ANTEQUERA. Un corto paseo por el pasado y el presente.

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Iniciamos el día con temor dado el calor agobiante que sufrimos en Granada desde hace bastantes días. Acostumbrados a abandonar la cama a las siete de la mañana, para dar capricho al corazón y las piernas con un paseo con más de veinte grados de temperatura, sopesamos sufrir las inclemencias solares y abandonar la ciudad camino de Antequera.

Hacía siete años que no visitaba Antequera, una ciudad que enamora, razón por la que, enfadado por el mal funcionamiento del mapa de Google, conduje durante varios minutos por una autovía que no correspondía, así que, en vez de setenta kilómetros, añadimos unos cuantos al periplo mañanero.

En el valle donde se alza Antequera, despuntan sus múltiples casas blancas, impolutas, que rodean las numerosas iglesias con sus torres campanarios erigidas, acariciando un cielo azul y distinguiéndose del resto de edificaciones con su térreo color.

Después de atravesar las avenidas que conforman los puntos fabriles e industriales de la ciudad, dimos nuestros primeros pasos sobre el suelo para adentrarnos en el Conjunto Arqueológico de los Dólmenes de Antequera, monumentos funerarios de los periodos Neolítico y Calcolítico. Tras un largo paseo rodeándolos, un cosquilleo parece sentirse al penetrar y palpar bajo los menhires para sustentar las losas que conforman los dólmenes construidos cuatro milenios antes de nuestra era.

El calor insiste en adueñarse de la jornada, fue suficiente para entrar en un edificio moderno de salas museísticas con numerosas explicaciones de audio sobre el conjunto recién visitado. Nos llama la atención que sea gratuito, al menos para los ciudadanos andaluces. Recorremos todas las salas y fotografiamos algunos ángulos para el recuerdo.

La ruta sigue y al hacerla a pie no dudamos en buscar un aparcamiento cerrado para que el regreso sea más llevadero al permanecer a la sombra durante las horas ocupadas en las siguiente visitas.

Nos adentramos en la zona monumental de la ciudad y nuestro primer encuentro es en el Museo de la Ciudad, situado en el antiguo palacio de Nájera, remozado y adaptado dando prestancia a la Plaza del Coso Viejo, presidida por la estatua del Infante Don Fernando, conquistador de la ciudad allá por el 1410.

Desde la Edad de Piedra, pasando por la ocupación Romana hasta le época actual, pinturas, esculturas y un sinfín de utensilios, vasijas, joyas y mucho más, sobre todo, pinturas, es cuanto nos muestra el museo. Debo resaltar que muchas de ellas, si bien pertenecen a las numerosas iglesias de la ciudad, se exponen bajo depósito. Un acierto que personalmente elogio y destaco para el bien de quienes visitamos la ciudad, y la seguridad de que las obras puedan estar bien guardadas frente al pillaje de los amantes de lo ajeno, tanto nacionales como extranjeros.

Acuciados por el tiempo, nos aventuramos hacia la Alcazaba tras pasar por el Arco de los Gigantes. Tras ella, y a lo lejos, la Peña de los Enamorados. Curiosa formación rocosa cuya silueta quiere parecerse a un rostro humano mirando al cielo, resaltando barbilla, labios, nariz y frente. Alguien creyó ver en la silueta el rostro de un famoso torero, Manolete, cuyo apéndice nasal se asemeja al que aparece en la citada Peña.Sin olvidar la leyenda: Tello, un caballero cristiano hecho prisionero y encerrado en los calabozos de la Alcazaba, conoce a Tazgona, hija de un rey musulmán. Se enamoran. Gozan de un amor imposible dado su antagonismo religioso, deciden huir, sin embargo, el rey musulmán ordena perseguirlos hasta acorralarlos en la Peña. No queriendo entregarse a los perseguidores, decidieron abrazarse y lanzarse al vacío desde la cima.

El calor se nos hace demasiado pesado, y tras un corto paseo hasta la edificación de la Alcazaba, optamos por bajar hasta la Colegiata construida con estilo gótico tardío y renacentista. En su interior columnas jónicas presiden la planta alcanzando el artesonado mudéjar.

El calor es aplastante, caminamos por las pocas sombras que nos permiten abandonar la zona y acercarnos en busca de un lugar donde almorzar. No perdemos la vista de las numerosas edificaciones y plazetas y nos prometemos volver en otra ocasión en que el sol nos permita mejores momentos.

Avanzamos para encontrar en espacio acondicionado y fresquito para almorzar, lo encontramos en la calle Calzada, 27:  Arte de Cozina, un establecimiento moderno, en los bajos de una antigua casa antequerana del siglo XVII. Un conjunto para disfrutar de la gastronomía de la zona.

CHARO CARMONA. Imagen: Arte de Cozina

Nos recibe Charo Carmona, a la sazón propietaria y “cocinera” que recupera, elabora y reinterpreta los manjares de la cocina. Nos dejamos llevar por sus recomendaciones dado su relato inicial invitándonos a conocer de su mano, los platos que ha recuperado e investigado para aunar pasado y presente de una cocina semi olvidada, que emerge entre las recetas de la abuela, recordadas de la época sefardí y árabe antequerana.

Disfrutamos de un festival de sabores. Una bola, símil de hummus, sobre una mini tosta fina de pan cateto, para degustar una copa de rosado malagueño (Syrah y Romé).  Como entrante, una degustación de las tres porras antequeranas. En primer lugar, la Porra Blanca, con base de ajo y pan. Seguidamente la Porra de tomate y pan cateto y para finalizar la Porra de Naranja, pan, zumo de naranja y ajo. Suavidad y equilibrio en el paladar. Probamos posteriormente el Tarator, una sopa fría, legado sefardita, a base de kéfir y pepino, nuez machacada, perejil picado y aceite.

Sorbos de rosado para seguir degustando otros platos olvidados. Chivo a la Pastoril, sobre una salsa de…muchos elementos que sería prolijo enumerar y definir dado el encanto y sabores de la elaboración. También una receta de lomo de cerdo imposible de olvidar, que según la inefable Charo Carmona era el plato que más le gustaba a su padre.

Acabamos el regalo gastronómico con una espuma de limón y unos canutillos o suplicaciones, barquillos con un relleno de ajonjolí, huevo, ralladura de naranja, vino blanco y AOVE.

Para que el paladar se asombre, nos ofrece un par de tragos de moscatel de Málaga. ¿Fin? ¡No! Charo Carmona nos ha ofrecido unas tarjetas con cada una de las recetas ofrecidas en la mesa. Nos fotografiamos con ella, y nos despedimos aseverando que no solo el Sol Repsol 2024 otorgado por la Guía Repsol, certifica el buen hacer de unas manos y talento para hacer disfrutar a los paladares mas exquisitos. Prometemos volver en tiempo de otoño y primavera para disfrutar de la Hospedería en el mismo edificio.

Te recomendamos visitar ARTE DE COZINA en https://artedecozina.com/

Muy agradecidos a «Arte de Cozina» y a Charo Carmona por sus atenciones y el gran disfrute de sus creaciones.

Lástima que no tuviéramos más tiempo e hiciera tanto calor.

Antes de salir de Antequera para retomar la autopista y regresar a Granada, prometimos en silencio volver, no solo por el disfrute de nuestros paladares, sino porque nos quedó mucho por ver del patrimonio de la ciudad, su cultura y sus edificios señoriales.

Así pues, Volveremos Antequera.

© Anxo do Rego. Todos los derechos reservados.

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Narrador. Fundador, Director y Editor de la extinta editorial PG Ediciones. Actualmente Asesor y colaborador en Editorial Skytale y Aldo Ediciones, del Grupo Editorial Regina Exlibris. Director y Redactor del diario cultural Hojas Sueltas. Fundador de una de las primeras revistas digitales de novela negra «Solo Novela Negra» en la actualidad incorporada a la sección LEYENDO en el diario cultural HOJAS SUELTAS que dirige. Partícipa en numerosas instituciones culturales. Su narrativa se sustenta principalmente en la novela policíaca con dieciseis títulos del comisario del CNP, Roberto H.C. como protagonistal. Mantiene su creatividad literaria con relatos, artículos y reseñas en algunas revistas digitales culturales. Redactor del diario cultural Hojas Sueltas.

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