración e, incluso, puede llegar a tomar todo nuestro cuerpo.

Aquí, te sientes tan inestable, que la necesidad de controlarlo todo se acrecenta.

A mayor inseguridad adentro, mayor control dirigimos afuera; y los grandes desequilibrios, nos llevan a tambalearnos más.

Por instantes, sentimos que nuestro mundo es como una gran tormenta, que nos arrastra e impide ver con claridad, sin darnos cuenta de que este movimiento nos está llevando a otro lugar interno.

Si te resistes a la tormenta, la vas a vivir desde el sufrimiento y la impotencia; pero, por el contrario, si te abres a ella, permites que el agua arrastre consigo toda la piel muerta. Y hay que dejar espacio para que lo nuevo, entre.

Y, parafraseando a Murakami, quien entra en la tormenta, no es la misma persona que sale de ésta.

Sólo lo mutable es real, y tú decides desde dónde lo vives

María del Mar García

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