Simonetta Cattaneo de Candia (1453-1476) fue la mujer más bella de Italia, el icono del Quattrocento. Casada con Marco Vespucci -miembro de una rica familia florentina dedicada a la banca y próxima a los Médici-, pudo ser pintada por los mayores artistas del Renacimiento italiano, como Botticelli, que al parecer la hizo protagonista de El nacimiento de Venus, La Primavera, Minerva y el Centauro, además de varios retratos de ella como ninfa, etc.
El pintor, que falleció muchos años más tarde que ella, obtuvo la gracia de ser enterrado a los pies de su musa en la iglesia florentina de los Ognisanti. También inspiró a Piero di Cosimo el Retrato de Simonetta Vespucci donde aparece como Cleopatra con un áspid. Pero… ninguno de estos retratos se pintaron en vida de Simonetta sino una vez fallecida. Todos son recreaciones idealizadas de su belleza. Posiblemente la única imagen pintada de Simonetta cuando estaba viva es un fresco de Ghirladaio en la capilla Vespucci de los Ognisanti.
Simonetta pertenecía a la prominente familia genovesa de los Cattaneo; vivía por tanto en Génova −aunque su lugar de nacimiento no está del todo claro− hasta que a los dieciséis años se casó con Marco y se trasladó a Florencia, donde pronto destacó. Se cuenta que Giulano de Médici ganó una justa durante un torneo en 1475 llevando una bandera o un estandarte pintado por Botticelli con la imagen de Simonetta como Atenea -o Minerva-, con el lema “La sin rival”, hoy perdido. La joven fue nombrada reina de la belleza y según las malas lenguas tuvo un affaire con Giuliano. Lorenzo de Medici escribió de ella: “Su belleza era espectacular. De talla seductora y sublime; el tono de su piel blanco pero no pálido, lozano pero no lustroso; en el caminar y en el baile, y en todos su movimientos era elegante y cautivadora”. Quiso el destino que Giuliano y Simonetta fallecieran el mismo día, un veintiséis de abril, aunque con tres años de diferencia, pues Giuliano cayó víctima de la fallida conjura de los Pazzi en 1478. Los hombres del Renacimiento vieron en ello una platónica prueba indiscutible de su amor.
Según otra leyenda, Americo Vespucci −el primero que dijo que las tierras a las que había llegado Colón no eran la India sino un nuevo continente−, enamorado de la mujer de su primo Marco, tuvo que marchar lejos de Italia y así llegó al nuevo mundo.
El caso es que Simonetta falleció a los veintidós o veintitrés años de tuberculosis. Su velatorio, por el que pasaron miles de florentinos, se efectuó con el féretro al descubierto −según los testigos estaba más bella incluso que en vida−, y también miles acompañaron su ataúd durante el funeral. Comenzó así el culto a Simonetta, dotada de un aura mitológica de ninfa, convertida en mito erótico y redescubierta por los victorianos en el siglo XIX.
Para saber más:
Antonio Hernández Coll, «Simonetta Vespucci. La musa de Italia», en Clio, núm. 11 (Especial Renacimiento), 2011, pp. 100-101.
Rafael Blade, “La musa de Botticelli”, en Historia y Vida, núm. 503, año XLI, pp. 84-87.
Sandro Botticelli, Nacimiento de Venus, Galeria de los Uffizi, Florencia, 1484.
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