Una historia de amor, equívocos y secretos en el laberinto de la Serenísima, por Fruttero & Lucentini, maestros de la literatura italiana del siglo XX.
Una de las grandes historias de amor de la literatura europea del siglo XX
Esta es una historia de amor, una historia veneciana, una historia de tres días acotada por la llegada de un avión y la partida de un barco. En ella, la sombra del equívoco y la resplandeciente mundanidad se dan la mano, la pasión y la sospecha se entrecruzan de continuo. Alrededor de los dos amantes se despliega el laberíntico plano de la ciudad, el juego de los canales, la vaporosa ambigüedad de la laguna. Ella es una noble romana experta en arte antiguo; él, un encantador guía turístico, un misterioso conocedor de todas las lenguas y los secretos de todas las cosas, supremamente irónico y a menudo reticente, alguien que ha visto mucho porque ha vivido mucho…
Indagando en la condición errante del hombre, siempre en perfecto equilibrio entre la tragedia y la comedia, Fruttero & Lucentini —desprejuiciados, visionarios, «dos Watson sin Sherlock Holmes», como gustaban definirse, y una de las voces más originales de la literatura italiana del siglo XX— lograron en este clásico indiscutible de la literatura italiana un brillante ejemplo de narración noblemente legible, que disimula su complejidad, pero no oculta su fina ironía, la elegancia de la trama y su sabiduría psicológica.
Autores:
Franco Lucentini (1920-2002) y Carlo Fruttero (1926-2012) se asociaron en la inmediata posguerra, cuando se conocieron en París. En Turín se convirtieron en editores de Einaudi, donde tradujeron por primera vez al italiano a Borges, Beckett, Salinger o Robbe-Grillet. Unidos por su pasión por la ciencia-ficción y los cuentos de fantasmas, editaron juntos varias antologías, y así nació la firma Fruttero & Lucentini. Aunque debutaron con un libro de poemas, el primer gran éxito les llegó con La mujer del domingo, que sería llevada al cine por Luigi Comencini en 1975, con Marcello Mastroiani, Jacqueline Bisset y Jean-Louis Trintignant en los papeles protagonistas.
© Siruela