Diálogos soñados: Encuentro con Francisco de Quevedo

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Breve biografía real

Francisco de Quevedo, uno de los ingenios más brillantes del Siglo de Oro español, nació en Madrid en 1580 y murió en Villanueva de los Infantes en 1645. Quevedo fue un hombre de letras y de estado, conocido tanto por su poesía ingeniosa y mordaz como por su prosa satírica y crítica. Como escritor, Quevedo se adentró en los terrenos del amor, la moralidad, la política y los asuntos humanos con un estilo que aún resuena en la literatura contemporánea.

Además de ser un prominente poeta barroco, Quevedo fue una figura política activa durante el reinado de Felipe III y Felipe IV de España, lo que le otorgó una posición privilegiada para comentar sobre los entresijos del poder y la sociedad de su tiempo. Sin embargo, su crítica mordaz y su sátira a menudo le causaron problemas, llevándolo en ocasiones a la prisión.


FICCIÓN

En esta «entrevista» imaginada, traemos a Quevedo al presente para preguntarle sobre su obra, sus pensamientos sobre la sociedad contemporánea y cómo ve el papel de la literatura en nuestro mundo actual. ¿Qué diría Quevedo si pudiera comentar sobre los temas que dominan nuestras discusiones hoy día?

Hojas Sueltas: Maestro Quevedo, es un verdadero privilegio tenerlo aquí, cruzando los siglos para conversar con nosotros. Su obra ha trascendido el tiempo y sigue siendo un referente de la literatura en lengua española. Díganos, ¿cómo ve usted la evolución de la lengua que tanto dominó en su época?

Francisco de Quevedo: Aunque mi cuerpo yace y el tiempo ha barrido las huellas de mi paso, mi espíritu se regocija al ver que mis palabras aún conversan con los vivos. La lengua, ese río caudaloso que nunca cesa de fluir, se ha vestido de nuevos ropajes y aunque a veces me resulta extraña, reconozco en ella el alma persistente del español. Es un gusto ver que, pese a los embates del tiempo, no ha perdido su filo ni su fuego.

Hojas Sueltas: Usted fue un maestro del ingenio y la sátira, herramientas que empleó magistralmente para criticar los vicios de su sociedad. Hoy día, los medios y las redes sociales cumplen un papel similar. ¿Qué papel cree que juega la sátira en nuestro tiempo?

Francisco de Quevedo: La sátira es la sal de la tierra, y como tal, debe usarse para conservar y no para corromper. Veo que en vuestro tiempo, al igual que en el mío, la humanidad sigue tropezando con las mismas piedras: la avaricia, la hipocresía, la soberbia… La sátira que yo ejercí buscaba azotar esos vicios, despertar el juicio dormido. Si vuestros bufones electrónicos logran eso, benditos sean; pero si solo sirven para llenar el aire con risas vacías, poco hacen por el alma de los pueblos.

Hojas Sueltas: En sus días, usted fue un crítico agudo de la política y la corte. ¿Cómo vería la política de nuestro mundo globalizado, con sus complejas interrelaciones internacionales?

Francisco de Quevedo: La política, ese arte de gobernar a los pueblos, siempre ha sido un teatro de máscaras y sombras. En mi tiempo, las cortes eran nidos de intrigas y los reyes jugaban a la ajedrez sobre mapas de territorios y alianzas. Hoy, vuestra política se ha extendido como un gran tapiz que abarca todo el orbe. Los reyes han cambiado de nombre: ahora se llaman presidentes o primeros ministros, pero la esencia de gobernar, me temo, sigue siendo la misma: una mezcla de astucia y ambición. Si me permitís la osadía de un consejo, nunca dejéis de cuestionar a quienes ostentan el poder, pues el poder sin control es el peor de los tiranos.

Hojas Sueltas: Maestro Quevedo, observando la evolución política de España, desde la proclamación de la Segunda República hasta el fin de la dictadura en el siglo XX, ¿cómo interpreta usted estos ciclos de cambio y conflicto en la tierra que tanto amó?

Francisco de Quevedo: Vuestras historias son como ríos que me llegan turbios y revueltos, y en ellos veo reflejados los eternos ciclos de aspiración y caída que han caracterizado a la humanidad desde el alba de los tiempos. La Segunda República, con su breve fulgor de esperanza y democracia, fue un espejo de aquellos días dorados de mi propio siglo, cuando pensábamos que el ingenio y la razón guiarían a los reinos. Sin embargo, los fantasmas de la división y la guerra no tardaron en ensombrecer ese espejo.
La dictadura que siguió, oscura y prolongada, sería el luto de esa esperanza desvanecida, un recordatorio sombrío de que los viejos vicios del autoritarismo y la represión aún acechan en el corazón de los hombres. Me duele pensar que el suelo que pisé, sembrado de versos y sueños, se viera ensangrentado por la discordia y la tiranía. Pero también me alienta saber que, como siempre, el espíritu de España se renueva, que tras la noche más oscura, el alba retorna con promesas de restauración y rejuvenecimiento.

