Puede que me equivoque, pero creo que Purga es una de esas novelas que perdurarán y que en el futuro terminará formando parte de las antologías de narrativa universal. Si tuviera que definir con un solo término a esta obra, usaría la palabra intensidad. Y no es sólo por la temática de la propia narración, que llega a sobrecoger en más de un momento, sino por la estructura y el ritmo que esta escritora sabe imprimir en sus páginas y que logra absorber la atención del lector.
La autora, la finesa Sofi Oksanen, nos narra en esta novela las historias de dos mujeres muy diferentes. En primer lugar está Aliide, una mujer que se nos presenta al comienzo de la novela como una anciana que vive sola en una casa aislada en un bosque de Estonia y que, nada más arrancar la historia, se encuentra en el jardín de su casa con Zara, una mujer rusa, joven, asustada y extenuada, a la que acoge en su hogar.
La estructura que Sofi Oksanen escoge para contarnos esta historia está deliberadamente segmentada, usando capítulos por lo general cortos y con saltos temporales que abarcan periodos muy diferentes que aproximadamente oscilan desde los inicios de la Segunda Guerra Mundial hasta finales del siglo XX. Esta fragmentación temporal no dificulta sin embargo el hilo narrativo, en donde el personaje principal es sin duda Aliide, quien nos sirve como referente para conocer qué es lo que ha pasado a lo largo de medio siglo de historia en el territorio estonio, una región que, pese a las dificultades políticas por las que atraviesa, la protagonista se niega a abandonar.
El título de Purga hace referencia a las terribles campañas de represión política llevadas a cabo por Stalin desde mediados de los años 30 hasta mediados de los años 50 del siglo XX. En dichas campañas se hostigó con una perseverancia feroz a miles de personas que disentían de los métodos estalinistas, incluyendo a comunistas, socialistas y anarquistas entre las víctimas de esa represión. Expulsiones del país, interrogatorios, torturas, vejaciones, una férrea vigilancia policial y campos de concentración inhumanos, fueron algunos de los amargos métodos que se usaron para eliminar cualquier resquicio de oposición a la política de Stalin.
Pero, todo lo expuesto anteriormente, no es más que el molde sobre el que se asienta la historia, o por así decirlo, el escenario, el contexto histórico, no la esencia misma de la historia, aunque sea importante contextualizar para comprender por qué los personajes se comportan del modo que lo hacen. Por un lado encontramos como centro indiscutible de la narración a Aliide, una mujer obstinada, perseverante, que resiste hasta las últimas consecuencias. Ella nos enseña que mientras otros se rinden con facilidad y huyen, ella es capaz de soportar la tensión, la tortura, las vejaciones, incluso se casa con un ruso pro-estalinista que representa todo aquello que ella más detesta, pero lo hace no sólo para poder quedarse en la tierra que ella considera su patria. Más tarde sabemos que gran parte de lo que hace es un impresionante acto de amor hacia un hombre al que ama en secreto: el marido de su hermana, un líder de la resistencia anti-estalinista buscado por las autoridades bolcheviques y al que Aliide esconde en su propia casa. Y a ese amor, a esa resistencia, se incorporan luego otros elementos que conforman del todo su carácter: el desengaño, la frustración, el miedo y, sobre todo, el rencor.
El rencor que Aliide ha guardado durante medio siglo revivirá con la llegada de una joven desconocida, una rusa llamada Zara que huye de las mafias rusas que la han obligado a prostituirse. Siempre narrado en una tercera persona de una neutralidad sobrecogedora, la escritora nos explica las terribles experiencias de Zara como esclava sexual, y de cómo sus captores la persiguen implacablemente hasta que su pista los conduce hasta la casa de Aliide. El lector descubrirá entonces que las historias de las dos mujeres guardan más relaciones de las que parece, que nada sucede de forma casual. Por una parte, Zara necesita que la anciana Aliide la ayude, y a la cabeza de ésta regresarán momentos del pasado que, tercamente, siempre se resiste a abandonarnos y que, desde el punto de vista de la anciana, supone una repetición, una vuelta a los periodos que ya creía olvidados, zanjados, resueltos.
Esta novela habla del sufrimiento, de la represión, de la crueldad intolerable, como muy pocas veces se han hecho. Y la voz de Sofi Oksanen es en verdad impresionante, ágil, directa y desgarradora al tiempo que, paradójicamente, está dotada de poesía, de lirismo. Su estructura temporal fragmentada obliga al lector a ir armando una especie de rompecabezas cuyas piezas encajan con implacable intensidad. Uno puede llegar a visualizar las escenas como si las estuviera presenciando, estremecido, aterrado, como si se estuviera recibiendo un puñetazo en el estómago, con un escalofrío que nos recorre tanto por lo que se nos cuenta como por lo que se nos omite, porque el uso de la elipsis es otro gran acierto de la escritora, que sabe dosificar perfectamente hasta dónde, cuánto y cómo debe contar. Una novela, en definitiva, dura pero muy recomendable y que, en mi opinión, seguirá dando que hablar durante mucho tiempo.
© Jaime Molina. Todos los derechos reservados. (Cicutadry)