Muerte y resurrección

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La vida conlleva movimiento; sólo aquello que no está vivo, es estático.

A veces, como seres (muy) humanos que somos, pretendemos que la vida esté inmóvil, para así no tener que salir de esa parcela que nos construimos, conocida como zona de confort, en la cual pensamos que somos felices, y puede que un día despiertes, y veas que no es así.

Y vamos a hacer todo lo que sea posible, para quedarnos aquí, parados; hay que ser muy valiente para transformar la piel muerta.

Pero, somos naturaleza, nuestra gran maestra; la vida nos pide el cambio: Un día muere, para que otro pueda nacer.

Un cultivo llega al fin de su ciclo, y cede amorosamente su espacio al correspondiente con la estación.

Alguien deja espacio en tu vida, para que otra persona pueda llegar, y llenarlo de colores.

Cuando nos aferramos a lo que ya no tiene sentido, vivimos con la sensación de estar muertos, con la incapacidad de sentir y disfrutar de la vida.

Sólo a través de desarrollar la capacidad de dejar ir en paz, podemos vivir.

Asumir que somos seres en movimiento, nos da la capacidad de transformarnos, y poder morir a viejas versiones que han caducado, pues la capacidad de crecimiento nos permite renacer a la belleza de un nuevo comienzo.

Una versión nueva, quizás llena de miedos y perdida, pero eso, te enseña algo:

Hay vida dentro de ti.

Tenemos la capacidad infinita de vivir muchas vidas en una vida; sólo necesitas dejar de aferrarte a viejas versiones que te han sostenido hasta ahora, pero que llegó el momento de transformar y, así, ser alquimista de tu vida.

Brindo por tu nuevo amanecer, honro la piel que cae.

© María del Mar García (Alma y Tierra) 

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