Hojas Sueltas: Y en ese contexto de renovación, ¿qué consejo creería usted oportuno para las generaciones actuales que viven en una España democrática, pero que enfrentan desafíos globales y locales complejos?

Francisco de Quevedo: Aconsejaría a los hombres y mujeres de vuestra era que no olviden las lecciones del pasado, que atesoren la libertad como el más preciado de los bienes y que se esfuercen por cultivar la razón y el diálogo por encima de la discordia. La democracia es un jardín que debe ser cuidado con la sabiduría de los ancianos y el vigor de los jóvenes. No permitáis que las sombras del desinterés o el desencanto nublen vuestra era de posibilidades. Enfrentad vuestros desafíos globales con un espíritu unido y con la certeza de que la justicia y la paz son los únicos caminos hacia un futuro próspero.

Hojas Sueltas: Don Francisco, su rivalidad con Don Luis de Góngora es legendaria en los anales de la literatura española. En un mundo donde ahora prevalecen la comunicación y la resolución de conflictos, ¿cómo abordaría hoy esa enemistad?

Francisco de Quevedo: Ah, esa vieja querella que llenó tantas páginas con versos afilados como dagas. Góngora, aquel culterano cuyo ingenio, aunque oscurecido por el artificio, no dejaba de ser un digno adversario. En estos tiempos vuestros, donde la palabra se transmite tan rápido como el pensamiento y las disputas se airean en plazas que no son plazas, sino redes que envuelven al mundo, quizá habríamos tenido que afinar nuestra estrategia.
Si he de ser sincero, y siempre lo soy, aun en la ficción de esta nuestra conversación, diría que la solución a tal enemistad requeriría algo más que simples disculpas o desagravios. Hoy, con vuestros medios para debatir públicamente y vuestras plataformas para el intercambio de ideas, tal vez habríamos optado por un duelo de ingenios transmitido en vivo. Un debate poético, donde cada uno defendiera su estilo ante una audiencia de miles.
No con espadas ni con rencor, sino con el arma más poderosa que poseemos los hombres de letras: la palabra. Y tras ese encuentro, sin duda alguna, dejaríamos que el público decidiera cuál de los dos merece la corona de laurel. Así, en un acto de democracia literaria, tal vez encontraríamos la paz en el respeto mutuo ganado ante los ojos del mundo, o continuaríamos nuestra contienda, siempre en el ámbito del arte, sin llegar nunca a la sangre.

Hojas Sueltas: ¿Cree entonces que el respeto mutuo y la admiración pueden ser el fundamento para resolver incluso las más profundas rivalidades?

Francisco de Quevedo: Así es, aunque la competencia en la corte de la musa es feroz, no es menos cierto que el respeto a la habilidad del otro puede y debe templar la vehemencia de nuestro desdén. En la batalla literaria, como en todas las artes de la vida, reconocer la valía del adversario no disminuye la nuestra, sino que eleva el juego mismo. La admiración mutua, aunque sea desde trincheras opuestas, es el bálsamo que suaviza las heridas del orgullo.

Hojas Sueltas: Don Francisco, en nuestros días, los escritores a menudo aspiran a ganar premios literarios que no solo reconocen su talento, sino que también les reportan considerables beneficios económicos. Si pudiera presentar alguna de sus obras a un importante certamen literario de hoy, ¿cuál elegiría y por qué?

Francisco de Quevedo: ¡Ah, los premios y el oro que por ellos fluye! En mi tiempo, el aplauso del rey o un mecenazgo generoso eran nuestros premios, y bien sabéis que ni el oro ni la fama me fueron ajenos, aunque muchas veces vinieran mezclados con la vituperación y el destierro. Si he de escoger una obra que aún hoy pudiera competir en vuestros certámenes, sin duda alguna sería mi «Política de Dios y gobierno de Cristo«, una obra donde plasmo mi visión del mundo y del deber del hombre, teñida con la tinta de mi fervor religioso y mi agudeza crítica hacia los gobernantes.
Esta obra, que es tanto un espejo para príncipes como un manual de ética, podría resonar en vuestros tiempos donde tanto se discute sobre la moralidad en la política y la justicia social. Sería, sin duda, un fuerte contendiente en cualquier certamen que valore la profundidad del pensamiento y la elegancia del lenguaje, demostrando que las preocupaciones de ayer no son tan distintas de las de hoy.

