El buen soldado – Ford Madox Ford

0
223

Que una novela esté narrada en primera persona no extraña a nadie. Como sabemos, el narrador sólo cuenta aquello que conoce o que ha vivido y existe un pacto tácito entre él y el lector, según el cual aquello que se cuenta se da por verdadero. En este último punto fue donde Ford Madox Ford (1873-1939) logró dar una vuelta de tuerca a las narraciones en primera persona, incluyendo una nueva característica: el narrador no es sólo una máquina de contar, sino que además tiene una personalidad, unos sentimientos concretos y unos conocimientos limitados, lo que hace que el contenido de su narración dependa directamente de su psicología, incluso del momento en que cuente la historia. Estamos, por ello, ante la figura del narrador poco fiable, una figura literariamente fascinante que, para que el relato sea inteligible, sólo puede ser utilizada dentro de una novela con una estructura perfecta. El buen soldado (1915) es una novela perfecta.

Comienza con una frase memorable: «Ésta es la historia más triste que jamás he oído«. Y ciertamente lo es. Aunque la trama es muy compleja, el argumento puede ser resumido en pocas líneas: dos parejas ricas, una inglesa y otra estadounidense, se reúnen durante los veranos en un balneario de Alemania, unidos por una cómoda y profunda amistad. Su vida lenta y tranquila se desarrolla como un delicioso baile: en cada circunstancia saben dónde ir, dónde sentarse, qué mesa escoger unánimemente, sobre qué temas hablar sin que haya ninguna señal de discordancia entre ellos. Durante nueve años y seis semanas serán cuatro personas con los mismos gustos y los mismos deseos, actuando al unísono. El único problema es que durante todo ese tiempo, la mujer americana y el marido inglés mantendrán una apasionada aventura amorosa. Además, ella, Florence, oculta una atroz mentira desde el mismo momento que se casó con su marido; el capitán Ashburnham, buen soldado y adúltero, un hombre intachable, el tipo de persona a quien se le puede confiar la propia esposa, es un contumaz mujeriego que ha perdido su fortuna detrás de sus amantes; su mujer, Leonora, conoce la mentira de Florence y los continuos adulterios de su marido, pero calla ante los demás, y sobre todo ante, Dowell, el sorprendido narrador, el inglés engañado por todos, que no sabe nada. Los estremecedores y terribles acontecimientos explotarán en un momento dado hasta convertirse en una historia de celos, engaños, venganzas, pasiones desatadas, odios y amores que conducirán finalmente a la locura y al suicidio.

La peculiaridad de esta novela estriba en que el narrador de tan tristes hechos es un perfecto imbécil; y no es que lo supongamos nosotros, es que lo reconoce él mismo en varias ocasiones. Dowell es un hombre ingenuo y pusilánime que durante nueve años vivirá unos espantosos sucesos que se desarrollan delante de sus ojos sin que se entere de nada. Lo que sabe (y lo que nos cuenta) procede de sus postreras conversaciones con cada uno de los miembros del matrimonio americano, revelaciones que, además, también son parciales e interesadas. A eso habrá que añadir su propia interpretación de los hechos, no siempre lúcida ni perspicaz. Dowell no explicará los hechos tal y como ocurrieron, sino que en su discurso tratará de explicarse a sí mismo todo aquello que no supo en su momento, como una especie de justificación de su pasado.

El efecto que esto produce, en principio, será de perplejidad, pero poco a poco el lector se verá impelido a tratar de descifrar las claves del relato con un interés creciente. No se trata de una narración lineal, sino que los saltos en el tiempo son continuos; cada afirmación se verá seguida a continuación de matizaciones, contradicciones y digresiones, cuando no de la confesión de la más pura ignorancia sobre el asunto. El narrador se encuentra desconcertado entre lo que vivió y lo que le ha sido revelado. Lo que le han contado le ha abierto los ojos a la realidad, pero le ha sumido en la confusión. No sabemos qué es lo que Leonora y el capitán Ashburnham le confesaron exactamente, ni en qué se distingue el discurso de uno y el del otro. Todo lo que el lector sabe pasará por el tamiz un tanto estúpido de Dowell, de sus dudas y sus suposiciones.

El resultado será sorprendente: el narrador irá conociendo la verdad tal como la va contando. Y ello tendrá como consecuencia la aparición del suspense. Dowell irá apuntando datos conforme los va conociendo y el lector, siguiendo sus pasos, no podrá más que aguardar impaciente una explicación y una revelación de lo sucedido.

El buen soldado, aparte de ser una novela soberbia, es una narración poco convencional que requiere una lectura nada convencional. En todo momento rompe las expectativas del lector mediante giros inesperados en la trama, continuas sorpresas y rupturas temporales que, a pesar de su apariencia, no son un obstáculo para la lectura, sino un aliciente más para entender y disfrutar de una historia apasionante. Podríamos decir que el lector, finalmente, se entera de la verdad, a pesar del narrador. Sólo un alarde de técnica y una estructura narrativa muy depurada pudo hacer que Ford Madox Ford nos legara esta obra maestra que encantará a quienes se acerquen a ella.

© José Luis Alvarado. Todos los derechos reservados. (Cicutadry)

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí