¡Romeo! ¡Romeo!

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El doctor Morel apuntó con el tubito que contenía una bolita mágica, a Blondi, la perra loba de Vamp-Hitler, pues era la única que le acompañaba en el laboratorio. Dijo:

—¡Ja, ja, ja, ja! Por fin lo tengo. El elixir infalible del amor.

“¡AING!”. La bolita prodigiosa acertó en el lomo a la pobre perrita, que se volvió suave hacia el doctor Morel y… “¡GRRR!”, le atacó a dentelladas cual lobo salvaje.

El doctor Morel tuvo que atizar a Blondi con la caja de primeros auxilios. La perrita quedó sentada en el suelo, contra la pared, con un gran chichón y la lengua fuera.

Renqueando, el doctor Morel salió del laboratorio con la bata blanca hecha trizas, lleno de arañazos y mordeduras. Le pasó a Lito el tubo con las bolitas y le dijo:

—Aquí está el arma para enamorar y desplumar famosos en San Valentín.

Lito se vistió de Cupido Romeo. Tenía su propio plan. Se acercó a Lota, que le esperaba en la calle, y le apuntó con disimulo, el tubito con una bolita en la boca. Al ver a Lito disfrazado, a Lota le dio un ataque de risa, se agachó carcajeando hacia el suelo.

La bolita pasó sobre ella, atizó en el trasero del gendarme que vigilaba la calle detrás. “¡AAAY!”. Lito pensó: “Bueno, al menos el gendarme me dará un abrazo.”

Pero el enorme gendarme le agarró el cuello con una manaza y le soltó porrazos en el coco con la otra. Lito no entendía nada. Supuso que un poli siempre sería un poli.

Pidió ayuda a Lota. Entonces el gendarme reparó en esa bella moza y empezó a coquetear con ella. Lito se alejó de allí con un gran chasco. “¡BUAAA!”.

Cabreado, Lito apuntó con el tubito a un avión del cielo. Disparó la bolita, que acertó al avión… ¡¡BANG!! El enorme Boeing explosionó en el aire y se estrelló en tierra.

—Vaya —corría Lito—, tengo que dejar de hacer travesuras.

Mas un trozo del avión alcanzó al conquistador y potentado Albertín Soborne, pues también se preparaba cerca para San Valentín, y quedó enamorado de Lito en el acto, como efecto secundario. Le persiguió por toda la calle. Lito huía de él desesperado. “¡OHHH!”.

Lota se dio cuenta. Cogió una caña de pescar y la lanzó a Albertín para conseguirle. El anzuelo se clavó en la boca de Albertín. “¡AYYY!”, quien zurró a Lota en represalia.

Albertín Soborne, vestido de doña Inés, volvió con Lito, su don Juan y Romeo, para oír sus requiebros sentados en un banco. Lito, nervioso, se trabó con la espada en la entrepierna, del disfraz de don Juan, saltó por el dolor y la sorpresa en la cara.

—Romeo, Romeo —le dijo Albertín—… ¡Mira que eres feo!

—Pues a ti, doña Inés… te huelen los pies.

Albertín Soborne le robó la espada a Lito, y le persiguió por la calle dándole pinchazos en el trasero. Al menos había roto el extraño hechizo que le embargaba.

Lota se acercó, con un globo hinchado bajo el vestido, fingiendo estar embarazada.

—Reconoce a tu hijo, Albertín. Tu fortuna será mía.

Lo pinchó sin querer Albertín Soborne con la espada y el globo explotó. ¡POMM!

—¿Qué he hecho? ¡Mi hijo! Me has engañado.

Lota le quitó el tubo a Lito, apuntó a Albertín y le lanzó una bolita a la cara. En lugar de enamorarse, Albertín Soborne intentó estrangularla. “¡GHHH!”.

Albertín despertó de su trance, se arrepintió al ver lo hermosa que era Lota y se puso a cortejarla. Pero Lota ya estaba harta de él, volteó la mano izquierda, para despistar a Albertín, y al cabo le zumbó en la frente con el puño derecho. ¡PAM! Albertín cayó desmayado.

—Ahora lo entiendo —dijo Lota—. El doctor Morel lo hace todo al revés.

Convenció a Lito para disfrazarse de paparazis y apostarse a la puerta de Samara Faltó e Íñigo Nieve, que también salían para celebrar San Valentín. Lota le habló a Íñigo.

Íñigo tomó el tubito de Lota y le sopló una bolita a Samara, quien, de inmediato, se lanzó a Íñigo hecha una furia, le tiró de los pelos, no quería verlo nunca más.

—Por fin —dijo Íñigo Nieve—. Lo que tanto necesitaba jejeje.

Y le pagó a Lota una buena cantidad. Lota trocó contenta el plan, ahora se alquilarían como rompedores de parejas famosas que lo desearan. Pero empezó por sí misma.

Apuntó el tubo a Lito y le disparó una bolita. Lito se volvió un energúmeno con ella, dijo que la detestaría para siempre. Intercambiaron tortas. Justo lo que Lota quería.

—No me lo puedo creer. Quitarme a Lito de encima.

Sólo les quedaba un trabajito. Volvieron al laboratorio, obligaron al doctor Morel a disparar bolitas a la jaula de los gorilas y luego los soltaron. ¡PIM! ¡PAM ¡PUM! Los gorilas le dieron lo suyo al doctor Morel, que acabó con los ojos morados y escarmentado.

Lota estaba tan exultante, que salió al balcón, vio pasar por el cielo un dirigible y, perversa, le disparó fuerte una bolita, para que estallara. Así fue, ¡¡POMM!! Pero el dirigible cayó encima de Lota, que inhaló los gases del extraño conjuro y su efecto secundario.

Ahora fue Lota quien se enamoró perdida de Lito. Se volvió hacia él, los ojos como platos, y no dejó de perseguirle en todo el día, dándole abrazos y besos. “¡AHHH!”.

© Manuel del Pino. Enero 2024

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