Hojas Sueltas: ¿Cree que el mensaje de esa obra tendría eco en nuestra sociedad actual?

Francisco de Quevedo: Así lo espero, pues aunque los trajes y los tronos cambien, las pasiones y las ambiciones humanas permanecen. La «Política de Dios» no solo es un llamado a la virtud, sino también un recordatorio de que todo poder terrenal es efímero y debe estar al servicio del bien común. En una era como la vuestra, saturada de información pero hambrienta de sabiduría, el mensaje de que la verdadera grandeza se mide por la justicia y la piedad podría ser más relevante que nunca.

Hojas Sueltas: Maestro Quevedo, entre sus escritos, hemos encontrado joyas de ingenio y sátira, y una que ha causado particular deleite en nuestro equipo es el «Poema al Pedo». Nos intriga saber, ¿qué motivaciones tuvo para escribir y publicar una obra dedicada a un tema tan… poco convencional?

Francisco de Quevedo: ¡Ah, el famoso poema ese ventoso compañero de la vida! Mi pluma, como bien sabéis, nunca ha temido adentrarse en los senderos menos transitados de la experiencia humana. El «Poema al Pedo» no es más que una muestra de que la literatura debe ocuparse de todo aquello que es humano; nada debe ser ajeno a ella, ni siquiera los más humildes y naturales de los actos.
En aquellos tiempos de cortesanos engolados y poesías empalagosas, me plació traer un soplo de aire fresco —nunca mejor dicho— a la poesía. ¿Acaso no es la risa una de las más nobles reacciones que un poeta puede esperar provocar? Con este poema, quise recordar a mis contemporáneos que la grandeza también reside en la capacidad de reírse de uno mismo y de las pretensiones de nuestra condición.

Hojas Sueltas: ¿Y cree que el humor es una herramienta eficaz en la literatura, especialmente cuando trata temas serios o controvertidos?

Francisco de Quevedo: Sin duda alguna, el humor es un bisturí tan eficaz como la espada o la pluma en la batalla contra la ignorancia y la hipocresía. A través de la risa, podemos desarmar prejuicios, revelar verdades y abrir las mentes cerradas. El humor, cuando es bien empleado, no solo entretiene, sino que ilumina, critica y reforma. En una sociedad que se toma a sí misma demasiado en serio, un poco de humor puede ser el antídoto más necesario contra el veneno del orgullo y la vanidad.

Hojas Sueltas: Don Francisco, no deseamos inquietarle más con nuestras preguntas, pero antes de concluir, nos gustaría saber, ¿qué mensaje le gustaría transmitir a los lectores de Hojas Sueltas? Además, ¿estaría dispuesto a responder a las preguntas que, inspirados por esta entrevista, pudieran formular nuestros lectores?

Francisco de Quevedo: A los lectores de Hojas Sueltas, esos espíritus inquietos y curiosos que buscan en las páginas del saber y el arte un refugio y un espejo, les diría: no cejéis en vuestra búsqueda de conocimiento, ni temáis adentraros en las profundidades de la literatura y la historia. En ellas encontraréis no solo entretenimiento, sino también las claves para entender vuestro propio tiempo y quizá mejorar el mundo en el que vivís. Recordad que cada libro que abrís os abre a su vez una puerta a otros mundos posibles.
En cuanto a vuestras preguntas, ¿cómo podría yo, un hombre de letras, negarme al dulce ejercicio del diálogo y el debate? Aunque mi carne ya no pise la tierra, mi espíritu está siempre dispuesto a entablar conversación. Así que os animo, preguntad sin miedo y buscad en mis respuestas la chispa que encienda vuestros propios fuegos de ingenio y reflexión.

Hojas Sueltas: Le agradecemos profundamente, Maestro Quevedo, por concedernos esta oportunidad de cruzar los siglos y dialogar con usted. Sus palabras, seguramente, resonarán entre nuestros lectores e inspirarán muchas mentes y corazones.


Realidad.

Esta ficción ha sido posible y realizada por el equipo de Redacción de Hojas Sueltas.

Cualquier comentario o preguntas al entrevistado, puede dirigirse a traves del correo: redaccion@hojassueltas.es  con referencia: Entrevista ficticia a Francisco de Quevedo.

Gracias por leernos.

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