Cuando nos acercamos a un gran escritor o a una obra maestra conviene situarlos en el contexto histórico y literario en el que se encontraban puesto que esta información puede otorgarle un valor cualitativo añadido sobre sus obras coetáneas y mostrar de un modo más objetivo el especial talento de un escritor. Viene a cuento esta reflexión cuando nos enfrentamos a la obra de un autor como el chino Lu Xun (1881-1936). Hasta 1918, la literatura china aún se desarrollaba según los esquemas clásicos, utilizando un lenguaje incomprensible para el pueblo. Fue Lu Xun, a través de sus ideas revolucionarias, el primer escritor chino que utilizó un lenguaje sencillo y claro, accesible para todos, sustituyendo además la narración omniscente por el punto de vista subjetivo, por la primera persona, de manera que la historia se contara pasando por el filtro del protagonista de ficción.
Esa primera narración, digamos, al estilo occidental, fue Diario de un demente, un excepcional cuento que forma parte de un volumen de relatos, Diario de un demente y otros cuentos (1918-1925) que destacan por su alta calidad y la facilidad con que Xun absorbió las técnicas narrativas más novedosas de Occidente, escritos con una mirada mordaz y crítica hacia la sociedad medieval e injusta que vivía China en aquellos momentos. Su carácter primigenio y original, sin duda, dotan de un alto valor a estos relatos, pero no por ello debemos obviar la intensidad y la sabiduría narrativa con la que están escritos. Lu Xun supo imbricar en un mismo estilo la crítica social y la literatura de calidad precisamente en un momento en que la aceptación de su obra se enfrentaba obviamente a mayores dificultades.
Desconozco cualquier otro relato u obra de Lu Xun que no conste en este volumen de 13 cuentos, pero con la lectura de éstos solo se puede sacar la conclusión de que estamos ante un escritor de un extraordinario talento. Ya desde el primer cuento, Diario de un demente, observamos la preocupación del escritor chino por mostrar la subjetividad del narrador (en este caso hasta extremos considerables) con una deliciosa naturalidad. Se relata aquí la historia de dos hermanos, uno de los cuales ha pasado un episodio de locura que ha reflejado en un diario. La demencia de este hermano es asombrosa: cree que todo el mundo se ha fijado en él para comérselo. Esa obsesión por ser objeto de las más delirantes fantasías de un antropófago va describiéndose progresivamente, a través de pequeños detalles que el protagonista va peligrosamente advirtiendo en los demás, desde un perro hasta llegar a su propio hermano, de manera que se empeña en convencerse a sí mismo que será finalmente devorado por su familia y sus vecinos, todo ello adobado con truculentas historias de antropofagia que él ha escuchado en alguna ocasión, como si fuera una arraigada costumbre china. No se puede pedir más a un relato en primera persona, de trama extraordinaria y resultado verosímil para el lector.
Uno de los temas más destacados de este volumen de relatos es la presencia insistente de la miseria social que asolaba China en aquellos momentos, aunque siempre tratada de un modo mordaz e irónico. Así, en Kong Yiji, nos muestra un poblado miserable donde la taberna tiene el paradójico nombre de Prosperidad (los nombres de las tabernas de sus relatos son un continuo ejemplo de ironía). Kong Yiji es un hombre condenado a vivir en la miseria: había estudiado a los clásicos pero como no había aprobado los exámenes oficiales, tuvo que malvivir de un oficio inmundo a otro hasta llegar a la mendicidad. El narrador, un muchacho que atiende en la taberna, nos va a ir contando cómo poco a poco la vida del intelectual va degenerando hasta la necesidad de realizar pequeños hurtos para subsistir. El final del cuento es una conclusión pesimista del futuro que le espera a una persona que solo quiere vivir de su inteligencia, frente a la fuerza bruta de los demás.
Un pequeño incidente viene a ahondar en el penoso destino que le aguarda a quien quiere ser diferente al resto, a quien no se pliega a las costumbres, esta vez encarnado en la figura de una mujer que se ve traída y llevada por su familia hasta ser obligada a contraer matrimonio con un hombre de posibles para obtener la deseada dote. Esta mujer se resignará en principio a su destino, pero pequeños detalles de rebeldía darán al traste con su vida. Para Lu Xun no hay medias tintas: o formas parte del rebaño o te espera la mendicidad y la soledad. Es esta una historia estremecedora, muy moderna para su tiempo, en la que se pone un especial énfasis en la condición femenina y su necesidad de liberarse de sus cadenas familiares y conyugales. Igual énfasis se encuentra en La carga del pasado que tras una bella historia de amor, oculta la dificultad que tiene la mujer de desarrollarse por sí misma. En esta ocasión, el amor de una pareja no puede desarrollarse porque ambos han convenido vivir libremente, sin yugo alguno, lo que finalmente deviene en irrealizable.
La paradoja que se da en Lu Xun es que utiliza historias aparentemente costumbristas precisamente para rebatir la literatura de costumbres. El ejemplo más claro se encuentra en Una familia feliz, donde un escritor trata de escribir una obra que refleje lo que él considera una familia que vive en armonía. Lu Xun, sabiamente, va contraponiendo la historia de ficción que el escritor protagonista va escribiendo con su propia vida, sumida en la más rancia costumbre y en la pobreza más vergonzosa. Curiosamente, todos estos relatos escritos en primera persona, son narrados por alguien a quien llaman Xun, lo que viene a significar que es el propio escritor el que se pone en la piel de esa mirada obstinada y ácida que cuenta la lucha de un hombre o una mujer solitarios entre el océano de resignaciones que representa la masa.
Aunque Lu Xun fue un revolucionario de su tiempo, no significa que por ello fuera optimista con la realización de sus propias ideas. Al menos en estos relatos hay una tristeza soterrada, un fatalismo para quien quiere sacar los pies del plato, un final infeliz resultado de la fuerza de los opresores. Hay muy buena literatura en estos cuentos y además muchas razones para pensar sin dejar de disfrutar con la ficción. Y en ningún momento hay demagogia en las palabras, sino una certera contención expresiva e ideológica que convierte a estos cuentos en inolvidables.
© José Luis Alvarado. Todos los derechos reservados (Cicutadry)