Cuando me expongo al mundo, a convivir y relacionarme, la realidad que percibo no es real, valga la redundancia, sino es producto de mi inconsciente y mis creencias.
Cada uno vemos al otro, a través de los cristales de mi inconsciente personal, familiar y colectivo, por ello, nadie tiene las mismas experiencias con otra persona, porque estas son plenamente personales.
Cuando estoy delante de un otro, cuando emito un juicio al respecto, estoy hablando desde mi pasado, desde las experiencias que ya habitan en mí. Por eso, si me conozco, si me habito, tengo la capacidad para, cada vez, aparecer más en mi vida, y desarrollar mi presencia personal.
En el devenir con otros seres , ya sea a nivel laboral, personal, sentimental, etc., me brinda la gran oportunidad de ver mis luces y mis sombras, y es a través de éstas, donde hallo la posibilidad de seguir creciendo.
En mis sombras, está mi gran tesoro.
Al exponerme, puedo ver mis limitaciones, mis miedos, y trabajar en ellos; como decía Brigitte Ch. Des Ribes , «lo que rechazo, por compensación, vive en mí». Es decir, en el otro voy a ver, lo que en mí todavía no tengo la capacidad de ver o asumir.
Así que en cada juicio que emito, en cada límite que no establezco, hay una oportunidad para huir, o para seguir creciendo.
Para que en las sombras pueda entrar la luz, se requiere un gran trabajo personal y, sobre todo, mucho amor y aceptación hacia un@ mism@.
Y es que al final, no se trata de llegar a ninguna meta, sino de integrar todas nuestras partes , las rotas , las quebradizas, y las que aún están por armar. Todas forman parte de un puzzle llamado vida, que cuantas más grietas tiene, más vivo está.
Permítete romperte.
Vive.
©Mar García. Enero 2023
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